Revista Economía

2020-2024, ¿cuatro años perdidos?

Publicado el 26 noviembre 2022 por Pacolopez

Con la llegada de la Covid 19 en el año 2020, agravada por la invasión de Ucrania por parte de Rusia, se inició un período de complejas consecuencia geopolíticas que han abocado a la economía mundial a un proceso pernicioso de crisis energética, alta inflación y su consiguiente aumento de los tipos de interés, en medio de un ambiente de miedo e incertidumbre, que automáticamente ha supuesto una caída de las valoraciones de todo tipo de activos.

Estoy refiriéndome a la renta fija, que ha caído de forma estrepitosa en este 2020; a la renta variable, que ha caído casi en su globalidad, y en especial las empresas tecnológicas, de altos crecimientos, que están pasando por su primer via crucis (ahora abocándolos incluso a despidos masivos); a los activos alternativos, como el capital riesgo o el private equity, del que hablaré más a continuación; e incluso a los activos inmobiliarios, que ven sus valores reducidos por la exigencia de los compradores de rentabilidades por alquiler más altas.

Aunque hay excepciones, como la inversión en infraestructuras o en acciones energéticas, en realidad son pocas.

Pero donde quiero detenerme es la inversión en activos alternativos no cotizados, en el ámbito del venture capital o el private equity. En general estos activos, cuya rentabilidad está ligada a ciclos inversión-gestión-venta, que no deberían superar los 5 a 7 años, están viendo como el impasse de estos años perdidos les afecta a sus expectativas de rentabilidad en base TIR, como mínimo.

Los mercados de capitales están bastante cerrados para lanzar IPOs y la entrada de capital privado se produce a cuentagotas, con mayores exigencias que hasta ahora. Además, el dinero ya no es tan barato, por lo que la prima de riesgo se cotiza a precios más altos.

El resultado es que, en el ámbito del capital riesgo, no es el momento, hablando en términos agrarios, de plantar, es decir, de crecer a toda costa y de endeudarse y recabar capital para ello, como hasta ahora, sino de recoger, es decir, de enfocarse en la rentabilidad (al menos EBITDA positivo) y en la generación de cash, aplazando inversiones y recortando gastos, porque si se acaba el cash no habrá nadie que lo ponga, y la quiebra está al acecho. En esta situación estamos, y durará al menos un par de años, si no continua hasta el 2025. De estos años perdidos saldrán vivas pocas startups. Las que salgan habrán demostrado su resiliencia de sobras, y quizás estén más preparadas para explotar un futuro posterior que esperemos que despeje las incertidumbres y cargas actuales.

Quizás la pregunta que surge es: ¿estamos ante unos años excepcionalmente malos? ¿o es que el mundo ya va ser así siempre?

No lo tengo claro.

El enorme y crecientemente negativo impacto de la crisis climática no me permite ser optimista.


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