Lima-Villa Rica (no, Oxapampa. 415 k)
Lima despierta, las calles comienzan a llenarse de tráfico, pero espero dejarla atrás antes de que ese tráfico retrase mi salida. En el primer cruce un poco complicado, me hago un lío con las indicaciones de mi viejo GPS y me paso un desvío que debía haber tomado, mal empezamos. Todavía dentro de la ciudad termino dentro de una autopista tipo Sudamérica, es decir con salidas e incorporaciones tanto a izquierda como a derecha, y además es de peaje. Al llegar a la barrera, el tipo de la caseta me dice qué hago allí, que las motos no pagan pero tienen que pasar por un lateral. Evidentemente, lo del pago y lo del paso lateral, es algo que yo debía saber, o haber recordado, pero no hay nada que lo indique, o por lo menos no lo he visto. Me es imposible retroceder, ¡menuda cola tengo detrás!, por lo que me ofrezco a pagarle el ticket como si fuera un coche y que me abra la barrera. Dice que no puede hacer eso, pero acto seguido levanta la barrera y sin cobrarme nada me indica que pase.
En el barrio de San Juan de Lurigancho la circulación está detenida, hay obras, desvíos, atascos…Recuerdo que me han advertido que es uno de los distritos más peligrosos de Lima, por supuesto que el entorno indica que no es un barrio de clase alta . Un coche intenta meterse por mi derecha, su paragolpes delantero está a escasos centímetros de mi bota, al moverse la circulación el tío insiste en meterse por donde no hay espacio. Le meto un bocinazo y el método ¡¡funciona!!, paso yo primero.
Hace más de 2 horas desde que salí del hotel y según el marcador he recorrido unos 20 k, ¡menuda media estoy sacando!, pero poco a poco voy dejando atrás la ciudad, aunque continúo atravesando zonas pobladas y el tráfico sigue siendo un continuo arrancar y parar. También me lo habían advertido, hasta que no me aleje unos 60 k de Lima la carretera no estará despejada. Paro a llenar el depósito, por la rotulación de la gasolinera parece que estoy en España, no así por el precio del litro de combustible, poco menos de 0.80 euros/litro.
Para mi alegría, a partir de un pueblo llamado Chosica el tráfico desaparece, llega la hora de relajarme un poco. El cielo está nublado y la temperatura sobre los 12º. El asfalto está bastante bien y lo mismo la anchura de la vía. Encuentro un peaje (en Perú son habituales los peajes en las carreteras normales) pero ahora ya sé por dónde me tengo que meter para evitarlo. Rápidamente la carretera comienza su camino hacia el cielo. La ascensión hacia el Abra Anticona es bonita, las montañas enormes, al contrario de la temperatura que noto como comienza a bajar. De nuevo estoy cruzando Los Andes. Hace un año, en el paso Libertadores que une Chile y Argentina, una ventisca de nieve me tuvo retenido unas horas y al despedirme de Los Andes les dije: “volveremos a vernos, pero espero me recibáis con mejor clima”.
En la parte más alta del Anticona hay un cartel indicando que estoy a 4.818 m aunque el GPS no está de acuerdo y marca unos 50 m más y el termómetro de la moto baja hasta los 3º. Paro a ver el paisaje y noto un leve “soroche” (mal de altura), no es extraño, en poco más de 4 horas he pasado del nivel del mar hasta aquí. Un hombre se acerca a venderme algo similar a cacahuetes metidos en una bolsa, aprovecho y le pido que me haga alguna foto.
Aquí arriba se encuentra la estación de tren llamada Ticlio, un cartel indica que es la estación situada a más altura del mundo. Eso era verdad hasta el año 2006 en que los chinos hicieron la vía férrea que va a Lhasa y la arrebataron ese récord.
El descenso es muy bonito, con curvas amplias y con el añadido que la temperatura va subiendo y mi soroche desapareciendo, aunque sigo por encima de los 3.500 m. Al pasar un cerro me quedo sorprendido por el valle que aparece ante mis ojos. Está todo colorido y lleno de plantaciones de flores, lógicamente el valle es conocido como “de las flores”. A pesar de estar a 3.050 m de altitud, parece ser que tiene un clima especialmente benigno y por eso se dan las condiciones para estos cultivos. Además he llegado en el mejor momento, la primavera ya está avanzada y según me cuenta una mujer, cargada con un saco lleno de flores, están ya empezando a cortarlas para la festividad de Todos los Santos del 1 de noviembre.
