Paseo Gral. Escalón S.Salvador. Abril 2024
Unas líneas desde El Salvador, un país con un contexto interesante y que está llamando la atención de los medios de comunicación y de la sociedad. Porque cuando uno dice el nombre del país, automáticamente se menciona el nombre del presidente, circunstancia que no se da en otros países como Bolivia, Guatemala, Honduras o Panamá.Y sin embardo, el nombre de Nayib Bukele está en boca de todos. ¿Por qué? Es cierto que en febrero de 2024 se acaba de producir su reelección con una amplia mayoría y que todo parece indicar que esta ha sido limpia y democrática. Analicemos donde está la polémica.
En primer lugar la desaparición de las maras o grupos armados ha marcado la pasada legislatura. En los últimos cuatro años se ha producido la detención de miles de personas acusadas de pertenencia a bandas violentas que propagaban la violencia por el territorio.
Indudablemente es una muy buena noticia y quizá ha sido determinante para que el 84 % de los sufragios hayan ido a la candidatura, personalista, del actual presidente. Una sociedad sin bandas ni violencia es una sociedad que puede crecer económicamente y puede apropiarse de dinámicas democráticas. Hasta ahí todo bien.
La polémica viene por como se ha producido esa desaparición: con procesos rápidos, sumarios y muy severos. Personas que quizá habían abandonado las bandas pero conservaban los tatuajes han sido detenidas.
No queda clara tampoco la detención de algunos familiares de los convictos ni los derechos humanos de los mismos. La política de reinserción con el programa "Yo cambio" no parece muy efectiva y tratar a los detenidos como terroristas tampoco facilita su integración futura en la sociedad (o un tiempo de condena corto).
A todos aquellos que le acusan de esa falta de respeto a los derechos humanos, el presidente les replica que donde estaban cuando la población civil era asesinada sin que el estado hiciese nada por protegerles.Es cierto que igual es más terrible alguien sea asesinado o extorsionado injustamente que se produzca una detención arbitraria, pero en un mundo ideal deberían convivir ambas situaciones: una sociedad libre de violencia en la que los detenidos por intentar acabar con la paz tengan sus derechos y libertades garantizados.
La creación del CECOT (Centro de Confinamiento del Terrorismo), la prisión de máxima seguridad construida en un tiempo record podía haber sido vista como una garantía para dichos detenidos, pero el resultado ha sido el contrario: detenidos privados de visitas de familiares, en condiciones humillantes y arbitrarias e indignas para un sistema garantista de derechos.
Se cree que 40.000 están retenidas con unas esperanzas mínimas de ser puestas en libertad una vez cumplida su pena. Así que el primer debate está servido: seguridad versus respeto a los derechos del detenido. Mano dura o sistema garantista. De momento, la población salvadoreña ha abrazado con rotundidad las políticas de Nayib Bukele. En los próximos días, nuevos elementos para entender el complejo contexto salvadoreño.