Revista Cultura y Ocio
"—Natan, querido, ¿te acuerdas de mi amigo Shlomo? " —No, papá. —¿Cómo qué no? Sí, hombre, aquel que no tenía dientes. Shlomo. ¡El hipocondriaco!"
Decir que la IIGM está de moda es como no decir nada, todos lo vemos en libros día tras día. Aún así salen cosas diferente y por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, 40 abrigos y un botón.
Conocemos a Natan. El niño ha visto sacar a su padre de casa y sabía lo que estaba pasando. Él ha tenido más suerte ya que lo han ayudado a huir y así es como ha acabado en Villa Emma en Nonantola junto con más niños. Allí vive sus momentos más penosos pero también se le permite seguir teniendo infancia y, sobre todo, ver como todo un pueblo ayuda a los niños. Incluso cuando llegan los nazis a la zona, el pueblo parece querer ayudarlos a huir.
Me acerqué a este libro porque parecía contar una historia diferente, algo amable entre las desgracias que sufrieron muchos durante este periodo tan sombrío. Sciapeconi se había fijado en un lugar real situado en Modena en el que se recogió a niños para ayudarles en un momento en el que lo difícil era defender a otro. Y nos relata la historia. A priori yo me esperaba algo sensible, emotivo, son niños en la IIGM, lo tenía claro, pero el autor se ha pasado un poco y ha sacrificado darle profundidad a la novela a cambio de dejar frases de fácil subrayado. Es cierto que es emotivo ver cómo llegan niños que son considerados salvajes incluso por los mismos vecinos. Ver cómo se acercan poco a poco, sus problemas para relacionarse, las peleas, el fijarse en niñas... y como se van integrando a medida que van recibiendo ayudas. Los niños son niños y estos no tendrán frío, nos señala el autor, porque les cosen abrigos y estos abrigos, insiste, simbolizan el calor humano que recibieron de un pueblo que fue reacio a recibirlos. No hacía falta insistir tanto, pensé como lectora. Hay cosas que es mejor darlas poco a poco y que el lector descubra lo que sucede porque si se lo cuentas todo no dejas que los personajes respiren y uno se pierde qué pensaba tal o cual niño o por qué el otro se acercó al más pequeño. Y eso es lo que me hubiera gustado encontrar más allá de la sensiblería fácil que convierte a la novela en cuento. Esto no significa que sea un mal libro, no lo es. Solo que no es para mi. Pero para quienes busquen el rayo de luz en la desgracia es una novela perfecta para pasar tardes de invierno creyendo que siempre existirán buenas personas que ayuden incluso en los peores momentos. Hay que destacar por ejemplo los puntos de humor, las ocurrencias, la espontaneidad de la que ha sabido dotar a sus personajes que hace que se antojen más reales al lector. Porque hasta en los peores momentos hay espacio para una sonrisa, un piano o lanzarle piedras a las niñas. A fin de cuentas, los niños son niños.
40 abrigos y un botón es una novela de fácil lectura y corte amable que no busca pasar a la historia de la literatura pero ofrece una historia que despierta sonrisas.
Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?
Gracias.