Autor: Richard LaGravenese (Guión basado en la novela de Robert James Waller “Los Puentes de Madison.”) En nuestra semanal visita a las salas de cine, hoy nos vamos a detener en un género, el romántico, que tiene compartidos sus detractores (notorios) y sus seguidores (disimulados)
Es curioso que nos dejemos a veces arrastrar por determinadas corrientes de opinión y ocultemos el disfrute de algo, que un segmento de población ha estigmatizado poniéndole la etiqueta de cursi, pobre o ridículo o tantos otros adjetivos más.
¿Qué van a pensar de mí si confieso que me gustan, por ejemplo, las películas románticas? Eso es lo que se plantean algunos, cuando lo que debería preocuparles, digo yo, es que los demás supieran exactamente y sin simulación alguna, qué es lo que son y cuáles son sus intereses o sus gustos. En fin.
El amor es claramente el más extendido y común de los sentimientos cinematográficos. Es más, podríamos asegurar que en casi todas las películas de cualquier género y de una manera o de otra, se aborda el complejo tema de las relaciones de pareja.
¿Qué vemos en una película romántica? A personas capaces de tomar decisiones arriesgadas (de las que acobardan en la vida real), de vivir pasiones extremas (menguadas en la vida real) y de mostrar sus sentimientos descarnadamente (a diferencia de la vida real en donde todo generalmente resulta más sutil). Gente que lucha audazmente y que debe superar mil contratiempos para conseguir llevar a buen fin su amor y que no se rinde en su afán de hacer posible las relaciones ‘imposibles’.
Es como vivir literalmente otra vida, que dejas colgada en el vestíbulo de cada cine al salir. Eso sí, si el filme nos impactó lo suficiente, habrá sido capaz de agitar algo en nuestro interior y quizá, alentado por lo que ha visto, alguien pueda plantearse vivirlo.
“Me gusta que tengas frío cuando fuera hace 21ºC, me gusta que te cueste una hora y media pedir un sándwich, adoro la arruga que se te forma aquí cuando me miras como si estuviera loco, me gusta oler tu perfume en mi ropa después de pasar el día contigo y quiero que seas la última persona con la que hable antes de dormirme por las noches.” (Cuando Harry encontró a Sally)
Y es que es en el cine el único lugar, con maravillosas excepciones, en el que podemos encontrar declaraciones de amor así.
Reflexión final: Sobre la frase de hoy. ¿Una vez en la vida?... y para muchos, ni siquiera una sola vez. Os dejo pinchando sobre la frase la escena final de “Los puentes de Madison”. No os la perdáis. Siempre resulta conmovedora.
Revista Espiritualidad
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