Revista Cultura y Ocio

40.- Politizando geografías: capitalismo, globalización y neoliberalismo (1ª parte)

Publicado el 30 marzo 2011 por Javiersoriaj

“La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder. Nuestra comarca del mundo, que hoy llamamos América Latina, fue precoz: se especializó en perder desde los remotos tiempos en que los europeos del Renacimiento se abalanzaron a través del mar y le hundieron los dientes en la garganta. (…) Desde el descubrimiento hasta nuestros días, todo se ha trasmutado siempre en capital europeo o, más tarde, norteamericano, y como tal se ha acumulado y se acumula en los lejanos centros de poder. (…) El modo de producción y la estructura de clases de cada lugar han sido sucesivamente determinados desde fuera, por su incorporación al engranaje universal del capitalismo”. (E. Galeano.- Las venas abiertas de América Latina, Madrid, Siglo XXI, 2003 [1971]). En este fragmento, Galeano nos marca ya algunas pautas. El capitalismo como sistema a escala mundial surge ya en el siglo XVI, o quizá incluso antes, en torno a 1450, modelando un mundo dividido entre un centro y una periferia, con relaciones de dominación-dependencia entre ambos. Visto desde esta perspectiva, parecería tener poco sentido la idea de cambio. Y sin embargo es todo lo contrario. Desde el enfoque analítico de los sistemas-mundo de Wallerstein (aplicados a la Geografía política por Taylor y Flint), se postula que en la actualidad hay un “sistema-mundo” con una extensión global (hay dos tipos de sistemas-mundo: el imperio-mundo y la economía-mundo, que es la entidad que se basa en el modo de producción capitalista). En todo sistema “lo único que no cambia es el cambio”. Sin ánimo de aburrir, hay varios tipos de cambio, que se pueden sintetizar en 4: transición, incorporación, ruptura y continuidad. Y así, la continuidad es también un cambio que se produce en el interior de los propios sistemas. Esto es, pese a la idea de culturas o sistemas inmutables, todos están cambiando continuamente, en el caso del sistema capitalista con un carácter cíclico del que la crisis actual y la pretendida “refundación del capitalismo” son ejemplo claro. En definitiva, y para no aburrir, podemos hablar de “sociedad española”, “sociedad francesa”… hasta los cerca de 200 estados actuales. Para ver el cambio habría que analizarlas una a una, o bien seguir el planteamiento de Wallerstein: el cambio social tiene lugar en el “sistema-mundo”. Esto es, la decadencia de Gran Bretaña a fines del XIX no se puede medir con parámetros exclusivamente británicos, sino que forma parte de la “decadencia de la hegemonía” presente en la evolución cíclica del sistema-mundo capitalista (y que por cierto preludia la no tan lejana decadencia estadounidense).

