Ya toca ponerse en marcha. Después del parón vacacional, y aun con la prole en casa, toca comenzar de nuevo. Toca empezar a cumplir los propósitos marcados para este nuevo año. Si es que os habéis marcado alguno...
En mi caso, de momento, el único propósito marcado para este nuevo año es, seguir escribiendo en Labores en Red. Así que, esta mañana post navideña con el árbol de Navidad todavía puesto, os contaré el primer plan de estas vacaciones que hicimos con los niños y que me encantó aunque, como todo en la vida, tuvo su parte buena y su parte mala. Pero comencemos por la buena...
El plan consistía en asistir a un concierto de la Fundación Excelentia en el Auditorio Nacional. El repertorio a escuchar fue Villancicos del Mundo y Clásicos Disney. Y todo impresionante. Para mí, fue una auténtica maravilla. Nunca había asistido a un concierto con semejante orquesta y semejante coro ni en el Auditorio Nacional ni en ningún sitio y fue una verdadera sorpresa. Lo disfruté muchísimo y me pareció un lujazo disfrutarlo con los niños.
Todo estaba preparado para que ellos lo pasaran bien y disfrutaran con el concierto. La orquesta, incluido el director, se pusieron gorros de Papá Noel. Había unos presentadores estupendos que, disfrazados, fueron amenizando el concierto y presentado las piezas. Y la música, fue realmente maravillosa.
Desde aquí os animo a todas a que probéis esta experiencia con vuestros hijos si todavía no lo habéis hecho pero, con un pero, siempre y cuando vuestros hijos sean mayores de seis años. Y explico por qué y cuento la parte mala.
En este concierto pensado y preparado para niños había muchos de ellos, demasiado pequeños. Había niños desde uno y dos años y, por mucho que los padres queramos, hora y media de concierto para niños tan pequeños es infumable. A los cinco minutos ya estaban hasta el moño y entonces, ¿qué es lo que hicieron? Pues dar la tabarra a los que estamos allí disfrutando como locos el concierto. Golpes. Gritos. Padres que intentan hacerles callar sin conseguirlo. Todo lo lógico. Pero, ¿a quién se le ocurre meter a niños tan pequeños en un concierto de hora y media? Si a mi hijo pequeño con seis años, la última media hora ya se le hizo pelín pesada. ¿Qué esperan estos padres que hagan niños de estas edades? ¿Apreciar la música, el entorno, la maestría del violonchelista?
Seamos sensatos y utilicemos el sentido común que es el menos común de todos los sentidos. Si quieres que tus hijos pequeños asistan al teatro o a conciertos, llévales al Disney Music Festival en el que verá a todos sus personajes Disney y podrán bailar como locos. E incluso a este tipo de eventos, llévales mejor a partir de los tres, cuatro años. Con uno y con dos, lo único que aprecian es la tranquilidad de su casa o un buen paseo por la ciudad llena de luces.
Pero, para colmo, y no puedo contarlo a ciencia cierta porque no estaba al lado, me dio la impresión que, como siempre, el pato lo pagó el que menos debía pagarlo. Un abuelo, cansado de los golpes de un niño de unos seis, siete años, se quejó a sus padres y tuvo que salirse el padre con el niño. La madre se quedó con la niña en sus piernas y enjuagándose las lágrimas. Y os preguntaréis qué es lo que me pareció injusto después de lo que os he contado anteriormente, pues que me dio la sensación que este niño tenía alguna deficiencia. Y para mí, en ese caso, aguantar la deficiencia del niño no hubiera sido ningún problema. Es más, creo que estos niños y sus familias, deberían tener el mejor sitio reservado en la sala. En esta y en la que fuera. Ellos no pueden remediar su problema. ¡Ya les gustaría! Y sus patadas se aguantan mejor que las que te da un niño que el único problema que tiene es unos padres con poco sentido común y con pocas ganas de educarle.
No quiero ofender a nadie pero, hay mucha gente muy mal educada por el mundo y en este tipo de eventos queda totalmente retratada.
Con todo y con esto fue una mañana maravillosa que os animo a reproducir porque la Fundación Excelentia tiene ciclos de conciertos para niños, Ciclos en Familia, durante todo el año realmente apetecibles.
¿Habéis sufrido el hastío de vuestros niños o los de otro, en vuestras carnes y espaldas? ¿Pensáis, como yo, que muchas veces nos falta un poco de sentido común a la hora de decidir dónde llevamos a nuestros hijos más pequeños?