La vida en situaciones y escenarios. La vida en un barrio, en un polo de atracción ocioso e intergeneracional. La casuística de bares juega con nosotros y presenta en escasos metros cuadrados una oferta completa en la que vivir, en la que ver pasar y disfrutar de las horas extraescolares, en las que el placer cuenta el doble. Es la historia de Jordi, por ejemplo, en 30 horas, la que emana de una plaza en la que conviven 13 propuestas barísticas y 44 mesas de terraza, la que se articula con copa en mano y placer en la boca. Es su historia; podría ser la nuestra. De ruta por la plaza Osca de Barcelona.
Homo Sibaris. La previa eterna

Entre risas y palmadas de consolación o reconocimiento se les hace tarde. "Me voy, nenes. He quedado para cenar con Clara". Calzonazos es el apelativo menos insultante que recibe. No llegará tarde. El lugar escogido por ella, la vinoteca de la plaza, a dos puertas de Homo SIbaris. Todo en un mismo espacio. Ventajas de localización multioferta.
El Lugar del Vino. Las secuelas del mosto

El vino blanco es el único que avanza. Menos caricias de las habituales, escaso interés en la conversación y mirada pensativa. La bomba estaba al caer; se palpaba en el ambiente. La última copa de una botella no escogida al azar confirmó lo esperado. "Ya no me miras como antes". Discusión eterna, relativa, de difícil justificación. Como el vino que beben, la vida pasa por altibajos. Reproches, mal sabor de boca y cada uno a su casa. Las dos sillas del patio quedan temblando. La vida del sábado en la vertiente norte de la plaza sigue alegrando a extraños. Ellos abandonan. Sonrisas y lágrimas de bar.
Vermut i a la Gàbia. La oferta seductora

Baldosas, tonos rojos y verdes, embutidos y mucha madera otorgan al local un toque moderno apreciado. Marta sabe lo que hace. Aquella mañana estaba preciosa. Ya le esperaba en ese "in&out" tan de moda que se consigue afincando la última mesa del mar bajo la ventana de la calle. Cojines bajo cristal. Rincón para obviar a Celsius de fumadores cómplices. Encender el cigarrillo y jugar con fuego. Para distender, y para cumplir el objetivo inicial que no era otro que disfruta del vermut, un combinado especial de la casa con mejillones, boquerones, atún, olivas y algunos números más, y un tartar de salmón con guacamole.
El sifón en la mesa y la botella de vermut orgullosa. Peligro. Todos podríamos caer en esa emboscada. Ante tal bodegón festivo, la palabra "no" parece desaparecer de los labios. Finalmente, y gracias al sifón, pesó más lo construido. Marta lo tuvo muy cerca, pero la sombra de Clara seguía siendo demasiado alargada. Jordi pagó, saludó, suspiró y salió. Había hecho bien. "Mut y la gàbia". Hablaría después con los amigos. Era sábado y había fútbol. Passadís esperaba justo enfrente, al otro lado de Osca, como si fuera ahora un mundo, escasos 20 metros en la práctica.
Passadís. Reflexiones de barra

En un principio, tras celebración del gol, reinó el halago y el brindis por sus dotes de seductor con Marta. La conversación evolucionó y el "seny" gobernó. La llegada de la ración de bravas y el salteado de setas así lo marcó. Sus amigos agacharon la cabeza y cavilaron. No solían. No olvidaban todo lo que Clara le había dado, a pesar de unos últimos tiempos no tan gloriosos. Terceras opiniones para un Jordi que había construido demasiado para tirarlo todo por la borda. Las ligas son largas y decidió jugarla finalmente con Clara. Cuenta a medias y el último paga la cerveza que siempre queda. Así es la vida del fútbol en el bar, el de las conversaciones que solucionan el mundo.
Terrazas eternas

