Stradivari Design, cortesía de Isaac Hsieh
La productividad está cada vez más de moda. A pesar de que es mucha la confusión que existe todavía sobre cómo se debería entender este concepto en esta nueva realidad, sí que hay bastante unanimidad en que tanto las organizaciones como las personas necesitan mejorar, y mucho, en este área.
Como explicaba durante mi intervención en el Congreso de Empresa 2.0 y Social Business que tuvo lugar recientemente en Sevilla, el concepto tradicional de productividad es incompleto, caduco e insuficiente. Medir la productividad de una organización únicamente en función de aspectos cuantitativos puede tener todo el sentido en entornos tipo cadena de producción, en los que tanto las tareas a realizar como las opciones a elegir están claramente definidas.
No es así, sin embargo, cuando hablamos de trabajo del conocimiento. En este entorno, la generación de valor proviene no solo del hacer sino del pensar y decidir qué y cómo hacer. A diferencia de lo que ocurre en una cadena de producción, la cantidad de producto generada por unidad de recurso, sea el que sea, no es ni constante ni predecible. Es más, la calidad, y por tanto el valor, de dos cantidades equivalentes de producto puede ser muy distinta.
Parece claro, aunque cueste reconocerlo, que necesitamos nuevos criterios de medida de la productividad. Si seguimos obstinados en medir de forma simplista una realidad compleja, es difícil que seamos capaces de avanzar en la dirección correcta. Por ello, cualquier análisis riguroso de la productividad en organizaciones, en las que el trabajo del conocimiento suponga una parte significativa de su actividad, debería partir siempre de un enfoque sistémico.
Para llevar a cabo este análisis existen, a mi entender, cuatro espacios de productividad clave a la hora de abordar la productividad de una organización: personas, procesos, estructuras y tecnología
Con relación a las personas, decía durante mi intervención en el congreso que, cuando se trata de trabajo del conocimiento, una organización es tan productiva como lo son las personas que trabajan en ella. Añadía también que para que las personas sean productivas es preciso que sepan, puedan y quieran serlo, y no me refiero únicamente a título individual sino también como elementos pertenecientes a una organización.
En este sentido, saber, poder y querer son para mí las tres dimensiones desde las cuales se debe abordar cada uno de los espacios que forman un sistema productivo 2.0.
Así, para trabajar de forma seria y con garantías en la mejora de la productividad de cualquier organización 2.0, se deben analizar cuáles son las características de los espacios actuales y en qué medida condicionan que las personas sepan, puedan y quieran ser productivas. Evidentemente el punto de partida variará normalmente de una organización a otra y, muy probablemente, también varíe el punto de destino o el ritmo de cambio al que se desea avanzar en cada uno de los espacios que, por otra parte, podría ser distinto para cada espacio.
Nada especialmente complejo de conseguir con las metodologías adecuadas pero que, desde luego, guarda muy poco parecido con los enfoques simplistas y las soluciones enlatadas a las que nos tienen acostumbrados.