Va siendo hora de parar a comer algo y al final del valle encuentro un pueblo muy animado, es Tarma. A ambos lados de la carretera se alinean pequeñas casas de comida y paro en una. Pido un menú, que consta de un gran tazón de “caldo de gallina”, que me sabe a gloria, y lleva fideos gruesos, maíz, trozos de carne…, y otro plato de lomo guisado, eso más un jugo de papaya y un refresco me cuesta 10 soles (menos de 3 euros). Allí mismo pregunto cuánto se tarda a Villa Rica, mi supuesto destino de hoy, me dicen que unas 4 horas, “pero con esa moto lo hace en 3”. Contesto a la mujer que no, que yo tardaré como unas 5, ya que voy tranquilo y hago muchas paradas. Miro el reloj y veo que no puedo entretenerme mucho, es la una y aquí anochece sobre las 6, no me va a sobrar mucho tiempo.
Adelanto un par de motos con matrículas peruanas cargadas con equipaje, son de fabricación china y de baja cilindrada, y son los primeros que veo que también estén viajando en moto. El camino sigue siendo bonito, curvas, buen piso, muy poco tráfico y el aumento de temperatura y la vegetación, cada vez más verde y frondosa, indica que dejo atrás la sierra (Los Andes). Un cartel indica que ya estoy entrando a la selva central, cuando estoy allí detenido llegan los de las dos motos de antes, paran y hablamos un poco. Son de Lima y están haciendo una ruta de pocos días, hoy van hasta La Merced y se quedarán a dormir allí. Nos hacemos unas fotos y nos despedimos, aunque yo viaje tranquilo, ellos todavía van más lentos.
Atravieso pequeños pueblos, San Ramón, La Merced, Pueblo Pardo y veo que ahora todo es diferente, las construcciones, el aspecto de la gente, la carretera más estrecha…Paro en San Luís de Shuaro, un indicador señala a la izquierda Villa Rica, a la derecha Oxapampa, y recuerdo que cuando estuve mirando dónde terminar la etapa de hoy, en Oxapampa había más hoteles, aunque la verdad es que queda un poco desviado de mi ruta. Después de tomarme un jugo, cambio de opinión, me olvido de Villa Rica y tiro para Oxapampa. Como siempre, pregunto cuánto demora llegar hasta ella, según el GPS sólo son 35 k, pero me dicen que se tarda poco menos de hora y media, y como casi siempre tienen razón.
Subo varias montañas, hay muchas curvas cerradas y el camino es estrecho pero precioso. En algunos puntos hay pequeñas caídas de agua que cruzan la carretera, pero que paso sin ninguna dificultad. Oxapampa fue fundada a finales del siglo XIX por una comunidad austro-alemana, por eso muchos alojamientos tienen nombres alemanes. Por Booking veo uno que me interesa, voy derecho a el. Me ofrecen habitación y desayuno por el equivalente a 23 euros, pregunto por un bungalow que tiene muy buena pinta, “esos cuestan 25” , la elección está bien clara. El desayuno es a partir de las 7 y 30, como quiero salir más temprano amablemente me dicen que prepararán una bolsa con el mismo y así podré desayunar y marcharme antes de esa hora. También me comentan que mañana, para ir hasta Villa Rica, no tengo que desandar el camino. Tengo que tomar un atajo, es una trocha de 31 k y que va por la montaña. Me dicen que está en buen estado y es muy bonita, y que en hora y cuarto estaré en Villa Rica.
Salgo a dar una vuelta y a cenar, hablo con la gente y me cuentan acerca de la fundación de Oxapampa. Pregunto si después de tantos años la población original está mezclada con la autóctona, me contestan que sí, aunque veo bastantes personas de cierta altura, con la piel, los ojos y los cabellos claros. Me doy cuenta que llevo 4 días en Perú y todavía no he tomado ningún “pisco sour”, la bebida nacional y eso no puede ser. El “pisco sour” principalmente lleva pisco (aguardiente de uva), zumo de lima, azúcar e hielo muy muy picado, y la verdad a mi me encanta, además me sienta bien a cualquier hora del día. Conviene no olvidar que, aunque su sabor es muy agradable y se beba con facilidad, el pisco tiene una alta graduación alcohólica…no hace falta decir más.
