¿Alguna vez os habéis preguntado por qué están tan de moda las sagas? Yo también lo he hecho, y no, no tengo la respuesta. Pero el caso es que lo están, eso es evidente. Ya traten sobre hobbits que viajan de un lado a otro de un mundo sin playas para desprenderse de una joya, o sobre hechiceros en la adolescencia, vampiros lujuriosos, heroínas disfrazadas en fuego, o millonarios más lujuriosos aun. Sí, sé que sabéis de lo que hablo. Y eso es porque, ¡exacto, las sagas están de moda!
Y ahora, ¿alguna vez os habéis preguntado por qué a un escritor le da por enfangarse y crear una saga de novelas? No es porque vendan más (aunque supongo que algún escritor ambicioso y mezquino tendrá éste entre sus principales motivos), sino porque molan. Molan tanto que no nos importa esclavizarnos con tal de crear un mundo tan amplio que no quepa en una sola novela.
No os aburro más. Paso a enumerar las 3 razones por las que yo decidí escribir la saga Ámbar, cuyo primer volumen lleva un año a la venta. (Si estáis experimentando el inevitable deseo de leerla, esperad a que termine este artículo, y luego ya si acaso le echáis un vistazo).
Ahora sí, vamos allá:
1. SUBTRAMAS
Normalmente, las novelas aisladas se componen de una trama principal, con sus archiconocidos introducción, nudo y desenlace, donde un personaje principal, en ocasiones denominado “héroe” de la historia, se mete en problemas, lucha contra sus miedos, los vence, y evoluciona como persona. Está bien, éste es un resumen demasiado básico sobre “el viaje del héroe” que no tiene por qué darse en todas las buenas novela, pero me llevaría un artículo entero explicar los tipos de estructuras que pueden tener estos viajes (quizá lo escriba en un futuro), y aquí estamos para hablar sobre sagas.
A lo que iba, estas novelas tienen unos primeros capítulos donde se presenta a los personajes, se describe el mundo donde se va a desarrollar el asunto, y, si está correctamente escrito, se presenta el conflicto (o el primero de los conflictos). En una saga, sin embargo, esto puede cambiar, y lo normal es que así sea. Pondré un ejemplo: el primer volumen de una saga que trata sobre una familia de teléfonos mafiosos, podría comenzar presentando a una pobre Blackberry que se quiere dedicar al mundo de la canción en Conneticut, pero se enamora perdidamente de un despiadado iPhone que ha sido amenazado por la otra gran familia de la ciudad: los Androidianos.
No he perdido la cabeza, es que necesitaba un ejemplo simple y original, y lo primero que tengo a la vista es mi teléfono móvil (que, por cierto, es Android).
Bueno, pues si el primer volumen de esta gran saga de mafia, supongamos, termina con la muerte del poderoso Don Galaxy y la posterior boda entre la Blackberry y el teléfono de la manzana, el segundo volumen podría dar un giro total: quizá viajar al pasado y explicar el imperio formado por los teléfonos fijos en Conneticut. Además, se me ocurre, durante esta segunda entrega, la Blackberry podría descubrir que en realidad es la hija del gran jefe de los teléfonos fijos, un multimillonario de orejas grandes que está a punto de jubilarse.
Y así hasta continuar con todas las novelas que queráis que tenga la saga. Eso sí, es muy importante que en el último volumen, el final no deje ningún cabo suelto. Si la Blackberry muere y utilizan sus piezas para fabricar un Samsung (esto es imposible, lo sé), con el problema moral que esto traería al pobre iPhone, todo lo ocurrido con éstos en el volumen 1 tiene que cuadrar con esta última tragedia amorosa.
2. MÁS PERSONAJES Y MÁS PROFUNDOS
Una saga casi está invitando al escritor a crear historias corales. Por regla general, una sola novela no da para describir la vida de muchos personajes al detalle, y tiene que enfocarse en dos, normalmente: el protagonista y el villano.