Y, una vez precisado el marco teórico en el que analizamos el cambio social, pasamos a ver de una vez qué es el capitalismo, que, obviamente, presenta un carácter global, más allá de las diferentes formas de explotación que puedan darse en unos u otros lugares y tiempos, en unas u otras geografías y calendarios. Apropiémonos de las palabras de los zapatistas y vayamos a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, que lo explica con claridad meridiana (recojo en extenso, porque creo que mejor no se puede decir): “ahora vamos a explicarles cómo es que vemos nosotros los zapatistas lo que pasa en el mundo. Pues vemos que el capitalismo es el que está más fuerte ahorita. El capitalismo es un sistema social, o sea una forma como en una sociedad están organizadas las cosas y las personas, y quién tiene y quién no tiene, y quién manda y quién obedece. En el capitalismo hay unos que tienen dinero o sea capital y fábricas y tiendas y campos y muchas cosas, y hay otros que no tienen nada sino que sólo tienen su fuerza y su conocimiento para trabajar; y en el capitalismo mandan los que tienen el dinero y las cosas, y obedecen los que nomás tienen su capacidad de trabajo. Y entonces el capitalismo quiere decir que hay unos pocos que tienen grandes riquezas, pero no es que se sacaron un premio, o que se encontraron un tesoro, o que heredaron de un pariente, sino que esas riquezas las obtienen de explotar el trabajo de muchos. O sea que el capitalismo se basa en la explotación de los trabajadores, que quiere decir que como que exprimen a los trabajadores y les sacan todo lo que pueden de ganancias. Esto se hace con injusticias porque al trabajador no le pagan cabal lo que es su trabajo, sino que apenas le dan un salario para que coma un poco y se descanse un tantito, y al otro día vuelta a trabajar en el explotadero, que sea en el campo o en la ciudad. Y también el capitalismo hace su riqueza con despojo, o sea con robo, porque le quita a otros lo que ambicionan, por ejemplo tierras y riquezas naturales. O sea que el capitalismo es un sistema donde los robadores están libres y son admirados y puestos como ejemplo. Y, además de explotar y despojar, el capitalismo reprime porque encarcela y mata a los que se rebelan contra la injusticia. Al capitalismo lo que más le interesa son las mercancías, porque cuando se compran y se venden dan ganancias [la búsqueda incesante del beneficio es la clave central del capitalismo]. Y entonces el capitalismo todo lo convierte en mercancías, hace mercancías a las personas, a la naturaleza, a la cultura, a la historia, a la conciencia. Según el capitalismo, todo se tiene que poder comprar y vender. Y todo lo esconde detrás de las mercancías para que no veamos la explotación que hace. Y entonces las mercancías se compran y se venden en un mercado. Y resulta que el mercado, además de servir para comprar y vender, también sirve para esconder la explotación de los trabajadores. Por ejemplo, en el mercado vemos el café ya empaquetado, en su bolsita o frasco muy bonitillo, pero no vemos al campesino que sufrió para cosechar el café, y no vemos al coyote que le pagó muy barato su trabajo, y no vemos a los trabajadores en la gran empresa dale y dale para empaquetar el café. O vemos un aparato para escuchar música como cumbias, rancheras o corridos o según cada quién, y lo vemos que está muy bueno porque tiene buen sonido, pero no vemos a la obrera de la maquiladora que batalló muchas horas para pegar los cables y las partes del aparato, y apenas le pagaron una miseria de dinero, y ella vive retirado del trabajo y gasta un buen en el pasaje, y además corre peligro que la secuestran, la violan o la matan como pasa en Ciudad Juárez, México. O sea que en el mercado vemos mercancías, pero no vemos la explotación con la que se hicieron. Y entonces el capitalismo necesita muchos mercados… o un mercado muy grande, un mercado mundial [una economía-mundo que abarca todo el mundo a día de hoy]. Y entonces resulta que el capitalismo de ahora no es igual que antes (el cambio, que veíamos supra), que están los ricos contentos explotando a los trabajadores en sus países, sino que ahora está en un paso que se llama globalización neoliberal”. 

Esta globalización quiere decir… Joaquín Estefanía decía (en Hij@, ¿qué es la globalización?, Aguilar, 2002), que “en esencia, es muy fácil lo que significa [la globalización]: que todos somos más interdependientes, más cercanos, que nos parecemos más y actuamos de modo crecientemente semejante; que vivimos en el mismo mundo. (…) La globalización, según entiendo, no es ni un progreso, ni una ideología, ni siquiera una política; es una etapa de la historia de la Humanidad y un proceso que da una dimensión nueva a los fenómenos ya presentes”. Pero sí es una ideología, que se ha impuesto desde fuera de los parámetros de la democracia, como dice el propio Estefanía: “lo central es un proceso que no hemos decidido las personas, que no hemos votado y que, no haciéndolo, nos perjudica como ciudadanos (aunque en muchos casos nos alegre como consumidores)”.

Podríamos recurrir también a la definición del FMI, que reza: “la globalización es la interdependencia económica creciente del conjunto de los países del mundo, provocada por el aumento del volumen y la variedad de las transacciones transfronterizas de bienes y servicios, así como de los flujos internacionales de capitales, al tiempo que la difusión acelerada y generalizada de la tecnología”, si bien “la definición es demasiado intrincada; no ayuda a explicar lo que está ocurriendo. Parece un concepto técnico, digno de economistas, ausente de la reflexión del resto de los ciudadanos. Pero la globalización nos afecta a todos y, desde luego, NO es un fenómeno estrictamente económico sino más amplio. Intentémoslo de otro modo: se trata del proceso por el cual las políticas nacionales tienen cada vez menos importancia y las políticas internacionales, aquellas que se deciden lejos de los ciudadanos, cada vez más” (J. Estefanía).

