Revista Infancia

3 tecnologías de los 80 y 90 desarrolladas por Sony que usaste y acabaron muriendo

Por Juan Carlos Fernández

Regresamos con una nueva entrada en el Retronostálgico, esta vez, dedicada a la tecnología viejuna. Concretamente, nos centraremos en tres tecnologías que tuvieron su auge en los años 80 y 90, desarrolladas todas por Sony, con gran potencial y calidad pero que murieron casi tan rápidamente como llegaron.

Betamax

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Nos remontamos a una tecnología que fue desarrollada a mediados de los años 70 y que acabó desapareciendo a finales de los 80, pero que realmente siempre ha seguido estando en el imaginario colectivo de los nacidos en esa década (y lo sigue estando).

Betamax (o más comúnmente conocido como Beta), fue un formato de vídeo analógico casero creado por Sony y lanzado en 1975 al mercado. En un primer intento pretendió erigirse como el formato de vídeo universal, aunque es de sobra conocido que pronto perdió la batalla frente a  JVC y Matsushita que desarrollaron conjuntamente su propio formato, el VHS, lanzado en 1976.

El formato Beta fue el primero y, para muchos, de mejor calidad que el VHS. Desde un primer momento la pugna con VHS fue constante. Si bien Sony y su Beta tuvo todo un año de ventaja frente al VHS (entre 1975 y 1976), no fue capaz de aprovecharla y acabó cediendo frente a este último formato.

Los motivos del fracaso pudieron ser varios, aunque quizás obedezcan a una mala estrategia por parte de Sony. En primer lugar, la capacidad de grabación de sus cintas estaba limitada a una hora. En comparación con la duración de los VHS que se extendía a hasta 2 horas, y 4 horas (e incluso 10) en LP, estaba claro que el Beta no podía competir.

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De igual forma y, como pasó con otras tecnologías desarrolladas por Sony, se decidió no abrir su tecnología y exigir a aquellas marcas o empresas que utilizasen el sistema Betamax el pago de royalties. Eso hizo que JVC (que optó muy hábilmente por la política contraria) estandarizara su formato VHS. Tras ello, la gran mayoría de productoras de cine y sus distribuidoras optaron rápidamente por el VHS, lo que a su vez hizo bajar considerablemente los precios de las cintas y reproductores.

En 1981 la cuota de mercado del VHS era del 75% y en 1988 del 95%, año en que a Sony no le quedó más remedio que comenzar a comercializar cintas y reproductores VHS. La guerra ya había sido ganada por el VHS.

A partir de 1988 el sistema Betamax quedó como totalmente residual en el mercado, reservado a entusiastas y amantes de lo retro, aunque su cese de producción definitivo no llegó hasta 2002.

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Mini Disc

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El Mini Disc fue tan deseado como poco extendido (al menos en España). Todo el mundo quería tener uno pero pocos llegaron a disfrutarlo. ¿Qué características tenía este formato y por qué acabó desapareciendo?

El Mini Disc era un disco magneto-óptico que se comenzó a comercializar en el año 1992 por Sony. Estamos, por tanto, ante una tecnología muy posterior al CD, el cual lanzó al mercado también Sony junto a Philips en 1982.

Tenía un pequeño tamaño (si lo comparamos con un CD), de 7cm x 6,75cm x 0,5cm y su objetivo fue sustituir a los casetes, ya que tenía la capacidad de poder grabar, regrabar y reproducir música. Asimismo, era capaz de cortar, unir y renombrar pistas, algo totalmente inédito en el mercado de la época.

La capacidad del Mini Disc era igual que la del CD, ya que permitía 74 minutos de grabación, aunque también existieron modelos de 80 minutos (e incluso hasta de 34 horas en el último modelo HI-MD del año 2005). La principal característica del Mini Disc era que permitía guardar la misma información que un CD en mucho menos espacio físico gracias a la tecnología de compresión que utilizaba, llamada ATRAC (Adaptive TRansform Acoustic Coding), la cual desechaba el sonido no apreciable por el oído humano (algo parecido con lo que sucede con el mp3).

