Y acompañado con tarta de chocolate, ¡mejor que mejor!
Para bien porque es un texto que dice una gran verdad. O al menos, en mi caso, se cumple al 100%.
Por lo visto, en una conferencia en la Universidad de Standford sobre la conexión entre mente y cuerpo, sin ninguna certeza de que esta conferencia se produjera en realidad, se decía que para el hombre, lo mejor para su salud mental ( y la no mental, también) es casarse con una mujer. Y sin embargo, lo mejor para la salud mental de la mujer, lo mejor es cultivar la relación con sus amigas. Por supuesto sin querer entrar a valorar otras posibilidades de matrimonio porque no vienen al caso.
Porque mientras estamos charlando con nuestras amigas, compartiendo nuestros sentimientos, nuestras inquietudes, fabricamos más seratonina que nos ayuda a combatir la depresión y produce una sensación general de bienestar. Y yo lo certifico al ciento por cien.
No quiero decir con ésto que no me guste charlar con mi marido. Lo hago y mucho. Y lo buscamos. Buscamos los momentos sin niños para muchos cosas (;D) pero también para hablar de lo banal y lo no banal. De aquello que nos inquieta y también, para llegar a algún punto de conexión en aquello en lo que no estamos de acuerdo. A veces lo conseguimos y otra no pero, ¡eso también es otro tema y da para otro post!
En mi caso, necesito el café con mis amigas, la comida o la cena, o un simple paseo o caminata tanto como el comer. Porque yo necesito imperiosamente expresar lo que siento. No se guardármelo. Si algo me inquieta, necesito expresarlo para que esa inquietud, ese malestar, desaparezca o se mitigue. Para mi es muy importante conocer también la opinión de ellas. Porque, en la mayoría de los casos, los problemas no son tales. O, al menos, no son tan grandes o tan fuertes como nosotras lo vivimos. El compartirlos no ayuda a sofocarlos.
Y también me gusta escucharlas. Porque, escuchándolas, no sólo ayudo a que ellas se sientan mejor sino que además, me ayudan a mí a mejorar o a entender más facilmente algunas actitudes que no comprendo. O que no había sabido entender o ver de la misma manera si una de ellas no me hubiera abierto los ojos.
Pero, ¡no son todo problemas! También reírnos de nuestros defectos o de aquel novio tan feo que te echaste (o me eché) en la adolescencia. O reírnos de nuestras barrigas o lorcetas. O compartir la última tienda de ropa chula. O ese médico que te hizo ese "arreglillo". O el peluquero que te dejó esas mechas tan bonitas. O aquel al que nunca volverás. Ese patrón de esa chaqueta de punto tan bonita que te hiciste. O ese blog que tanto te ayuda o te divierte...
En definitiva, compartir tu vida con tus amigas. A través del chat o del teléfono porque, físicamente, no están a tu lado pero psicológicamente las tienes pegaditas a ti en todo momento. Sentir su risa y sus lágrimas. Su cercanía. O su enfado que alguna vez, al menos a mí, me ha servido para darme cuenta de un error y calibrarme mejor. A mi, todo eso, me da la vida. Y desde luego que debo tener el ambiente cargadito de seratonina porque, gracias a Dios (o a los Dioses) puedo decir que tengo muchas y que las quiero mucho a todas.
¿Te tomas un café?¿Te apetece compartir tu seratonina conmigo?