Día de cruzar una frontera, día complicado por tanto. La norma sigue cumplíendose a pesar de que esta vez los problemas no vinieron en el momento de cambiar de país sino algo más tarde. Aquel era un “día” de viaje de esos larguísimos. Teníamos que salir de Santa Elena, llegar a la frontera, de allí a Boa Vista, de Boa Vista a Manaus y de allí tratar de meternos en un barco o avión que nos llevara a Santarem.
Un recorrido de más de 1500 kilómetros en el mapa que había que hacerse lo más rápido posible, una vez más por culpa de la falta de tiempo o más bien de la falta de ganas de pasarlo en un lugar que no mereciera la pena. Resultaba además que era 6 de Septiembre, lo que quiere decir que estábamos a dos días de mi cumpleaños, de mi 30 cumpleaños para ser más exactos. Era una fecha que prefería pasar tirado en una hamaca en alguna playa del Amazonas que metido en un bus o estancado en un lugar de mierda como Manaus.
Al principio todo fue bien. Desde Santa Elena un taxi compartido te lleva a la frontera por 10 bolívares. Allí no había nadie cruzando y el lugar era muy civilizado, nada que ver con aquella turbia aduana Colombia - Venezuela. En diez minutos ya estábamos en el otro lado con el sello de salida de Venezuela y del entrada en Brasil. Ya sólo me quedaba estampar el pasaporte una vez más en este viaje. En el aeropuerto de Salvador, para subirme en un vuelo a Frankfurt.
Desde la frontera hay coches que te llevan a Boa Vista por 20 reales brasileños. Es bueno estar de vuelta en Brasil, país de playas, caipirinhas y conductores suicidas. Cuando uno se sube en un coche pilotado por un brasucas lo mejor es concentrarse en la lectura y bajo ningún concepto mirar lo que está pasando en la carretera.
La crisis de Boa Vista
Dos horas tardó Felipe Massa en dejarnos en la estación de bus de Boa Vista y allí explotó la crisis. Hemos llegado a las 7:15, con idea de subirnos en el bus de las 8 a Manaus o, en el peor de los casos, en el de las 9. Normalmente en Brasil tan poca falta de antelación no suele ser un problema pero va a resultar que hoy sí. No se sabe porqué pero resulta que el bus de las 8 está lleno, el de las 9 también y… todos los de mañana también. Y eso pasa en las dos compañías que hacen el trayecto.
Es decir, estamos realmente jodidos. A la mierda el plan de viaje, a la mierda el cumpleaños amazónico. Nos vamos a tener que quedar pudriéndonos durante dos valiosísimos días en esta ciudad que no tiene absolutamente nada que ver. Es un auténtico desastre.
Pero no vamos a asumir tan pronto la derrota. Situaciones como esta hay que pelearlas hasta el último segundo. La alternativa era ver si se podía volar desde Boa Vista a Manaus o a Santarem esa misma noche o el día siguiente. Buscamos un ciber y miramos vuelos. Ni de coña, los precios son prohibitivos. La cosa ya parece bastante irremediable. Sólo queda una remota posibilidad, quedarse allí en la estación de bus dando la brasa a ver si resulta que alguno de los que iban a viajar a las 8 o a las 9 acaba no apareciendo.
Es una baza bastante improbable porque no necesitamos una plaza sino dos. Además resulta que tendríamos que pagarle al conductor directamente y no tenemos efectivo para eso. Este segundo problema se soluciona con una carrera a una gasolinera cercana que tiene un cajero que milagrosamente, y al contrario que los de la estación, acepta VISA. Vuelvo de allí con pasta brasileña que hace posible que si mágicamente queda un asiento libre en alguno de esos buses nos lo podamos quedar.
Llega con retraso el bus de las ocho y allí estoy yo comiéndole la oreja al conductor. Hay cuatro gringos más en la estación de bus en la misma situación desesperada. Allí están dos de ellos también dando la brasa, los otros dos parecen pasar del tema. En cualquier caso mierda para los cuatro. El bus va lleno y no cabe ni un alfiler. Ya sólo queda una última y cada vez más improbable posibildidad de no perder esos dos días.
En realidad mi cabeza a estas alturas ya estaba elaborando un plan B en el que cambiábamos el vuelo de vuelta y nos quedábamos diez días más de viaje y hasta me estaba molando la idea, siempre y cuando consiguiera no pensar en lo caro que es Brasil y el poco dinero que me queda. Si no había sitio en ese bus de las nueve esa iba a ser la jugada.
A las 8:40 aparece el bus y empieza a subir la gente que tiene pasaje. Me da la impresión de que hay menos que antes. Veo que faltan unos cuantos ticks en la lista del busero. Allí estoy yo colgado de una oreja del conductor, las dos gringas de antes dándole la chapa en la otra oreja. Va a ser una fea batalla esto como sólo haya dos asientos libres…
Resulta que hay cuatro, oh sí! qué puta suerte, mira que las opciones eran casi mínimas. Cuatro brasucas pagaron ese pasaje de bus y luego cambiaron de planes perdiendo la pasta. Quien lo hubiera esperado. En fin, recompensa a la perseverancia. No habrá cambio de planes y estaré en Europa en la fecha prevista.
