Destruyendo el futuro, construyendo indiferencia
“La Tierra no es una herencia de nuestros padres,
sino un préstamo de nuestros hijos”
por Daiana Melón y Florencia Yanniello
Hoy se celebra el día de la conciencia medioambiental, aunque bien podría ser el día de la falta de conciencia. Mucho se escucha hablar del calentamiento global, del efecto invernadero, del agujero en la capa de ozono, de la escasez de agua, pero muchos prefieren continuar con una venda en los ojos desligándose de la responsabilidad que cada uno posee frente a estas problemáticas.
Mientras que el planeta de a poco se va transformando en un lugar inhabitable, la humanidad continúa produciendo más y más basura, desperdiciando el agua, sostén indispensable de la vida, comprando los últimos modelos de automóviles que despiden continuamente gases nocivos para el medioambiente, creyendo que ya va a llegar una solución, pensando que se va a descubrir una cura que revierta todos los daños que causamos.
Inmersos en un sistema de producción que nos lleva a tener ritmos de vida frenéticos y patrones de consumo que desbordan las necesidades reales, los seres humanos olvidamos lo que somos: parte de la naturaleza.
Sumidos en el afán de transformar a nuestra madre tierra y de aprovecharnos de sus “recursos”, dejamos de lado que en este planeta debemos cohabitar con otras especies. Ignoramos que para poder vivir necesitamos de un ambiente sano.
La responsabilidad es de todos, pero no de todos por igual. Los ciudadanos tenemos que asumir un compromiso, pero los gobiernos tienen que hacerse cargo del rol que les corresponde. Si ellos no controlan a las empresas que contaminan, ¿quién lo va a hacer? Tenemos una legislación ambiental que debería impedir que se genere tanta polución, pero hay que hacer cumplir la ley. Tenemos un artículo de la constitución que se viola permanentemente y que asegura que tenemos derecho a un ambiente sano y que debemos garantizarles un buen futuro a las generaciones próximas, ¿a quién se le debe reclamar la violación de ese derecho?
El hombre es víctima de sus propios actos: de los mega emprendimientos mineros, de las represas, de la actividad industrial. El hombre es víctima y victimario. Sólo nosotros mismos podemos frenar este proceso, ninguna fuerza superior lo hará en un acto mágico.
“A veces, lavándonos las manos, nos ensuciamos la conciencia”, señala un conocido dicho, que con sabias palabras resume el poco compromiso que se tiene en este tipo de problemáticas. Ya no hay tiempo para lamentarse, es momento de actuar para revertir el daño que le hicimos a la tierra que nos vio nacer y crecer.
La conciencia es el conocimiento que un ser tiene de sí mismo y de su entorno, es la noción interior del bien que debemos hacer y del mal que debemos evitar. No involucrarse es ser cómplice, no detener a los que destruyen no ayuda a construir. Si se continúa andando por este camino, ¿se puede tener limpia la conciencia frente a un futuro que se torna cada vez más oscuro?
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