Con todo, hay que ir aún más lejos, y podemos hacerlo de la mano de Carlos Taibo, quien en su libro Movimientos antiglobalización (Los Libros de la Catarata, 2007) señala que  desde los 90 se apostó por la palabra, tratando de darle un cariz positivo. Frente a ello, otros veían en esa globalización “un proceso marcado inexorablemente por la especulación, la concentración de la riqueza, la desaparición de controles políticos y controles sociales y, en fin, la ratificación de viejas desigualdades y exclusiones”. Para recuperar capacidad crítica se aceptó el término globalización, añadiéndole adjetivos como capitalista o neoliberal, si bien “hay que recalcar, cuantas veces sea preciso, que los dos adjetivos que acabamos de emplear en modo alguno son sinónimos: puede rechazarse la lógica propia del neoliberalismo sin hacer otro tanto, en cambio, con la del capitalismo, como pueden rechazarse simultáneamente una y otra”. Y así, el marco del neoliberalismo aporta algunas circunstancias novedosas al devenir de la globalización capitalista (que no es un fenómeno en absoluto nuevo por otra parte): “una de ellas la aportó el crecimiento, espectacular, verificado en los intercambios comerciales”, que se puede apreciar, por ejemplo, en que el comercio creció en la 2ª mitad del siglo XX 12 veces, mientras la producción sólo lo hacía 6, generando unos resultados que mostrarán en la agudización de fenómenos que ya existían. Según el profesor Taibo (me apropio de sus propias palabras):

1.- el desarrollo experimentado por los flujos de cariz especulativo: recuérdese, y el dato es escalofriante por sí solo, que en el planeta contemporáneo se mueven 60 veces más recursos en operaciones de naturaleza estrictamente especulativa que los que corresponden a transacciones que implican una compraventa efectiva, material, de bienes o servicios.

2.- la concentración de los capitales: hoy cualquiera de las 100 empresas mayores muestra un volumen de negocios superior al de las exportaciones de cualquiera de los 120 países más pobres (si bien, como decía Galeano, en realidad no hay países pobres, sino empobrecidos.

3.- la “deslocalización”: en busca de escenarios geográficos donde la mano de obra a explotar sea más barata, en muchas ocasiones con gobiernos autoritarios “que permiten la obtención del beneficio más rápido y descarnado”. Importa subrayar que la deslocalización ha hecho que el número de puestos de trabajo en los países del norte menguase sin que, como contrapartida, creciesen significativamente los empleos ofertados en el sur.

4.- la desaparición general de normas reguladoras o “desregulación”: lo que fundamentalmente significa la desaparición de controles y trabas para el capital, mientras, sin embargo, para la Unión Europea, Estados Unidos y Japón, no es real en otros aspectos, ya que mantienen subvenciones y ayudas, aranceles… La desregulación se da además al hilo de las privatizaciones crecientes.

5.- crecimiento importante de las redes de crimen organizado, que crecen al desaparecer los controles.

O, resumiendo, “las cinco novedades, todas ellas relativas, que acabamos de reseñar, conducen con facilidad a una conclusión general: la globalización capitalista acarrea una apuesta inmoderada en provecho de la gestación de un gigantesco paraíso fiscal a cuyo amparo los capitales habrán de moverse, a lo largo y ancho del planeta, sin ningún tipo de cortapisa, arrinconando a los poderes políticos tradicionales y pudiendo desentenderse, en paralelo, de cualquier consideración de cariz humano, social o medioambiental”. Y así, pérdida de poder real de los poderes políticos de los Estados en manos de las grandes corporaciones financieras (el dominio de la economía sobre la sociedad). Eso sí, no puede dejar de reseñarse, cuando esas mismas corporaciones nos condujeron a la crisis, vinieron a pedir a los denostados Estados que les “sacaran” del apuro”. Lo más curioso, quizá, es que nuestros eruditos lo consideraron la mejor solución a fin de que “no se cayera el sistema”. 

Así pues, globalización neoliberal, a la que hay que oponerse, como se señalaba desde el EZLN, que “habla a todos los que se esfuerzan por resistir al crimen mundial llamado “neoliberalismo” y aspiran a que la humanidad y la esperanza de ser mejores sean sinónimos de futuro”. (“Por la Humanidad y Contra el Neoliberalismo”, CCRI-CG del EZLN, La Realidad, Planeta Tierra, enero 1996).

Globalización neoliberal que supone un sistema criminal, que legitima la miseria y la muerte de much@s, amén del desastre ecológico, si bien en esto también, como en otras cosas, el sistema que se enfrentó al capitalismo durante los años de la guerra fría, tampoco supuso una verdadera alternativa, ya que fue incluso más destructor. Con todo, como ahora eso ya no hace al caso, y ha desaparecido como enemigo, por lo que el capitalismo neoliberal sólo puede mirarse a sí mismo, sin devolver la pelota al lado del contrario. La caída de la URSS y el bloque soviético, en definitiva, dejan a la vista muchas más de las miserias del lado capitalista. En la 2ª parte se abordará el estudio del neoliberalismo, teoría-ideología que nos domina y que ha sabido imponer su visión económica, que también es política, y, mediante diferentes tipos de crisis, se va imponiendo en la totalidad del planeta…


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