Imagen via "comunicación 2.0"
La adolescencia, la nuestra y la de nuestros hijos, es una etapa difícil de la vida. Tenemos las hormonas revolucionadas y sentimos al mundo y a nuestra familia en contra nuestra. Todo es injusto. Todo es comparable con el de enfrente y siempre, siempre, el de enfrente es mejor. Nuestra vida es un horror y nuestra madre, una plasta que baila en los semáforos la canción de Happy para molestarnos y avergonzarnos.
Y para colmo, según contaron en las noticias, todos aquellos adolescentes que no están en las RRSS se encuentran excluidos del grupo. Ya no sólo te preocupa que tu amiga no te hable o que el chico que te gusta, esté por otra. Ahora, además y para más inri, si no tienes RRSS, no eres nadie.
Mi hija nunca me ha pedido tener ni Tuenti, ni Facebook, ni Twitter que yo recuerde. Ni, aunque me lo pida, lo tendrá hasta más mayorcita, que ahora sólo tiene doce años. Sin embargo, sí tiene WhatsApp y sí tiene Instagram.
También es cierto que yo le controlo todo, o casi todo, lo que publica. Bien porque lo veo, bien porque me meto y cotilleo.
En el cole, ya les han hablado de los riesgos de las Redes Sociales y yo, cada vez que surge el tema, les prevengo, todo lo que puedo y más, de subir fotos o admitir a personas que no conocen dentro de sus grupos de amigos.
Intento en todo momento, utilizar el sentido común sobre este tema aunque no se si ya lo perdí en el preciso instante en el que, la niña con doce años, recibió el iPhone heredado, le pusimos una tarifa básica y le descargamos las dos aplicaciones.
No quiero que vayan rápido en su vida. Quiero que vivan cada escalón, cada etapa de la vida, y no tengan prisa por subir el siguiente escalón. No quiero que sean ni adolescentes, ni jóvenes ni viejos prematuros.
Sin embargo, si comparo mi vida con la de mi madre, seguro que la vivo más rápido porque salí de casa antes, porque he viajado antes y más... Y claro está, la vida de mi hija será más rápida que la mía. Es ley de vida.
Y en esta inercia, en esta aceleración, se incluyen las RRSS. Porque no se pueden poner puertas al campo. Porque no creo que sea bueno tampoco educarles en el miedo. En el "porsiacaso". Porque, creo, que bien utilizada también puede ser una buena herramienta.
Y también creo que si estamos encima de nuestros hijos, nos preocupamos por ellos y les damos unos valores fuertes y consistentes con la vida real, no tendrán porque defraudarnos en este mundo de las RRSS ni en ningún otro.
Es cierto que, la adolescencia es difícil. Es cierto que las Redes Sociales son peligrosas. Pero también es bien cierto que debemos acompasarnos a los tiempos y acompañar y ayudar a nuestros hijos en este nuevo mundo y en esta nueva era de la comunicación. ¿Estáis de acuerdo?