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Aunque el concepto era bueno y el potencial bastante alto, el Mini Disc nunca llegó a cuajar, al menos en el mercado europeo y americano. En Japón, en cambio, sí alcanzó una gran popularidad y copó gran parte del mercado de reproductores portátiles.

Las causas de su fracaso pudieron ser varias, aunque ninguna clara. Por un lado Sony, que era la propietaria de la tecnología, tardó mucho tiempo en dar licencias de comercialización a otros fabricantes como Panasonic, Pioneer o JVC y, una vez licenciada la tecnología, cobraba unos derechos muy altos por la comercialización de los Mini Disc y reproductores. Ello hizo que la industria no apostase por la tecnología y no se editase prácticamente música en este formato. La poca música que se distribuía en Mini Disc era cara debido a que las compañías repercutían en el precio final los altos costes de royalties que imponía Sony.

Asimismo, poco a poco los reproductores portátiles de CD se fueron haciendo más y más populares, arrastrando a jóvenes y no tan jóvenes a cargar con estos aparatos en mochilas, bolsos o incluso en la mano.

Por último, a finales de los 90 empezaron a surgir los reproductores de mp3, con mucha más capacidad de almacenamiento, menor tamaño y con coste más bajo, dando el golpe de gracia a los Mini Disc que finalmente desaparecieron en 2013.

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Disquetes (floppy disks) de 3½

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El maravilloso disquete de 3½. ¿Quién no recuerda tener todos sus juegos y programas favoritos grabados en innumerables torres de discos, ya fuesen de PC, Macintosh, AMIGA o Amstrad? Fue una tecnología tan necesaria, útil, versátil y entrañable como poco fiable.

Los discos o disquetes no eran más (ni menos) que un medio de almacenamiento magnético pensado fundamentalmente para poder ser transportado fácilmente. Para poder leer y escribir en ellos se necesitaba una disquetera, que bien podía ser interna o externa.

Pero para llegar al disco de 3½ de Sony, debemos remontarnos unos años atrás. Los primeros discos datan del año 1967 y fueron desarrollados por IBM, siendo su tamaño de 8″ y una capacidad de almacenamiento de 160Kb (llegando a los 1,2MB). Poco a pocos los discos fueron reduciendo su tamaño y aumentando su capacidad. Así, en 1976 se evolucionó al disco de 5¼ con capacidad original de 110Kb pero que alcanzó 1,2MB.

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Finalmente, la necesidad de seguir aumentando la capacidad de almacenamiento, debido a la mayor complejidad y, por consiguiente, tamaño de programas y juegos, así como el alcanzar unas dimensiones menores que se adaptasen a los nuevos tiempo y equipos, hizo que Sony en primer lugar (en 1981) y posteriormente un conglomerado de 21 compañías, desarrollasen un disco de 3½, convirtiéndose en el formato estándar y más ampliamente utilizado de disquete, debido a su buena relación capacidad/tamaño.

El despegue del formato de 3½ llegó entre 1983 y 1986 cuando Hewlett Packard, Apple e IBM lo adoptaron masivamente como estándar en sus equipos. Las capacidades del disquete fueron diferentes a lo largo de los años, si bien las más comunes fueron las de 720Kb en baja densidad y 1.440 Kb en alta densidad, saliendo ésta al mercado en 1987. La única diferencia en la apariencia entre un disco de alta y baja densidad era que el primero tenía dos agujeros a cada lado de  la parta superior. Las disqueteras de 3½ podían leer disquetes tanto de alta como de baja densidad.

Posteriormente, fundamentalmente en los 90, los disquetes de 3½ aumentaron considerablemente su capacidad, en un intento desesperado (y perdido) de competir con los CDs, alcanzando capacidades de 120MB y 240MB aunque, por supuesto, no pudieron parar la nueva ola de almacenamiento masivo digital.

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