Al capullo nato e innato no le importa que lo llamen capullo. Lo es, y bien dicho está. El capullo sabe que toda flor que se abre por vez primera, antes era un capullo. Por lo tanto, todo capullo encuentra su flor. Tanto es así, que tú, por muy capullo que seas, también encontrarás tu flor, pues no hay flor sin capullo, capullo.