Oxapampa-Tingo María (520 k)
Esta noche ha llovido pero el día amanece soleado, esto siempre anima a empezar la jornada, que por otra parte, en teoría, va a ser de las más intensas del viaje, ya que es la más larga y además con bastante trocha. Como me dijeron ayer, hasta Villa Rica el camino es más o menos fácil, excepto los últimos 10 k que son de pronunciado descenso, con mucha piedra suelta, se vuelve muy estrecho y tiene mucha curva. Tengo un par de sustos que me hacen recordar que viajo solo, y la moto, con las 3 maletas cargadas, también pesa lo suyo y en este terreno es donde más se nota.
En Villa Rica lleno el depósito, me esperan unos 125 k por otra trocha que sigue por la “selva alta” (de montaña). En la gasolinera me dicen que hasta Puerto Bermúdez, donde comienza la “selva baja” (llanura), se tarda unas 4-5 horas. Desde allí hasta Tingo María ya hay pista (asfalto), eso en teoría porque no me aseguran que esté todo asfaltado…
El calor aprieta, casi 35º, y lo mismo la humedad ambiental, a ello se suma que la trocha no es tan fácil como la anterior y que tampoco puedo hacer muchas paradas a descansar, quiero llegar antes de que se haga de noche a Tingo María. Cruzo algunas pequeñas aldeas en las que parece no vivir nadie, todo el paisaje es selva pura, bonita pero con tanta vegetación no se ve más que verde y verde y muchos ríos que cruzar, por suerte la mayoría de las veces hay un puente para hacerlo. Me creo que voy a buen ritmo y que haré los kilómetros de trocha en menos tiempo del que me han dicho.
Encuentro muy pocos vehículos, así que cuando veo a una pareja cargando piñas en una camioneta paro a preguntar. Adiós a mis ilusiones, según ellos todavía me quedan unas ¡¡2 horas!!. Más adelante, a la salida de una curva casi me trago una furgoneta que está detenida. Se le ha partido un trapecio de la suspensión, nada extraño manejando por estos caminos que hasta las cabras se lo pensarían dos veces antes de meterse por aquí. El hombre me pegunta si tengo una llave 20-22, la más grande que llevo es la 12-13. A pesar de ir justo de tiempo le echo una mano y con su llave inglesa y un destornillador grande haciendo de palanca, conseguimos aflojar una de las tuercas de la pieza rota, para la otra si va ser imprescindible la llave de 22 m.m. Me despido de él, pero antes le digo que detrás vendrá una camioneta, la de las piñas, y que quizás ellos le puedan ayudar o llevar hasta Puerto Bermúdez.
En Puerto Bermúdez se obra el milagro. A la salida del pueblo me encuentro una carretera casi terminada. Recién asfaltada, amplia y como discurre por la selva baja hay muchos tramos en que es una larga recta, aquí puedo ir rápido y así recupero parte del tiempo perdido en la trocha. Aunque todavía hay tramos en obras y no conviene bajar la guardia.
En Puerto Pachitea paro a comer algo, abro el top case y compruebo que el traqueteo de la trocha y el calor han hecho su trabajo. Lo que estaba fuera de la bolsa, está todo revuelto, y unos plátanos que compré ayer (entonces estaban duros) se han hecho una plasta. Me tomo un jugo de algo que no había probado nunca y está rico, es de cocona, un fruto que abunda mucho en esta parte de la selva. Vuelvo a la carretera y es un gustazo, toda para mi solo.
Pero aparece un problema, entre la conducción por la trocha y la velocidad que llevo ahora, el marcador de la gasolina baja muy rápido. Se enciende la reserva y todavía me faltan más de 60 k para llegar a un sitio llamado Alexander Von Humboldt, donde ya enlazaré con la nacional que me llevará hasta Tingo María, y que imagino será donde encuentre una gasolinera. Pero como me temo que no me llegará, me acuerdo que al pasar por algunos pueblos he visto casas donde pone “Grifo Rural”, es decir que son casas donde venden combustible. En el primer pueblo que encuentro paro y pregunto por el grifo rural, “ahí más adelante está, aquella casa blanca” me dicen. Una mujer llena una especie de regadera y me vende 5 litros.
