Hoy hablaremos de este tema que está tan de moda ahora por los últimos acontecimientos. Una moda que pasará en cuanto salga otro nuevo caso de corrupción o ocurra algo que consideremos (o consideren) más grave, interesante o morboso.
Sin embargo, es un tema del que ya hablé en un post de mi blog www.sobrevolandoloscuarenta.com hace algún tiempo, cuando mi hijo mediano se apuntó a un equipo de fútbol de barrio.
He querido recuperarlo y mostrároslo porque el tema en su día ya me pareció gravísimo. Tal y como me sigue pareciendo a día de hoy. ¿Cómo puede ser que un entrenador de un equipo de niños de diez años se líe a golpes con el árbitro de quince? ¿Cómo puede ser que todo un hombre de 43 años con dos hijos venga a Madrid con la única razón de darse de golpes con otra panda de energúmenos hasta el punto de acabar muerto?
Y sin irnos a esos extremos y no sólo en el fútbol, ¿cómo puede ser que un padre, durante un torneo de golf, empuje a su hijo a hacerles trampas a los contrincantes delante de ellos? ¿cómo puedes animar a tus hijos a pisar a otros niños con la única razón de ganar? Y encima, ganar ¿el qué? ¿Un torneo? ¿Una copa? ¿Un partido?
La ambición es buena. La ambición desmedida y sin sentido, es fatal.
Viendo como actúan muchos padres, entiendes luego el comportamiento de muchos niños, pobres víctimas de la incultura y la mala educación de sus padres.
Que me enrollo. Os dejo el post que escribí y que espero os guste:
Sí. Como lo leéis. Al niño le gusta el fútbol. Al mediano. Y a mi me espanta y aunque suene raro, a su padre también.
Pero, los gustos de cada uno, son los gustos de cada uno y hay que respetarlos.
Total, que apuntamos al niño al equipo de fútbol del barrio con la esperanza de que no le cogieran. No por nada pero si le admitían suponía entrenamiento dos días en semana y partido los sábados. Y teniendo en cuenta que tenemos tres churumbeles, la organización con tanto partido y tanto entrenamiento, se complica.
Pero, le ficharon. Y él loco de alegría. Y nosotros, pues también. ¡Qué remedio!
El pasado sábado que su padre estaba de viaje, me tocó llevarle al partido.
Toda una odisea teniendo en cuenta que debía estar en el campo a las diez menos cuarto de la mañana. Para colmo, llovió durante toda la mañana y tuve que dejar a la mayor y al pequeño, solos en casa. ¡Durante dos horas! ¡Qué intranquilidad!
Estuve en remojo las dos horas. ¡Ni un ratito paró! Pero no se si fue peor la lluvia o los gritos de los padres. Pero vamos a ver, ¿para qué puñetas están los entrenadores? ¿No son ellos los que deben dirigir el juego de nuestros hijos?
Pues no.
Resulta que los padres se dedican todo el partido a increpar a sus hijos: “¡¡Dale, venga, dale!! ¡¡¡Sube, sube. Sigue. Sigue!!! ¡¡¡Por la banda, por la banda!!! ¡¡¡Tira ya. Tira ya!!! ¡¡¡Vale, tranquilo. Venga, tranquilo!!! ¡¡¡Bien. Bien.!!!”
Y yo, flipando. A ratos, me reía. A ratos, me daban unas ganas de meterle a alguno un trapo en la boca… por no decir una burrada.
Nunca lo entenderé. Una cosa es que les animes pero ¡que son niños jugando un partido de fútbol no la vida! No pueden enseñarles que lo importante es practicar un deporte, participar en un equipo y aprender a trabajar en equipo. Enseñarles que lo importante no es ganar ni perder sino que hay que saber hacer las dos cosas: ganar y perder.
No soporto a los padres gritones-bocachancla y me da que me voy a tener que morder la lengua como me toque ir a otro partido. Y yo,si me muerdo la lengua, me enveneno seguro. Tendré que tomarme la valeriana para no increpar a los susodich@s “¿qué tal si nos callamos un ratito, majetes?”
¿Tenéis a alguno de vuestros churumbeles en algún equipo? ¿Habéis vivido este tipo de violencia verbal (y no verbal) alguna vez?