Objetivo: Conseguir que comer de tupper no sea aburrido (vía Eslife)
Antiguamente nuestros abuelos, y algunos padres, comían con su tartera en el tajo o en la siembra. Era una rutina diaria: desayunos potentes, trabajo duro, pausa para un trozo de queso o un gazpacho, terminar la jornada y vuelta a casa. Era otro mundo, otro horario, para algunos es casi como otra dimensión.
Cuando llegó el éxodo rural y cierto boom económico en las ciudades, llegó un momento en que cualquiera podía comer de menú fuera de casa. Algunos lo siguen haciendo, pero me consta que muchos vales comida... a veces no cubren ni el menú del día del restaurante más cercano al curro. Si es que hay vales, que en muchos sitios ya ni eso. Mucha gente han renegado de comer en el restaurante más cercano o el "rancho" del trabajo o la universidad por pura salubridad. Los platos suelen ser excesivos, grasientos... y no aptos para todos los paladares o necesidades.
Menú del día (vía Nutrición en casa)
Y ahí comienza nuestra historia, cuando por ahorrar o por salud volvemos a la tartera. Y, creedme, la llegada de la ansiada "jornada continua" no es el fin del tupper. La jornada continua supone en muchos casos salir muy temprano de casa, con prisas, tener una pausa de media hora en el curro que algunos asimilan con "el desayuno" y salir del curro... con más hambre que nunca o bien lleno de chucherrías (chocolatinas, bollos... toda la porquería que hubiera en la máquina de "vending") Además se tarda una hora o más en regresar a casa, porque el transporte público en verano también se toma vacaciones. Esto se traduce en llegar a casa hambrientos y darse un insano atracón de "lo que caiga", descuidando así las rutinas y la dieta.
Recurrir siempre a bocatas no vale cuando hay que comer fuera a diario.
Os habréis dado cuenta de que, cuando preparas el menú del día siguiente, la mayor parte de las veces estás cansado, saciado, y al final tu tartera tiene una mezcla indecente entre "sobras" que no le apetecen a nadie o siempre lo mismo, el "sota, caballo y rey" de la cocina. Al día siguiente en el trabajo, hambriento, abres el tupper y es feo, desagradable, no te apetece lo más mínimo... Se convierte en la comida más triste del día tanto por el entorno, las prisas, como por la pinta que tiene. Y vuelta a atacar la máquina del trabajo. Mal, muy mal. Casi es peor el remedio que la enfermedad.
En primer lugar vamos a procurarnos variedad de tarteras y recipientes que nos alegren la vista, que nos den un poco de vidilla entrando por los ojos y que nos obliguen a cambiar de menú, optando por diferentes tipo de platos:
- Tarros para sopas, gazpachos y cremas (por ejemplo los de mermeladas, por su capacidad son una ración perfecta)
- Tarteras voluminosas o tarros anchos para ensaladas (si además disponemos los alimentos de la manera adecuada, nuestra ensalada se conservará a la perfección durante horas)
- Otras tarteras más pequeñas para platos con arroces, legumbres, algo de carne... ¡Recordad que la vista engaña y tienen más capacidad de lo que parece!
- Recipientes para transportar los aliños de las ensaladas aparte.
- Tarteras con compartimentos o creando nuestros propios compartimentos ayudándonos de moldes de silicona.
Previamente compartirmentado (vía Lovelivedream)
Compartimentando diferentes sabores (vía Radio GYM)
- Fiambreras para alojar un sandwich o bocadillo.
Tapas de colores diferentes, fiambreras decoradas de fábrica, las preciosas cajas de bento al estilo japonés... porque también comemos por los ojos.
Samurai Bento box (vía Souschef)
En cuanto a presentación de las viandas podemos tomar ideas de muchos sitios, concretamente me ha llamado la atención este tablón de Pinterest sobre Bento Box Lunches.
¡No más comidas aburridas!
Como el tema tupper tiene mucha miga y, para no ser cansina, en la próxima entrega hablaré de la planificación de la tartera. Trucos, recomendaciones y más ideas "para llevar".
Nos vemos en un par de semanas. ¡Buen provecho!