A partir de A.V. Humboldt la carretera vuelve a ser un tobogán plagado de curvas, además con mucho tráfico de camiones, pero al menos sigue siendo muy bonita. Lo peor es que me temo que llegaré de noche, ah no, eso no es lo peor, lo peor es que comienza a llover , hay un tramo de obras y para remate se funde la lámpara de cruce… Habrá que tomarse las cosas con más calma, aunque todavía tengo ganas de parar a ver una cascada, nada del otro mundo, y a hablar con unos moteros autóctonos que están allí.
Es noche cerrada cuando circulo por las calles de Tingo María. Toda la ciudad está plagada de mototaxis, por lo que voy con mucho ojo. Doy con un hotel en el centro que según Booking está muy bien. Pregunto: ¿hay habitación libre? sí, ¿tienen parqueadero? sí y también piscina, ¿precio? unos 22 euros. Me quedo aquí. Aunque es de noche sigue haciendo calor, estamos en selva y a solo 600 m de altitud, así que primero me doy un baño en la piscina y luego salgo a cenar. Todo está muy animado, tenderetes y gente por todas partes. Mientras ceno se pone a llover como lo hace en la selva, es decir a lo bestia. Aunque estoy muy cerca del hotel, regreso calado.
Resumen del día, más de 500 k de ruta espectacular, 12 horas para recorrerlos, casi la mitad por trocha y la otra mitad por asfalto. Para mí ha sido un día un poco duro, tanta trocha te revienta, pero que ha resultado muy bien.
Tingo María-Huánuco (125 k)
Toda la noche ha debido estar lloviendo, incluso llueve mientras desayuno, pero a medida que avanza la mañana, deja de hacerlo. Hoy tengo pocos kilómetros por delante, por lo que antes de marcharme aprovecho para ir a visitar “La cueva de las lechuzas” que está a unos 8 k. No voy a ir en la moto, prefiero ir ligero de ropa, así que en el hotel pregunto si pueden llamar a un mototaxi de confianza que me pueda llevar. El hijo de una empleada del hotel pasa a recogerme. Antes de ir a la cueva me lleva a un par de tiendas en busca de una H-7, la lámpara de la moto que se fundió ayer, en las dos me dicen que no tienen ese tipo. No importa, la buscaré a la tarde en Huánuco.
La cueva está bien, grande y con unas pasarelas para recorrerla, hay que pagar una entrada para visitarla, ya que está dentro de una especie de parque. En la entrada un cartel dice, entre otras cosas, “considérese usted como un individuo privilegiado”, me paro a leerlo y eso mismo es lo que creo de mí en ese momento. Al regreso le pregunto a mi conductor acerca de los años duros del terrorismo de Sendero Luminoso, ya que ésta era una de las zonas donde más asentados estaban. Me cuenta muchas cosas, aquí hubo muertes, secuestros, atentados… etc. “La gente vivía con mucho miedo, no podía salir de Tingo, pero el peligro no estaba sólo en la selva, incluso a veces hacían incursiones dentro de la ciudad”. Al final saco en conclusión que como cuevas ya he visto muchas, ha sido más interesante esta conversación que la propia visita a la cueva.
El cielo amenaza lluvia y no sé si es mejor salir cuanto antes o esperar un rato. A las 12 h arranco la moto, me largo ya de Tingo María. A los pocos kilómetros un cartel indica “Cascada velo de las ninfas”, sin estar muy convencido si la parada merecerá la pena, pongo el intermitente y paro. Aparco y un hombre se acerca, pregunto ¿se tarda mucho en llegar a la cascada?, “unos 15 minutos sendero arriba”. Decido dar a la cascada una oportunidad de impresionarme. Como era de esperar está bien, pero no estoy seguro si ha merecido la pena la media hora gastada entre subir y bajar. Además regreso con la camiseta empapada de sudor, me toca cambiarla por otra.
