Revista Cultura y Ocio

28/07/16

Por Dayana Hernandez

Los vivos viven, los muertos mueren. Yo no vivo ni muero porque desconfío, y esta desconfianza es naturalmente lo que soy. No hay para mi futuro ni pasado. Tengo poco interés en revelar lo que fui porque ya no existe, ni hablar de lo que seré porque aún no lo soy. Todo quedó concentrado en una microscópica idea. Una falsificación de lo que en mi mente viví. Me fascina escuchar a otros hablar de sí mismos, construyéndose en palabras con su pasado tan rico, lo comparten como si lo tuvieran en el bolsillo, con sus deseos del futuro que proyectan en sus mentes con perfecta devoción, tienen una admirable capacidad para moldearse hasta casi ser materia palpable. Yo solo dejo a los que se sienten vivos que vivan, no interfiero, pero sirvo como instrumento de sensaciones para aumentar su extraña visión. A los muertos, les impulso a morir. Esto no está escrito ya con ningún escombro de amargura, con ninguna altiva renuncia, está escrito como el ineludible destino que me atrajo. Aunque no tengo fe ni filosofía me deleita saber que otros la tienen y la comunican. Quiero escuchar sobre historia, geografía y también astronomía. Mi tesoro son los sueños cosmogónicos de otros y sus deseos de inmortalidad. Contemplarel fuego en el que arden las horas en las que seré  mi propia musa. ¡Que tiempos y que pasiones los del mundo! Desde los dioses de todo hemisferio, desde todo amor no correspondido que ha ardido sin piedad. Estoy intoxicada por la vida. Puedo desaparecerme en este instante. No estoy vacía, estoy completamente llena del vacío.


28/07/16

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