Si alguien oye a cualquier político a lo largo del día de hoy, contará todas sus andanzas y aventuras del 23 de febrero de 1981, y aprovechará para colgarse alguna medallita sobre su contribución al mantenimiento de la democracia en España.
Pues bien, yo no puedo.
Tenía 7 años cuando Tejero irrumpió en el Congreso pistola en mano y tricornio en cabeza, y no tengo ni un mal recuerdo de aquel día.
He visto mil veces las imágenes, he leído artículos, libros y de más, pero no puedo contar que ese día me embargó un sentimiento democrático que es el que me empujó después a dedicarme a la política simplemente porque sería mentira. Insisto, no me acuerdo.
Pero sí me resulta llamativo, cómo ahora, nadie asume ni la más mínima responsabilidad por lo ocurrido.
Qué verdad es que el fracaso es huérfano.
La versión oficial es que el golpe de estado lo idearon entre tres,que el resto aguantaba como gato panza arriba y que el Rey fue el verdadero responsable de su fracaso.
A ver quien se la cree.
No sabremos nunca qué ocurrió en realidad ni cómo se gestó el golpe, pero lo que sí sabemos es que luego se aprobó la LOAPA(Ley Orgánica de Armonización del Proceso Autonómico)que el incipiente proceso de descentralización quedó en lo que quedó y que debido a ello, en algunas partes del estado sigue siendo necesaria una segunda transición, por ejemplo, en Euskadi.
Para que luego nos cuenten que el 23-F no tuvo consecuancias.