Más adelante otra parada, a la salida de una pequeña aldea están reconstruyendo un puente y hay un desvío que baja al río. Llego y veo la situación, el cauce presenta una corriente que como me meta allí sabe Dios dónde acabaremos la moto y yo. Además me fijo en los vehículos que cruzan y según se mueven sus suspensiones, el fondo debe estar lleno de piedras. No es una cuestión de valentía o destreza, es evidente que intentar cruzar aquello con una moto es querer que te arrastre la corriente. ¿Qué hago? ¿cómo cruzo?. Lo único que se me ocurre es esperar que venga una pick-up vacía, subir la moto y que me cruce al otro lado. En estas, de no sé donde, aparece un niño en bici. “¿Va a cruzar?” pregunta, le digo que ni loco y me dice que por qué no cruzo por “el puente de las personas”, le digo: ¿hay otro puente?, ¿está cerca?, ¿me llevas?.
Mientras sigo al niño y su bicicleta voy pensando en si de verdad podré cruzar por donde dice. Efectivamente, por una calle de la aldea llegamos hasta un puente provisional de madera. Es muy estrecho, pero que aunque tenga que quitar las maletas es la única forma que tengo para cruzar. Pero no es necesario, la moto entra justa, y en segundos estoy en la otra orilla. Le regalo una gorra y un colgador de llaves y le doy las gracias a Carlitos. Suerte que apareció en el momento justo.
Llevo hechos unos 50 k, ni la mitad del camino. Al pasar por un pueblo veo tenderetes con plátanos y más frutas y decido parar a tomar un jugo de papaya, hablar con la gente y ver qué se cuentan. Me gusta mucho hacer estas paradas en los pueblos junto a la carretera.
Vuelvo a la carretera y no llevo ni 5 kilómetros hechos y otra nueva parada, estos 125 k comienzan a hacerse muy largos. Lo malo es que esta parada es de manera muy involuntaria. De repente de los laterales de la carretera aparecen 3 hombres y una mujer con ropa oscura y con armas, y además haciendo ostentación de ellas, se plantan en medio de la carretera y me ordenan parar. “Ojalá me equivoque, pero esto tiene muy mala pinta, Y cómo poco me va a costar unos cuantos soles “, es lo primero que viene a mi cabeza. Se acerca uno de ellos y dice:
-Buenos días, ¿como está? somos del ejército peruano (mal comienzo, lo que me dice es mentira, sus ropas no tienen ninguna identificación) y estamos haciendo funciones de vigilancia en la ruta para evitar saqueos a los conductores.
-Buenos días, bien gracias ¿y ustedes?. ¿Es peligrosa esta pista?
-Bueno, no especialmente, pero últimamente ha habido algunos asaltos. Incluso hace una semana mataron a un compañero.
En parte es verdad lo que me cuenta, recordé que en Lima vi en un periódico que habían matado a un militar, pero no en esta zona, había sido lejos de aquí. Por lo que leí sospechaban de antiguos guerrilleros del grupo terrorista Sendero Luminoso, que actualmente se dedican al narcotráfico. Mientras me cuenta esto veo que pasa un camión y un coche y a ellos no les mandan detenerse, eso me mosquea un poco más.
El hombre siguió con más preguntas, ¿de dónde viene? ¿a dónde va? ¿viaja solo?. Yo intentaba ser cordial pero sin dejar de estar un tanto a la defensiva, no sabía cómo iba a terminar aquella parada…
-Mire patrón ¿no le importaría darnos unos cuantos soles para ayuda a la familia del compañero asesinado?
-Ah, pues el caso es que solo tengo un billete de 50 soles para echar gasolina. Si ustedes tienen cambio, no me importa darles una donación de 10 soles.
Pregunta a los compañeros y le dicen que no, parece ser que no tienen billetes para darme cambio. “No se preocupe, no importa, puede continuar, quizás encuentre más adelante otros compañeros que también le hagan parar”. Ya me siento más tranquilo y le comento que si lo hacen les diré que ya me han parado ellos. “Puede decirles que ha estado con Alvarez, yo soy el jefe de este grupo, y le dejarán pasar sin problema”. Estoy deseando marcharme, pero antes les pregunto si puedo tomarles una fotografía. Se quedan extrañados por mi petición, se miran unos a otros y al final acceden a que nos hagamos unas fotos, además posan con las armas bien visibles y con orgullo. No volveré a encontrar ningún grupo de este tipo. Dos días después, contaré a mis amigos de Huaraz todo esto y me darán una explicación.
