Ayer por la noche todos los amantes del cine español teníamos una cita: la Gala de los Goya. Después de haber concluido que la lista de los nominados era bastante esperable y recogía pocas sorpresas ya contábamos con una gala de lo más monótona y llena de postureo, pero no sabíamos hasta qué punto nos íbamos a pasar la noche abriendo la boca.
La gala de los discursos. Prácticamente ninguna de las personas que pasaron por el escenario de esta edición quisieron desaprovechar su oportunidad de demostrar al mundo que son un coñazo: desde Manel Fuentes, cuyo monólogo inicial fue de lo más humor del 2002, pasando por el director de la academia y el Goya de honor que yo no sé ni qué coño nos contaron, hasta la mayoría de los premiados, destacando por encima de todos ellos al primero de la noche, Javier Pereira, récord Guinness en agradecimientos, parece que el cometido de la Academia este año era demostrar a España que el cine español es un coñazo (cuando seguimos luchando año tras año por demostrar que es, más bien, todo lo contrario).
Se pudo ver el esfuerzo por parte de los que estaban detrás de esta gala por hacer algo un poquito diferente y animar la gala de otra manera. Así, Alex O'Dogherty daba paso a los Goyas a los cortos, que normalmente suelen ser el ratito en el que aprovechamos para ir al baño o para ir a la cocina a hacernos la cena, con un número musical que casi no daba vergüenza ajena, al contrario del otro número musical de la noche, absolutamente ridículo. Otro intento no tan exitoso de soltarnos alguna carcajada fue el número de los chanantes eligiendo la mejor película no rodada del cine español. El premio fue para 23F: transformers.
Y del mismo modo que prácticamente no nos reímos durante toda la gala, por muchos chistes sobre el ministro Wert o sobre la mirada del Trueba que esta vez no se llevó ningún Goya, casi ni lloramos. Al ser una de las galas más aburridas, ni siquiera fue emocionante. Exceptuando la recogida del Goya a mejor actriz de reparto por Terele Pávez, veterana en esto del cine español, que recibió una merecidísima ovación que nos hizo aplaudir también desde casa, el resto de momentos lacrimógenos, In Memoriam incluido, siguieron la tónica de sopor total del resto de la gala.
En cuanto a los premiados, la triunfadora de la noche fue Vivir es fácil con los ojos cerrados, de David Trueba, quien, por fin, se llevó un Goya a casa, después de muuuchos intentos, al igual que Javier Cámara, protagonista de la película, que rompió su maldición de eterno nominado llevándose consigo un cabezón. Las Brujas de Zugarramurdi consiguió más premios, hasta un total de ocho Goyas, pero la mayoría para el apartado técnico.
La alfombra roja tampoco nos dejó ninguna sorpresa. Pocos modelazos y poco atrevimiento. Aquí es donde más se notó la ausencia de Maribel Verdú y de Goya Toledo, que suelen poner la nota de glamour en cada edición. Destacaría quizás el modelito de Silvia Abascal, por salirse un poco de la tónica, pero no por espectacular.
De entre todos los hombres me quedo con las gafas de Carlos Areces y el complemento de Macarena Gómez, no por bien vestido (esos zorros) si no por darle un poquito a tu cuerpo alegría, porque el resto estuvieron tan sosos como esta gala:
Y de entre todas las mujeres... difícil elección. Iban todas tan monas y tan correctas que es difícil elegir un solo vestido que impresionara. Mucho negro, mucho dorao, y mucho traje que sentaba regular. Aún así, me gustaría destacar el traje de Blanca Suárez, el de Inma Cuesta (que, en mi opinión, ha sido la mejor vestida), y el de Manuela Velasco, que siempre suele ir monísima ella.