Aún así fue una situación algo lamentable porque las dos gringas pretendían meter también a sus dos colegas argumentando que estaban allí desde antes de nosotros. Pero antes de que la discusión se pusiera tensa nosotros ya teníamos los pasajes pagados y en la mano. Francamente, me quedan ciertas dudas éticas al respecto de esta jugada y me da algo de miedo haber actuado como un mochilero de esos individualistas a los que tanto he criticado.
Supongo que hay muchas formas de ver este asunto. Por un lado se puede considerar que puede que, efectivamente, ellos cuatro llegaron a la estación de bus antes que nosotros. Por otro lado también se puede tener en cuenta que los otros dos gringos no habían movido su culo para buscar un sitio en ese bus ni a las ocho cuando llego el primero ni a las nueve cuando llegó el que finalmente tuvo espacio. De cualquier forma, éticamente o no, nos íbamos de allí contra todo pronóstico.
Misión Alter do Chao
Doce horas de bus nocturno después llegábamos a Manaus, la capital del Amazonas. Por cierto que en Brasil también paran los buses en mitad de la noche para registrar equipajes. La diferencia es que lo hace la poli y no el ejército y los tipos son mucho más correctos. Aún así sigue dando por culo que te despierten cuando por fin conseguiste dormir.
Volviendo a Manaus. La ciudad es, de acuerdo a todas las guías y gente con la que habíamos hablado, un sitio feo y sin interés alguno salvo que se use como base para un tour por la selva. Nuestra idea era directamente saltarnos el lugar.
El problema es que el transporte por esta zona del mundo no es muy sencillo que digamos. Manaus está perdido en la jungla amazónica y las únicas carreteras que lo comunican con el resto del mundo van al Norte, de donde venimos, o al Sur, adonde no vamos. Nosotros necesitamos ir hacia el Oeste, dirección en la que la única vía de comunicación es el Amazonas.
El lugar en el que nos habíamos propuesto pasar mi cumpleaños está más o menos a dos días de navegación de Manaus. Desde allí aún quedan otros dos días más en el río hasta llegar a la primera carretera seria. Cuatro días metidos en un barco nos había parecido desde el primer momento demasiada tela así que habíamos decidido hacer sólo el segundo tramo.
Por tanto de Manaus había que salir en avión y cuanto antes. Estábamos a 7 de Septiembre. Idealmente esa misma noche teníamos que estar volando a Santarem, la siguiente ciudad de consideración en el Amazonas. Afortundamente la terminal de bus no estaba lejos del aeropuerto así que tardamos muy poco en estar preguntando precios a todas las aerolíneas que estaban allí.
Acabamos consiguiendo un vuelo que no era una ganga pero tampoco era prohibitivo. Salíamos a la 1 de la mañana del 8 de Septiembre y llegábamos a Santarem a las 3. Perfecto. Hasta nos daba tiempo para bajar un rato a Manaus y comprobar que, efectivamente, la ciudad no vale mucho, salvo por el teatro amazónico que es un edificio bastante tocho y con cierto interés.
Y así fue como los 30 me llegaron facturando mochilas en el mostrador de la GOL, bastante fundido tras un viaje que ya se acercaba a las 30 horas (claramente me hago viejo para esta mierda). En fin, supongo es una forma de cumplir años más que adecuada para mí. Iba contento en cualquier caso. Ya nada debería salir mal y era cuestión de horas que me estuviera bajando una caipirinha.
Además volvíamos a tener la suerte de cara. Aterrizando en Santarem volvimos a disfrutar del factor hospitalidad inesperada que tanto nos ha ayudado en este viaje. Una muy agradable pareja de brasileños decidió llevarnos en su coche ahorrándonos dos horas de espera tirados en el aeropuerto esperando el primer bus de la mañana. Una hora después de haber aterrizado estábamos ya tirados en la cama de un hostal cutre de Santarem. Terminaba allí un viaje de 36 horas que incluyó un vuelo y un buen puñado de buses.
Cinco horas después nos levantábamos y nos subíamos en un último bus. Este era corito, una hora de nada para llegar a un lugar llamado Alter do Chao. El destino real de este maratónico trayecto, algo que parecía totalmente fuera de nuestro alcance cuando estábamos atrapados en esa estación de bus en Boa Vista. Un paradiasico lugar del que ya hablaré en el siguiente post. Eran las 12 de la mañana de aquel 8 de Septiembre y se habían acabado las tensiones. Aquel día sólo tendría ya hamaca, playa, caipirinhas y ron
Cumpliendo los 30 como debe ser