Los pocos kilómetros que hoy debía hacer se están haciendo largos, tanta parada hace que la media sea muy baja. Empiezo una ascensión, según el mapa es la que me llevará hasta la cima del Abra Carpish, a casi 3.000 m. Es muy larga, claculo que unos 20 k, empieza a hacer frío, dudo si parar a ponerme los forros térmicos, de repente aparece una densa y húmeda niebla, ya no hay remedio. Tengo que parar, quitarme la chaqueta y el pantalón y poner los forros. El paisaje, lo que la niebla me permite ver, es grandioso, en algunos puntos la carretera tiene unos “hundimientos”, así están señalados, son los lugares por donde el agua que cae por las laderas de la montaña cruza la carretera. La mayoría tienen poca agua, pero en ocasiones baja tal cantidad que al cruzarlos ni veo el suelo. Casi en la cima tengo que cruzar un largo túnel, negro como la noche y estrecho, rezo para no ver venir de frente ninguna luz.
Al final del descenso veo la ciudad, es grande y a medida que entro en ella el tráfico es una locura. Conduzco derecho a la Plaza de Armas, allí está el Gran Hotel Huánuco. Cuando estoy a punto de meter la moto en su parqueadero, un mototaxi delante mio da un frenazo. Para evitar chocar con el, giro bruscamente a la izquierda y me meto en el parking del hotel. Bajo, me quito el casco y la señora encargada de la puerta me llama, me dice que ese señor (un hombre está junto a ella, pero en la calle) quiere hablar conmigo. Es el dueño de un Toyota 4×4 aparcado justo a la entrada, parece ser que al hacer mi maniobra he rozado con la moto en su paragolpes, puede ser verdad ya que el espacio era muy reducido. Comprobamos y efectivamente, mi maleta izquierda tiene un leve rayón y lo mismo la parte exterior derecha de su paragolpes, aunque su marca es mas evidente. No quiero tener problemas, el hombre parece educado y llegamos a un rápido acuerdo, 100 soles (unos 25 euros) pasan de mis manos a las suyas. Tendré que añadirlos a lo que me va a costar pasar la noche en el Gran Hotel Huánuco…
El hotel está muy bien, más caro que el de otros días, pero lo merece. La habitación y el desayuno son unos 45 euros. Una vez cambiado pregunto en recepción dónde puedo comprar la lámpara para la moto. Un hombre, que se presenta como el director del hotel, se interesa por mi viaje y acto seguido manda llamar al jefe de mantenimiento para que, en un coche del hotel, me lleve a una tienda de recambios en la que me asegura que encontraré la lámpara. Y efectivamente así es. Al regresar al hotel, el hombre de mantenimiento pregunta si necesito ayuda para cambiar la bombilla, se lo agradezco, pero le digo que no es necesario, y le doy unos soles de propina. Gran detalle por parte del hotel esto de poner a mi disposición al jefe de mantenimiento.
En la misma plaza está la catedral, es de nueva construcción, y ,como durante todo el mes de octubre en Perú se celebra “El Señor de los milagros”, en su interior hay una misa especial y el sábado, como en muchas ciudades, habrá una gran procesión.
Mis amigos de Lima, al saber que estoy en Huánuco, me envían varios mensajes recomendándome visitar 2 lugares inevitables en la ciudad. Un bar de copas llamado la Shactería y un sitio para cenar, el Huapri, donde sirven la mejor “salchipapa” de la ciudad. Ambos están en una bocacalle de la plaza, así que visito los dos. En el Huapri todas las mesas están llenas, señal de que es muy popular, y me toca esperar. Hay una chica, Patricia, que también está esperando. Empezamos a hablar y decidimos que cuando quede una mesa libre, la compartiremos. Me cuenta que es de Lima y trabaja en una empresa de certificaciones ISO o algo así y que acaba de llegar hoy a Huánuco para unos trabajos.
Mientras cenamos nos contamos nuestros respectivos viajes y luego vamos a la plaza a ver un festival de danzas y músicas tradicionales. Antes de medianoche estoy de vuelta al hotel. En Lima quedé con Luz, la profesora de la Universidad de Huaraz donde acepté dar un audiovisual, en que estaría lo antes posible allí, y entre ambas ciudades hay más de 300 k, casi la mitad por trocha, y además es de las que va por las montañas.