Una escritora norteamericana, amante de los libros antiguos, ávida lectora y coleccionista, comienza una relación epistolar con Frank Doel, uno de los miembros de la plantilla de la librería londinense "Marks&Co.," cuando la descubre en un anuncio publicado en una revista especializada en literatura
El trasiego de correspondencia entre Helene Hanff y el número 84 de Charing Cross Road, comienza un 5 de octubre de 1949, todavía época de duros racionamientos en los países más afectados por la segunda guerra mundial, entre ellos, Inglaterra.
Ella le encarga libros raros, hermosos, con magníficas encuadernaciones o insustituibles contenidos, imposibles de conseguir a precios asequibles en su país, pero sí en esa pequeña y encantadora tiendecita que "parece salida directamente de las páginas de una novela de Dickens".
Los regalos de Helen en forma de cestas cargadas de huevos en polvo, carne, jamón y conservas enlatadas, empiezan a llegar a la Librería, como caídos del cielo. Son productos todavía muy escasos en Londres, difíciles de obtener, incluso en el mercado negro.
Todos quieren agradecérselo y le escriben de forma clandestina, sin que Frank se entere, porque para él es "su corresponsal privada", su cliente especial.
Y es así como carta a carta se va sumergiendo en las vidas de los demás empleados, como sucede en el caso de Cecily (la encargada de enviarle las facturas), con Megan Vells (la secretaria de los jefes), e incluso con la propia mujer de Frank, Nora.
El intercambio de cartas acaba en el 69. Son veinte años en los que además de mucho afecto y solidaridad ante la precariedad de los tiempos que corren, se intercambian libros, pagos de facturas, alimentos varios, invitaciones hospitalarias y agradecimientos mutuos. Veinte años de intenciones y ahorro por parte de Helene para poder visitar "Mark&Co." y a todas esas personas que han conseguido hacerse un huequecito tan importante en su vida…
-- Algo que no sabía cuando empecé a leer esta novela, es que todo lo descrito en ella es real, verídico. Son las cartas publicadas en forma de libro de la propia autora Helene Hanff.
-- Dos manías de Helene Hanff: nunca compraba libros que antes no hubiese leído, porque según ella: "Va contra mis principios comprar un libro que no he leído previamente: es como comprar un vestido sin probártelo.” Y le gustaba hacer anotaciones en los libros, reconociendo en alguna ocasión, que esa manía suya podría acarrearle algún pequeño disgusto si alguna vez la pillaban infraganti, como que le retiraran su carné de usuario de la biblioteca.
--La librería en el número 84 de ¡Charing Cross Road también existió en la realidad. Y es que parece ser que esta conocida céntrica calle de Londres, junto con otras circundantes, albergan las librerías más interesantes de la ciudad, donde se pueden encontrar todo tipo de libros, de primera y de segunda mano, como por ejemplo "Foyles", célebre por ser la más grande del mundo con 50 kilómetros de estanterías. En el emplazamiento de la desaparecida "Marks & Co"., los londinenses le han dedicado una placa con su nombre:
-- En el 75, la BBC produce un telefilme basado en este libro y en el 81, la adaptación de James Rosse-Evans, triunfa en los teatros de Londres. Y no es hasta 1987 cuando le toca a la gran pantalla hacerse con los derechos de esta novela, con un reparto de lujo: Anne Bancroft y Anthony Hopkins, en los papeles de Helene y Frank. Se dice de ella en aquellos momentos, que es la película más bella sobre libros que jamás se ha filmado.
-- En el estudio donde vivió Helene Hanff hasta ser internada en la residencia para ancianos de Manhattan donde murió con ochenta años de edad, guardaba todos los tesoros bibliográficos recopilados a lo largo de los años, que cubrían toda una pared desde el suelo hasta el techo. Y el centro de su biblioteca estaba presidido por el rótulo de la librería que fue robado para ella por uno de sus admiradores.
Helene Hanff nace en 1916 en Filadelfia, en el seno de una familia con pocos recursos.
Durante los años de la Gran Depresión va con regularidad al teatro, un lujo extraordinario en aquellos tiempos. Su padre, que malvive como camisero, es experto en trueques y cambia camisas por localidades para los grandes espectáculos del momento.
A los veinte años, Helene empieza a escribir obras de teatro y consigue una beca para instalarse en Manhanttan y escribir decenas de piezas que nadie se ofrece a producir.
Finalmente consiguió subsistir como guionista para la televisión americana. En el 49, le apetece adquirir una buena cultura clásica y es cuando tras rebuscar sin éxito en estanterías de las grandes librarías americanas, descubre un pequeño anuncio de Marks & Co. y escribe de inmediato la primera de sus cartas al 84 de Charing Cross Road, una correspondencia que como ya sabemos, durará 20 años y que se irá acumulando en sus cajones.
En 1969 se le ocurre que esa curiosa correspondencia podía dar pie a escribir, para su publicación en alguna revista, una de sus típicas narraciones cortas que tanto agradan a los neoyorkinos.
Un amigo al que le ha confiado las cartas, se las presenta a un editor, que decide publicarlas en forma de libro. Un libro que será todo un éxito de ventas y se convertirá en el reconocimiento de toda una vida de trabajo dedicada a la escritura.
La novela se publica en Inglaterra en 1971. El éxito cosechado le permitió vivir de los derechos de autora aunque de forma apurada, hasta el final de sus días a los ochenta años de edad, sin ningún heredero directo, pero legándonos a miles de lectores esa sutil pasión por el 84 de Charing Cross Road.
Después de ver varias reseñas, todas buenas, me decidí a poner en el primer lugar de mi gran lista de lecturas pendientes esta novelita corta que pasó casi inadvertida en el momento de su publicación, pero que desde la década de los setenta se ha convertido en un libro de culto a ambos lados del atlántico.
De ella se ha dicho: "Es uno de esos libros de culto que los amigos se prestan unos a otros y que trasforman a sus lectores en otros tantos miembros de una misma sociedad secreta", "un libro único, conmovedor, sorprendente, un tesoro, que nos hace sintonizar con la humanidad… nos proporciona un bálsamo para el espíritu y una protección contra las crispaciones de la vida contemporánea".
Me atraía bastante, pero lo cierto es que su peculiar estilo epistolar me hacía dudar un poco. Lo mismo me ocurrió con "La sociedad literaria y el pastel de piel de patata de "Guernsey" de Mary Ann Shaffer, un libro que ya aprovecho para recomendaros encarecidamente, por ser otra joyita literaria escrito con la misma forma narrativa y que figura entre mis novelas preferidas (no está reseñado, porque lo leí poco antes de comenzar mi andadura en el blog).
Con "el pastel de patata" me sucedió algo curioso: se lo recomendé a una usuaria de la biblioteca antes del verano, se lo llevó encantada como lectura veraniega y al cabo de tres o cuatro meses, me buscó por la biblio para agradecérmelo. Le había gustado tanto su estilo, su entorno, que se fue durante sus vacaciones a conocer la isla de Guernsey y los alrededores que se describen en el libro. Así que al final fue ella la que acabó recomendándome visitar las islas del canal de La Mancha, porque acabó entusiasmada con la experiencia lectora y turística.
¿Qué me ha parecido? ¿Me ha gustado?
Me ha encantado, me ha parecido una pequeña joyita, un regalo muy especial de su autora a todos los que adoramos lla lectura y muy probablemente, en contra de mis costumbres habituales, lo volveré a releer.
Las cartas entre Frank y Helene, están escritas con cierta ironía y con un peculiar sentido del humor, que varias veces me sacó una sonrisa. Al principio puedes vislumbrar el consabido tono protocolario de dos perfectos desconocidos, pero según se avanza en el tiempo, avanzan ellos también hacia una mayor cercanía y complicidad, fruto de confidencias y aficiones compartidas. Ambos aman la buena literatura, los libros bellamente encuadernados, sus respectivas profesiones…
El final me ha decepcionado un poco, quizás por demasiado realista, porque no olvidemos que todo lo relatado, es totalmente auténtico y verdadero, algo que le proporciona gran parte de su encanto.
Pensar que hace menos de un mes estuve en Londres, paseando por Charing Cross Road, viendo el escaparate de numerosas librerías. Me hubiera gustado pararme en el número 84 de la calle y buscar la placa conmemorativa que allí se encuentra, pero no se puede tener todo…
"Cada primavera hago una limpieza general de mis libros y me deshago de los que ya no volveré a leer, de la misma manera que me desprendo de las ropas que no pienso ponerme ya más. A todo el mundo le extraña esta forma de proceder. Mis amigos son muy peculiares en cuestión de libros. Leen todos los best sellers que caen en sus manos, devorándolos lo más rápidamente posible..., y saltándose montones de párrafos según creo. Pero luego jamas releen nada, con lo que al cabo de un año no recuerdan ni una palabra de lo que leyeron. Sin embargo, se escandalizan de que yo arroje un libro a la basura o lo regale. Según entienden ellos la cosa, compras un libro, lo lees, lo colocas en la estantería y jamás vuelves a abrirlo en toda tu vida, ¡Pero nunca lo tiras! ¡Jamás de los jamases si está encuadernado en tapa dura! Pero... ¿Por qué no? Personalmente creo que no hay nada menos sacrosanto que un mal libro e incluso un libro mediocre"
"Me gustan las mismas cosas que a él..., salvo sus obras de ficción. Jamás he conseguido interesarme por cosas que sé que jamás les ocurrieron a personas que nunca han vivido".
"¿Tienes el Viaje a América de De Tocqueville? Alguien tomó prestado el mío, y no me lo ha devuelto. ¿Por qué será que personas a las que jamás se les pasaría por la imaginación robar nada encuentran perfectamente lícito robar libros?"
"A mí me encantan las inscripciones en las guardas y las notas en los márgenes: me gusta el sentimiento de camaradería que suscita el volver páginas que algún otro ha pasado antes, así como leer los pasajes acerca de los que otro, fallecido tal vez hace mucho, llama mi atención"
"Un periodista que conozco, que estuvo destinado en Londres durante la guerra, dice que los turistas viajan a Inglaterra con ideas preconcebidas y que por eso encuentran exactamente lo que buscan. Yo le expliqué que me gustaría ir en busca de la Inglaterra de la literatura inglesa, y me respondió: "Pues está allí, sí".
"¡Es una tiendecita antigua y encantadora, que parece salida directamente de las páginas de una novela de Dickens! ¡Te chiflará cuando la veas! Tienen fuera unos expositores, y me paré a hojear unas cuantas cosas simplemente para asumir la apariencia de una amante de los libros antes de pasar al interior. Dentro está oscuro: hueles los libros antes de poder verlos; un olor de lo más agradable. No soy capaz de describírtelo, pero es una combinación de moho, polvo y vejez, de paredes revestidas de madera y suelo entarimado"
"La expresión "libreros anticuarios" me asusta un poco. Porque asocio "antiguo" a "caro". Digamos que soy una escritora pobre amante de los libros antiguos y que los que deseo son imposibles de encontrar aquí salvo en ediciones raras y carísimas, o bien en ejemplares de segunda mano en Barnes & Noble que, además de mugrientos, suelen estar llenos de anotaciones escolares".
Lo que yo me estuve preguntando durante toda mi lectura fue si conseguiría Helene ahorrar dinero suficiente para viajar a Londres y poder conocerlos a todos. Pero no es hasta 1971, después de ver publicada su novela, cuando por fin podrá hacerlo, aunque admitiendo con dolor que ha faltado a la más importante de sus citas: Frank Doel ha muerto y la librería Mark and Co. ha cerrado sus puertas para siempre.
También hubo momentos en los que pensaba que podría llegar a algo más la relación entre Helene y Frank, (de hecho la esposa de Frank Nora, le reconoció a Helene que en algún momento sintió celos), pero la verdad es que no hubo ni tan siquiera un atisbo de coqueteo o seducción. Su contacto epistolar siempre fue estrictamente profesional, aunque aderezada de mucha mucha amistad.