Hace cuatro años, a última hora de una tarde de abril, me crucé con Norman Foster en un pasillo de la facultad. No hubiese sabido que era él sino me lo hubiese advertido un profesor, que después le hizo una foto. Era un turista más de los que pasean por Santiago, y había terminado allí. Iba sólo, sin mochila, con un jersey de cuello vuelto y pantalones de pana*, y caminaba con las manos unidas en la espalda y el mentón levantado, como van las personas que se fijan.
De alguna manera, y de un tiempo a esta parte, me lo vuelvo a cruzar cada mañana de camino al trabajo. Cuando el tren llega a la altura de Stamford Hill, el barrio judio, comienza a distinguirse en el horizonte la torre 30 St Mary Axe, diseñada por Foster + Partners, y se va aproximando a ella como si se tratase de un enorme polo magnético, hasta dejarme a 100 metros del pepinillo, The Gherkin, como también la llaman aquí. Es el rascacielos que ha perturbado definitivamente el skyline de Londres, el nuevo icono de la city y su músculo financiero. Cuando Woody Allen quiere mostrar en Match Point que sus personajes triunfan en los negocios, sitúa las oficinas en las plantas altas del edificio.
Anteriormente, en este espacio, había un otro inmueble propiedad de la Baltic Exchange, una empresa que gestionaba el alquiler y venta de buques, pero en 1992 una bomba del IRA lo dejó practicamente en ruinas. Durante los años siguientes Patrimonio Inglés peleó para recuperar y restaurar al menos la fachada, y tal vez posteriormente reconstruir el edificio, pero se descartó. En el 96, Foster presentó la Torre del Milenio, con una altura de 386 metros, más del doble que la actual, pero también se rechazó porque provocaría el desvio de vuelos con procedencia o destino en Heathrow. Cuatro años más tarde, sin embargo, la corporación municipal sí dio el consentimiento al actual proyecto (180 metros - 40 plantas) bajo la condición de que no tapase ninguna de las "sight lines", una planificación que dicta los diferentes lugares alrededor de Londres desde los cuales se debe ver la cúpula de St Paul.
Algo que realmente llama la atención de la torre es la escasa presencia que tiene al nivel de la calle, apenas se percibe la inmediatez de una masa tan aparatosa y futurista. El diámetro es mayor en la zona media, como el éntasis de las columnas griegas que explicaba Andrés Rosende ("observen este capitel esbelto, sublime, espléndido, fantástico"), y remata en el llamado foco, separado por aros de la estructura princpal, con un diseño intencionadamente similar al que tenía la fachada del anterior edificio.
Me imagino que una rascacielos así se hace como estímulo para atraer nuevas inversiones, pero también que tendrá unos efectos medioambientales y unos niveles de consumo energéticos cuestionables Me lo imagino, no lo se ciertamente. De todas maneras, cuando lo veo, me gustan las líneas helicoidales que lo envuelven, la forma aerodinámica como la del cohete de Tintín Objetivo: la luna, y el reflejo azul cobalto que proyecta en las tardes. Por lo que me cuentan y voy aprendiendo, el debate sobre la altura en de los edificios en Londres es eterno y feroz, y el pepinillo no ha hecho más que alimentarlo. Outra vaca no medio do millo.
* Tal vez no llevaba ni jersey de cuello vuelto ni
pantalones de pana, ya sabéis como son las trampas de la memoria y
sus reconstrucciones ficticias.
- New London architecture, Kenneth Powell, London 2003, Ed. Merrell.
- fosterandpartners.com