Revista En Femenino
Cada día me cuesta más llevar la cuenta de las maac-chorradas; ya paso de la veintena y no cuento las que escribí antes de bautizarlas con semejante nombre; tanta maac-chorrada debe significar que uno es bastante chorra. Me gustan mucho las maac-chorradas me permiten disimular mi estupidez. Pero vamos a entrar en materia. Ya se nos va el otoño, una estación que medio me gusta por las características que tiene en estas latitudes, y ahora viene la que yo considero la peor época del año: EL INVIERNO. No me gusta pasar frío, no me gusta tener que encender la calefacción y cerrar las ventanas, no me gusta que anochezca tan temprano, no me gusta ir por la calle con kilos y kilos de ropa, no me gusta que no me apetezca salir al campo para merendar, no me gusta que se me llene la casa de juguetes y juguetes con los que la familia, con toda su buena voluntad, obsequia a mis hijas y que provocan que el mes de enero me cague ciento y mil veces en Papá Noel, los Reyes Magos y la madre que los parió. Son tantas y tantas las cosas que odio del invierno. Claro que eso no significa que esta estación, además del movimiento de las Cuatro Estaciones que escuchábamos el otro día, no tenga cosas que me gustan. Me gusta cuando nieva; pero cuidado, que no sea más de un día, no muy cerca de casa -aquí es prácticamente imposible que nieve- y salir con el coche toda la familia a la aventura -en plan dominguero- para en media horita tropezar con la nieve, tirarnos tres bolas de nieve los unos a los otros, agitar unos árboles para que nos caiga encima, hacerse las fotos de rigor e inmediatamente meterse en el coche y volver a casa; también me gusta tomarme un chocolate con buñuelos en un bar de los de toda la vida, o un café con leche calentito en la cama, o estar abrigadito en casa viendo una peli o poner el despertador para que suene un domingo a las siete de la mañana, apagarlo y ser consciente de que el tiempo va pasando mientras lo disfruto apretujándome a Geni con todas mis fuerzas. Es curioso, el invierno es bonito cuando lo recuerdas a través de ideas románticas -esos inviernos de la infancia en casa de la abuela recordados en plan magdalena-, no cuando lo estás padeciendo. Yo creo que en invierno tenía que estar prohibido trabajar, el invierno no está hecho para trabajar sino para estar en casa calentito con la familia, o con los amigos, jugar a las cartas o al dominó, conversar, dormir, descansar, leer, escuchar música, estar un poco como en letargo físico con algunos momentos de plena actividad. En invierno tendría que haber una amnistía laboral y que toda la población pasara a una situación semejante a la jubilación -no es precisamente en lo que piensan nuestros políticos actualmente-. Como todo eso que me gustaría no es posible, no me gusta el invierno. Al final resulta que no es que no me guste el invierno sino que lo que no me gusta es la vida que llevamos durante el invierno y la culpa no es del invierno, la culpa es del ser humano que con todo lo inteligentes que parece que somos y todos los años que llevamos de aprendizaje todavía no sabemos organizarnos. Así que mientras esta situación que padecemos no se solucione seguirá sin gustarme el invierno y la música de paso al invierno será un movimiento de la Sonata para piano número 2 de Chopin, la interpreta la joven (23 años) pianista china Yuja Wang: