Autor: Paul Samuelson. Al asomarnos cada día a los periódicos, los encontramos colmados de términos económicos que a fuerza de repetidos, hemos acabado aprendiendo e incluso casi llegando a asimilar.
Lo curioso (o más bien sobrecogedor), es observar que los conceptos varían su significado, los hechos su interpretación y las recetas su fórmula, dependiendo de quién los maneje. De tal manera, que te encuentras con mensajes contradictorios para dar con una solución al aparente mismo problema. Y así no hay quien se entere.
Admitiendo que una simple definición de economía podría ser la correcta distribución de los recursos escasos para satisfacer las necesidades del ser humano (recursos de carácter limitado y necesidades de carácter ilimitado), no debería de resultar tan complejo acceder a la verdad de lo que ocurre ni tan dispar el criterio para su remedio.
Me pierdo en la macroeconomía, y de la micro sé lo justo. Por ello y con el afán de entender algo más, he querido revisar las citas celebres sobre economía a lo largo de la historia, ya que tiendo a pensar que está todo dicho o experimentado y que las recetas de antaño, pueden ser perfectamente aplicables ahora (aunque los mundos de entonces parezcan incompatibles con este).
La receta universal desde el principio de los tiempos, determina que jamás se tendrán apuros económicos si una persona gastase una moneda menos de lo que ingresa. Obvio, pero no haría falta más, porque si sabes gastar menos de lo que ganas, has encontrado la piedra filosofal y la garantía a una vida tranquila y sin deudas.
Dicho en palabras de Dickens: “Renta anual veinte libras, gasto anual diez y nueve libras, diez y nueve chelines y medio, resultado felicidad. Renta anual veinte libras, gasto anual veinte libras y media, resultado miseria.”
¿Tan fácil? No, porque las cosas en realidad se tornan más complicadas al entrar en juego el mecanismo del deseo, que nos hace aspirar humanamente a más en el afán de que ese más que consigamos, nos proporcionará a la vez una mayor cuota de felicidad personal. Ahí es donde empiezan los problemas.
Reflexión final: Algún día más pronto o más tarde en la vida, se llega a aprender que nunca nada que podamos comprar incrementa la felicidad más genuina. Los momentos más felices de nuestra vida no están relacionados con los objetos, sino con las personas y los sentimientos. Y para eso no existe crédito.
Revista Economía
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Publicado el 22 junio 2010 por IgnacionovoSus últimos artículos
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