Mucho se ha hablado y escrito tras el funesto Comité Federal del PSOE del 1 de Octubre del año pasado. Cónclave que supuso la caída del Secretario General y la creación de una Gestora para comandar el partido durante este periodo de transición hasta el próximo, o no tanto, Congreso Federal (parece ser que tendrá lugar entre Mayo – Junio). Una dirección interina, con Javier Fernández al frente, en un momento de máxima necesidad hasta la llegada del órgano que debe dilucidar, de una vez por todas, el nuevo rumbo de la formación socialista.
Rumbo que desde hace muchos años, desde el principio del fin de la era Zapatero, allá por el año 2010, parece perdido y estancado entre fracaso y fracaso electoral. Cosechando mínimo histórico de apoyos en cada uno de los comicios que se han ido aconteciendo hasta a día de hoy. Un descenso constante de votantes que se agravó por la aparición de nuevos actores que podían competir por un mismo espacio y también por el surgimiento de nuevos temas que provocaron la “indefinición socialista”, quedando arrinconados entre los diversos ejes que rigen el día a día de la sociedad sin tener, en ninguno, la primicia, una posición fuerte. El miedo se apoderó de la formación y esta situación bastó para dar por buenos unos resultados que años atrás hubiesen significado el cese inmediato del líder de turno y la reestructuración inmediata de la organización.
Ante tal disyuntiva, desde el sur, empezó a fraguarse una fuerza inequívoca que quería, finalmente, salir de las sombras y hacerse con las llaves de la sede de Ferraz. Susana Díaz empezaba a mover sus hilos para cruzar Despeñaperros y llegar a la capital como la gran Presidenta que ha sabido mantener el último feudo socialista (la Federación más importante y con más peso dentro del partido). Ha llegado la hora de exigir una contra-prestación a tales logros.
Pero si aceptamos como válidos los motivos para el cese (forzoso o no) de Pedro Sánchez, a partir del nulo músculo electoral mostrado y de la poca cohesión interna que ha promulgado durante su mandato, de la misma manera la fuerza de Susana Díaz también debería tambalearse. Si Pedro Sánchez tocó fondo histórico en todos y cada uno de las elecciones celebradas con él como líder, el caso de la presidenta andaluza no dista mucho, pues ha obteniendo los peores resultados del PSOE en Andalucía (tanto en las autonómicas, como en las generales y las europeas) e incluso ha llegado a perder por votos el pasado 26 de Junio (superados por el PP), igualando el funesto recuerdo de Griñán en 2011.
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Como podemos visualizar en estos gráficos, Susana Díaz es el Secretario General del PSOE-A con una media más baja de votos (suma de todos los comicios: 1er grado y 2ndo grado), haciéndose más latente la brecha en las elecciones de más influencia (generales y autonómicas). Es cierto que ha mantenido su posición de Presidenta de la Junta, pero también es cierto que llegó estando en esta posición tan ventajosa (influencia en la sociedad, exposición mediática, primacía de la agenda, etc.) y Pedro heredó, ya en la oposición, el desaguisado del PSOE a nivel nacional, un partido en caída libre al que él no supo ponerle frenos.
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La realidad es que ninguno de los dos ha hecho frente a una situación contextual sencilla. La aparición en el tablero nacional y regional de Podemos por la izquierda y Ciudadanos por la derecha supuso un “efecto pinza” difícil de contrarrestar y el creciente hastió hacia los partidos tradicionales agravó la situación. Pero también parece claro que ninguno de los dos está capacitado para liderar la “reunificación” del frente socialista.
A Pedro, ya herido en mil batallas, solo le queda utilizar la figura del mito para tratar de resucitar cuantas veces sea necesarias. El abanderado de “la militancia”, con el único parapeto de que fue escogido por unas primarias. Y Susana, acostumbrada a esperar en la sombra al momento idóneo para asestar el golpe definitivo hacia la conquista de Ferraz, se ha visto muy expuesta estos últimos meses y su imagen puede haber sufrido un deterioro manifiesto, viéndose como la instigadora del “golpe” y la favorita del “establishment” socialista (posible efecto “underdog” o tender hacia el rival “débil”, como bien hemos podido observar durante el pasado 2016).
Pero contando con el aparato del partido a su favor, el núcleo duro de los Barones territoriales, y controlando los tempos a su antojo, puede tener alguna que otra opción. Más si desde las altas esferas del partido se prosigue con la estrategia de potenciar una candidatura unitaria, con presiones internas de por medio, para evitar la competencia “intrapartido” en pos del bien mayor, o, si somos mal pensados, de abrir el debate y que Susana Díaz pueda salir mal parada ante la siempre incertidumbre de qué votará la militancia.
Lo que sí es cierto es que, los dos actores principales en esta “guerra de trincheras”, han empezado a mover sus huestes para posicionarse antes del Congreso Federal de una forma muy dispar. La líder andaluza ha multiplicado sus apariciones públicas: viajes internacionales, reuniones con Miquel Iceta, máximo exponente de los opositores al No a Rajoy, o en mítines con Zapatero en Sevilla. Toda excusa es buena para mantenerse al frente de la agenda mediática y que los focos no paren de alumbrar y todo ello sin decir nada de una posible candidatura a la secretaría general del partido, pero eso sí, tratando de empezar a mostrar una imagen de mujer de estado y un perfil altamente presidenciable.
Y a Pedro, por su parte, lo tenemos tratando de avivar la llama, su llama, entre la militancia, la única que puede reponerlo en su estatus anterior y con la duda de si se presentará finalmente a las primarias. Un extraño silencio que contrasta con su huida hacia delante expuesta tras su dimisión forzosa. Ahora es él el que vive en el ostracismo, tratando de mover los pocos hilos que le quedan en el PSOE y evitando que su posición quede más dañada.
Las dudas empiezan a asomarse y la necesidad de consenso pueden deslegitimar estas opciones, las sorpresas pueden aparecer (como ya sucedió en los dos Congresos Federales que preceden al de este 2017), pero debemos restar cautos antes de hacer elucubraciones. El futuro del PSOE no puede ser un concurso de egos ni de nombres que luchan por vencer en sus rencillas personales. Tienen que existir candidatos más válidos y, sobretodo, que generen consenso, ya no solo entre los militantes del PSOE, también entre los simpatizantes y votantes socialistas. El partido socialista no debe ahondar más en la fractura existente y tiene que buscar, de una vez por todas, un perfil de líder que combine los roles políticos con los estilísticos.
No se debe pasar por alto el hecho que es necesario un PSOE fuerte y unido, que sea una alternativa real de gobierno, si se pretende desalojar al PP de la Moncloa en un corto/medio plazo. Más teniendo en cuenta que las divisiones internas parecen ser un virus que se contagia entre las formaciones de la oposición exclusivamente, siendo el partido que lidera Mariano Rajoy, el único inmune a esta dolencia (Aznar de por medio). Allanado más si cabe su camino hacia la estabilidad institucional y sin un rival claro al que hacer frente.
Este 2017 nuevas respuestas e interrogantes nos dará, pero como conclusión se puede señalar que si los votantes del Partido Popular prefieren a Díaz y los de Podemos a Sánchez (según una reciente encuesta publicada en el diario El Mundo), no hace falta ser muy avispado para denotar la necesidad de un camino distinto (si tus enemigos te quieren, preocúpate de sus intenciones) para que el PSOE pueda ver, por fin, un poco de luz en su, por ahora, oscuro presente y futuro.