Ya te decía que el asco de año que llevamos no era normal. Pandemias, desastres inimaginables, fallecimientos inesperados, eméritos que nos dicen en nuestra cara que se largan para huir de la justicia (sin que ocurra nada), los organismos
económicos diciendo que la depresión del 2008 va a ser un chiste y que lo peor está por llegar, vamos que todo son alegrías. Parece que todo está inmerso en un ambiente de frustración al ver que después de todos estos meses no sólo no hemos aprendido nada sino que la mezquindad humana resurje de las cloacas más pestilentes elevada a la enésima potencia. Todo esto ha creado un caldo espeso y mugriento que nos hace pensar en que igual va y lo del final del mundo parece que va en serio. Ya lo decían los agoreros de guardia (los hay a montones), “como profetizó la Biblia, las epidemias son una característica de los
últimos días”. ¿Bah, tonterías, verdad? Sólo me faltaba enterarme que los Mayas atacan de nuevo. Resulta que los buenos señores vaticinaron que el mundo acabaría el 21 de diciembre del 2012. No ocurrió nada paro ahora, siete años y medio después, como si fuese una cita de especialista de la Seguridad Social, el científico estadounidense Paolo Tagaloguin ha programado una nueva cita el 21 de junio del 2020. El cambio se debe a que nadie cayó en que cuando cambiamos el calendario Gregoriano por el Juliano se dejaron de sumar 11 días por año, lo que, multiplicado por los 268 que se lleva utilizando el actual, dan como resultado un desfase de 2.948 días, justo este domingo. Así es que mejor vete preparando unos buenos planes y un paquete de palomitas para asistir al espectáculo.
El caso es que no es la primera vez que se predice el fin del mundo. De hecho cada vez que un meteorito, asteroide o cualquier objeto pasa cerca de la Tierra nos dicen que vayamos buscándonos las flores para la corona. La última vez fue un asteroide de entre 1,8 y 4 kilómetros de diámetro que pasó cerca del 
