No, no os penséis que me voy a poner a dar lecciones de educación. ¡Nada más lejos de mi intención! Es un tema harto difícil y bastante tengo con intentar educar a los míos lo mejor que puedo como ¡para ponerme a dar lecciones!
Hoy, lo que os quiero narrar son, esas cosas que se dicen con la boca grande, bocachancla, y luego, te tienes que tragar con la boca pequeñita, pequeñita.
Cuando era joven, inexperta y sin hijos dije que nunca les regalaría pistolas a mis hijos ni muñecas a mis hijas. No quería una educación sexista para ellos. Iban a tener los juguetes que quisieran independientemente de su sexo. Así. Con carácter y convicción.
Pero, ¡ay! Nada más lejos de la realidad.
El día que el mediano cumplió ocho años, le regalaron ni más ni menos que, ¡seis pistolas! ¡Seis! (como en los toros) Para ser exactos, dos pistolas, una metralleta normal y otra con mira telescópica y, otras dos pistolas más de un juego que se llamaba "Cazafantasmas".
El niño estaba como loco de contento. Se dedicó, durante mucho tiempo, a disparar a todo aquel que llamara al timbre. Se colocaba en mitad del pasillo y, al abrir la puerta, ¡zas!¡misilazo para el cuerpo!
Lo más fuerte es que, no sólo el niño jugaba con las dichosas pistolistas, no. El padre se animaba y me lo encontraba tirado en el suelo con la metralleta telescópica. Mirando a través de ella y, a la que asomaba la nariz, me lanzaba una ráfaga de proyectiles. ¡Muy fuerte!
Los niños se lo pasaban pipa. Pero la niña y yo estábamos hasta el moño de las pistolitas mientras que, los varones de la casa, se lo pasaban en grande disparando a todo bicho viviente.
¡Qué guapa hubiera estado calladita! Se cumplió a rajatabla aquello, un poco repulsivete, de "al que escupe al cielo, le cae en la cara"
Y llegué a la conclusión (por mi solita) de que, aunque creo en la igualdad profesional, de salarios, de oportunidades, de obligaciones, de derechos, etc., somos diferentes. Es indiscutible.
Y, aunque cada vez más, nos vamos igualando en muchos temas, hay cosas, formas de pensar, de jugar, de actuar que nos hacen diferentes. Y, hasta cierto punto, creo que es bueno que sea así.
No me malinterpretéis. Sigo sin creer en una educación sexista. No me gustan los colegios que separan a los niños de las niñas. En casa ayudamos todos por igual. Lo único que puede variar al colaborar en las tareas del hogar son los años pero, en ningún caso, el sexo. Les inculco el respeto hacia las personas independientemente de su condición, sexo o religión. Vamos, lo que creo que hacemos todas. Pero, nosotras tenemos un fondo, un yoquesé queséyo que se palpa desde chiquititos y que nos hace diferentes.
Por otro lado, ahora suelo tener la boca más cerradita. Suelo ser más prudente y menos categórica o, al menos, ¡lo intento!
Y vuestros hijos, ¿también adoran las pistolas? ¿también dijisteis algo que luego no cumplisteis?
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