Pero, ¿qué nos impide provocar que el personaje secundario de la novela inicial se convierta en el gran protagonista de la segunda parte?
Para mí esto es divertido, porque me permite jugar con la sorpresa. Imaginaos que el típico amigo del protagonista que pasaba por allí porque el héroe necesita que escuchen su problemón, resulta que tiene un pasado de lo más turbio que cambiará, no sólo su vida, sino la del pueblo entero (incluida la del héroe con problemas del primer volumen). ¿No sería imprevisible y sorprendente?
Pero dejando la coralidad a un lado, las sagas también permiten un “viaje del héroe” más lento y cuidado. No es necesario que el personaje principal sufra un conflicto y lo solucione, cambiando así de personalidad, en una sola novela. Si este cambio se produce de forma paulatina a lo largo de todas las novelas de la saga, el proceso seguramente será más natural, y el lector llegará a conocer al personaje como si fuese una persona real. Llegará a desvivirse por sus problemas.
3. FINALES ABIERTOS Y COMIENZOS “EN MARCHA”
Este último punto está relacionado con el primero (recordáis la increíble historia de los teléfonos asesinos, ¿verdad?).
Los finales abiertos, o mejor dicho, con preguntas sin resolver, simplemente sacan de quicio a cualquier lector. ¿A quién le gusta que le tengan 300 páginas enganchado a un misterio que al final no se resuelve? Sin embargo, si prometes que esas preguntas serán respondidas en posteriores volúmenes, crearás un efecto positivo doble en el lector: finalizará tu libro con la satisfacción de saber que la trama ha terminado bien (porque cuidado, que la trama principal del primer volumen quede totalmente cerrada es innegociable), y al mismo tiempo vivirá con la intriga insoportable de conocer el destino de ese personaje con un secreto que se desvelará en el siguiente volumen. Esto es muy útil, pues te garantiza que, si el primer volumen es bueno, el lector leerá su continuación. Sin ninguna duda.
Un buen ejemplo de esto es la magnífica trilogía Millenium. En realidad, la novela magnífica es la primera, pero con ese final tan puñeteramente abierto, ¿quién sería capaz de pararse ahí? Nadie. Vas corriendo a leer la segunda parte. Y te lo vuelven a hacer. En mi opinión, el segundo volumen de Millenium peca de lento y aburrido, pero claro, no puedes dejar a Lisbeth Salander en un estado tan (Luis, no spoilees), bueno, que no puedes dejarla así. E irremediablemente quieres leer la tercera entrega, no hay otra.
Algo parecido ocurre con los comienzos de las novelas de sagas (excepto del volumen 1, por supuesto). Tu mundo y la mayoría de tus personajes ya están descritos. No necesitas meter al lector en ese universo nuevo que sólo existía en tu cabeza, porque ya ha leído la primera novela. Ya conoce ese universo. Por lo tanto, como escritor, puedes permitirte lujos de escribir prólogos donde un protagonista entra en un gran conflicto, y dedicar el resto de la novela a desarrollar ese conflicto, o, mejor aún, inventar más subconflictos.
Creo que es el artículo más extenso que he escrito hasta la fecha. La historia de los teléfonos se me ha ido de las manos, debo reconocerlo. Aun así, espero haberos entretenido lo suficiente como para que hayáis llegado hasta aquí. Si es así, podéis pasar a por vuestra recompensa: ¡leer el primer volumen de mi gran saga!
Es broma. Seré feliz con que compartáis este artículo en las redes sociales o que lo comentéis. Prometo responder lo más rápido posible.
PD: Este artículo también lo podéis encontrar en el blog de un magnífico compañero de fatigas, David Cañaveral, quien me propuso un interesante intercambio de artículos. Así pues, su opinión sobre las sagas (la suya se titula Ciudad Fortuna), la colgaré la semana que viene. ¡No faltéis!