Hay que haber sido griego clásico para ser ciudadano del mundo. Hay que haber viajado al confín del alma para poder dar un paso al frente. Hay que haber registrado en un cuaderno el ladrido de un perro para comprender la entera historia de la raza humana. Hay que haber comprendido el idioma del primer hombre antes de decir una palabra. Hay que haber tenido mil vidas para elegir una sola. Hay que haber envejecido para poder mirar con asombro un atardecer. Hay que haber perdido todo para no desear tener nada. Hay que haber escrito nuestro nombre mil veces en mil formularios para darnos cuenta de que no tenemos nombre. Hay que haber abandonado todas las palabras para buscar la que nos haga comenzar a hablar de nuevo. Hay que haber habido. Hay que haber seguido. Hay que haber muerto. Hay que haber vuelto. Hay que haber sentido.