Me convertí en un problema para mi empresa, para mi equipo (mis amigos) y no me di cuenta. A menudo el protagonista no se da cuenta cómo afecta su estado y sus reacciones a los demás.
Lidiar con ciertas situaciones que implicaban tensión no se me daba bien. Iba pasando el tiempo y no me daba cuenta del problema, el estrés se iba acumulando y convirtiéndose en angustia.
Puedes convertirte en un factor de cambio en tu equipo. Alguien que suma en lugar de restar
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Mi reactividad e incapacidad para ganar perspectiva me convirtieron en alguien permanentemente preocupado, tensionado y desagradable.
Contaminaba un buen ambiente de trabajo y las personas que tenía a mi alrededor procuraban no tratar conmigo en momentos críticos para no hacerme saltar. Les daba miedo.
Era un nodo prácticamente desconectado de la red que en conjunto restaba más que sumaba.
He dado un giro a mi autogestión ( diría que incluso en mi forma de ser) y me han venido ganas de escribir sobre cómo un individuo puede influir de forma positiva en su grupo, a su equipo.
Las 3 habilidades clave
Son tres las habilidades, los aspectos, en los que he mejorado. En su comprensión, dominio y practica para aportar al grupo. Tres vías para sumar.
Gestionar el estrés con eficacia
El eje central para influir en positivo sobre tu entorno es obtener un estado de serenidad que te permita actuar asertivamente.
“El primer paso es no convertirte en un problema para tu entorno”
Estar en un estado de estrés constante acaba repercutiendo en las relaciones con los demás. La tensión continua contamina la comunicación y degrada la capacidad de colaboración entre los miembros del grupo.
El estrés y la angustia en el trabajo te hacen perder las ganas de cooperar (compartir) con tus compañeros, al mismo tiempo que los va alejando de ti. ¿Te apetece tratar con el borde de la oficina?
Una parte del problema se resuelve aprendiendo a mantener tus asuntos bajo control. Sistemas de eficacia personal, hábitos…
… Y se complementa mejorando la inteligencia emocional. Aprender a relajarse por uno mismo y comprender que y porque estás sintiendo lo que sientes.
He hablado mucho en el blog de la primera parte pero la segunda os puede parecer extraña a los lectores habituales. Os recomiendo leer este dos post (Meditar, atención, productividad y meditar una cuestión de higiene mental). Prometo escribir algo más analítico para los escépticos :-)
Dar/recibir feedback de calidad
La crítica no es algo malo. Puede ayudarnos a hacer las cosas mejor pero a menudo es recibida como una agresión.
Si recibes el feedback muéstrate abierto. Transmite tu interés pidiendo ejemplos concretos de lo que se te comenta y describiendo un ejemplo a tu interlocutor de donde utilizarás lo comentado. Da las gracias y reconoce la actitud positiva.
Si das el feedback sé humilde, muestra empatía. Explica los motivos en primera persona reconociendo la parte válida de las acciones realizadas y sugiriendo mejores concretas. Busca el momento adecuado para hacerlo.
“Dominar este arte te convertirá en un MVP dentro de tu equipo. De nuevo es cuestión de práctica y de desterrar comportamientos agresivos”
Si hay algo que te hace saltar de un compañero espera, no reacciones. Escribe que / como le dirás y elige el momento adecuado.
Ser capaz/saber pedir ayuda
Volviendo a mi historia, una de las cosas que más me aterraba era que mi entorno creyera que no valía. Cada vez que surgía un problema me aislaba del grupo intentando solucionarlo por mi cuenta.
Me pasaba horas dando cabezazos contra la pared, probando y probando. Sólo pedía ayuda cuando la incidencia ya se había convertido en problema.
Me costó entender que significa formar parte de un equipo o de una red. A pesar de tener responsabilidades asignadas todos vamos en el mismo barco y en un momento dado puede que necesitas la ayuda de un compañero, para compartir conocimiento, habilidades o para darte apoyo moral …
A la vez tú también tienes que responder a la llamada. Responder a las peticiones compartiendo tu atención y energía.
¿Qué conseguimos con ello?
Gestionando correctamente la tensión generada por el día a día consigues no ser un problema para los demás. No generas mal ambiente.
Manteniendo bajo control tu actividad te haces cargo de tu pequeña porción de responsabilidad evitando que termine distribuyéndose en el resto del equipo.
No lo entiendas mal. Siempre habrá lugar para malos momentos o margen para reconducir los asuntos pendientes pero la mentalidad debe ser esta: Yo soy el responsable de mis asuntos.
Controlando el estrés y entendiendo tus emociones creas una tranquilidad que te permite afrontar la rutina de forma diferente. Con empatía hacia los compañeros y clientes, abierto a sus comentarios y sugerencias.
En definitiva ayudas a crear un buen ambiente de trabajo y te conviertes en parte activa de tu equipo.
El equipo como una oportunidad para hacer más y mejor. Para apoyarte en las situaciones en que te ves sobrepasado y por hacerlo avanzar cuando dispones de lo que se necesita.