280 AÑOS EN BUSCA DE UN MILAGRO OFICIAL
Ayer fue un día muy especial para mí. Además de ser una jornada bastante ajetreada en la que me vi obligada a no parar durante casi 8 horas seguidas, llevé a cabo una visita un tanto "diferente".
Resulta que mis adoradas monjitas ayer celebraban el 280 aniversario de la muerte de Sor María de Jesús, comunmente conocida como "La Siervita". Pero te preguntarás qué tiene de especial el aniversario del fallecimiento de una simple religiosa. Pues bien, te explico lo más resumidamente posible.
La Siervita nació en el municipio tinerfeño de El Sauzal el 23 de marzo de 1643, falleciendo un 15 de febrero de 1731, cuando contaba con 87 años de edad, tras una vida de absoluta entrega a su fe y de absoluto sacrificio y renuncia. Fue en febrero de 1668 cuando entró en el convento, para un año después tomar el hábito y vivir desde entonces fiel a sus votos y en una constante penitencia, en la que no faltaron las flagelaciones, el ayuno o el cargar con una pesada cruz de madera por los jardines. Asimismo, al igual que ocurre con otros místicos, Sor María de Jesús entraba en ocasiones en éxtasis, describiéndose la emanación de cierta luminosidad de su rostro, así como una elevación destacable de la temperatura corporal.
Por otro lado, su vida cuenta también con diversos episodios premonitorios, junto a un curioso sueño tras el cual desarrolló un estigma en el costado y una más que posible bilocación atestiguada por el famoso corsario Amaro Pargo (leal amigo de la monja), además de algunos escritos místicos estudiados por sus biógrafos y custodiados por las monjas.
Sin embargo, lo realmente excepcional es que, desde hace casi 300 años su cuerpo permanece incorrupto y conservado de una forma que, aparentemente raya lo prodigioso, por muy incrédulos que seamos, en especial si tenemos en cuenta las peculiares condiciones ambientales que rodearon al cuerpo durante los primeros años después de la defunción, en nada favorables a su preservación. Su espectacular estado, junto a otros fenómenos extraños igualmente interesantes ligados a ella, como el olor a santidad, hacen de esta monja tinerfeña un caso de indiscutible interés dentro del campo de la fenomenología mística y la religiosidad popular.
Cuentan los textos que poco antes de morir cayó en éxtasis, conservando el pulso y las pupilas claras más de 24 horas, manando sangre fluída al hacer algún corte, y un líquido transparente que mantuvo su fragancia a jazmín hasta varios años después. En enero del año 1734, casi tres años después de su muerte, cuando se procedía al traslado de los restos, se descubrió que permanecía intacta, con las ropas empapadas, flexible, con su color natural, dándose la circunstancia incluso de que un trozo de carne que le quitó una religiosa, conservado en un relicario, parecía haber crecido de forma inexplicable.
Pues bien, si los creyentes deseamos venerar su cadáver hemos de esperar al 15 de febrero de cada año, cuando las monjas de clausura del convento de Santa Catalina de La Laguna -mis queridísimas monjis-, enclave en el que se conserva desde hace siglos, exponen su cuerpo. Y ayer fue 15 de febrero.
Y ayer, como sucede cada año, fuimos miles los que peregrinamos hasta el bello templo que acoge a su incorrupto cuerpo.
Había gentes de todos los rincones tinerfeños y también de otras islas. Sobre todo, de las otras tres de la provincia: La Palma, El Hierro y La Gomera. En un día soleado pero frío, la constante cola de personas no cesó ni un segundo desde las cinco de la mañana en que abren la iglesia hasta las nueve o diez de la noche en que sale de ella el último peregrino.
Así que allí estuve, de pie, dos horas, con botas de tacón, aguantando, firme, para poder ser testigo, de nuevo, de lo singular y "milagroso" que rodea a todo ello.
Antes, nada más lograr aparcar, llamé a mis monjis, aunque sabía que el de ayer era un día de locos para ellas. Me dijeron que pasara a verlas por el patio.
Cuando llegué al patio no podía creerlo. El habitualmente vacío espacio se hallaba rebosante de personas. Incluso había una fila de gentes frente al torno conventual a la espera de poder hablar con alguna religiosa y pedirle agua bendita. Ni corta ni perezosa empecé a aporrear una de las puertas de acceso a la clausura. Los demás no me quitaban ojo, alucinando de que la rubia peliteñida estuviera dale que te pego contra la vetusta y preciosa puerta de madera de tea. Las oía dentro, tras el madero, de aquí para allá. Ni corta ni perezosa, me pegué al portón y les dije: "¡que soy yooooooo!". Jajajajajaja...Y Sor Isabel María abrió, sonriente, dicharachera y feliz, como siempre.
Abrazos, besos, confidencias, más risas y aparece Sor María Cleofé, la Madre Superiora actual (cada cuatro años, democráticamente, votan entre todas quién ha de ocupar el más alto cargo del convento) con una bolsa trayéndome en ella un par de mis adorados jugos de manzana gaseados y un pedazo gigante de bizcochón. No pude dejar de partirme de risa: ¡están en todo pese a las prisas y al mogollón que les rodeaba ayer. Les di las flores que había comprado minutos antes para La Siervita y tras más besos y abrazos, encaminé mis pasos hacia la larga cola que rodeaba las altas paredes.
Casi 120 minutos pasé escuchando las historias de los desconocidos que me rodeaban, sacando fotos, observando a mi alrededor y copiando en un papel las gracias otorgadas a través de la persona mística de Sor María de Jesús. Asimismo, en el mismo papel le escribí nuevas súplicas para ver si alguna de ellas se cumple.
Una vez dentro de la iglesia, justo tras la reja del coro y delante de su bellísimo féretro (regalo de Amaro Pargo) pude comprobar, un año más, que eran miles los papeles que, como el mío, reflejaban la esperanza, los problemas diarios y la fe de centenas y centenas de hombres y mujeres.
Han pasado casi veinte años desde el comienzo de su proceso y todavía no ha aparecido ese milagro que convenza para que Sor María de Jesús pueda ser beatificada en Roma y suba a los altares. Nadie se explica los motivos por los que la Sierva de Dios no ha sido aún beatificada, cuando se cuenta con su cuerpo intacto y un manuscrito que cataloga los 1.251 milagros realizados después de su muerte.
Como pidió públicamente, mi querida Sor María Cleofé, seguiremos rezando todos para que el proceso de la ejemplar monja, que se inició el 12 de diciembre de 1992 y lleva el padre José Mateos y García de Paredes, salga adelante...Amén.
Fuentes:
www.eldia.es
http://6865.blogcindario.com/2007/02/02597-la-siervita-de-dios-el-sorprendente-caso-de-sor-maria-de-jesus.html
http://antonio-miradas.blogspot.com/2009/03/sor-maria-de-jesus-la-monja-incorrupta.html