Revista En Femenino

2436.- Vacaciones sin niños.

Por Siona @laboresenred
En esta sección normalmente hablamos de las cosas de los niños: dónde se puede ir, qué película ver, exposiciones... Pero hoy, me gustaría hablar de las vacaciones pero sin niños que también son muy necesarias.

2436.- Vacaciones sin niños.

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Cuando tienes tres hijos, dos de ellos en etapa adolescente y un tercero que reclama mucha atención, desconectar tu cerebro es algo realmente obligatorio. Porque, el cansancio no es físico, que también. El cansancio es realmente síquico. Tu mente, o al menos, la mía, está achicharradita viva.
Esas vacaciones sin niños son imprescindibles para el buen funcionamiento del coco materno pero también sirven para mejorar la calidad de vida familiar. Porque, cuando ya estás hasta el mismísimo moño de pelearte con una, discutir con otro y preguntarle siete veces la tabla de multiplicar del ocho al pequeño, no estás para relajaciones, palabras bonitas, cenas tranquilas, cariñitos... De lo único que tienes ganas es de pegar cuatro gritos y de que te dejen en paz. Y eso, no es bueno ni para tí ni para la familia.
Mi solución es irme. Huir. Salir corriendo con el padre a algún lugar. Me da igual el sitio. Acepto París o el pueblo al lado de mi casa. Sólo quiero desconectarme. 
No pensar. No decidir qué hay de cena. No meterles prisa para ir al cole. No corregir deberes. No recogerles. No llevarles. No preguntarles la lección. No recordarles que la ducha es algo necesario. Que lavarse los dientes también. En definitiva, no ejercer la maternidad.
Y, cuando estoy alejada de ellos por unos días, pocos, me dedico a mí misma. A recomponerme. A liberar mi mente. A no pensar. A hacer lo que quiera. A preocuparme de mí misma. A pintarme. A arreglarme. A leer. A pasear. A comer.
Y también, a recuperar la pareja. Porque, la pareja también se ve afectada por el día a día familiar. No quiero decir para mal pero sí que, entre tanta borágine, te olvidas un poco del otro. 
Y se agradece ir de la mano por la calle sin ninguno que te ronde. Que te pregunte. Que sea el centro de atención. 
En ese momento, en esos pocos días, donde sea, el centro de atención eres tú. El centro de atención sois vosotros. ¡Y viene tan bien!
Es verdad que, una vez que entras por casa y vuelve la locura, las peleas, las contestaciones, la tabla del ocho... se te olvida la paz y vuelve la guerra. Pero al menos, tú, ya tienes la mente más fresca para volver a enfrentarte a la maternidad con fuerza. Con ganas. Con espíritu. 
Con amor. 
Porque adoro a mis hijos. Porque adoro a mi familia. ¡Pero qué bien viene alejarse de ellos unos días y coger aire y perspectiva!
Y cuando vuelves, ellos, los niños, te han echado de menos. Saben valorar el trabajo día a día de sus padres. Añoran hasta los gritos. Y eso, también es bueno.
Y vosotras, ¿también huís o no sentís esa necesidad?

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