Shakespeare desempeñó un papel crucial en la formación del inglés moderno y ayudó a convertirlo en el idioma del mundo. El primer diccionario importante compilado por Samuel Johnson recurrió a Shakespeare más que a cualquier otro autor. Tres mil nuevas palabras y expresiones del inglés aparecieron por primera vez impresas en las obras de Shakespeare. De mi propia infancia recuerdo cuántas de ellas se encontraron por primera vez en la obra Enrique V. Palabras como “dishearten” (descorazonar), “divest” (desposeer), “addiction” (adicción), “motionless” (inmóvil), “leapfrog” (juego del rango) y expresiones como “once more unto the breach” (una vez más a la brecha), “band of brothers” (banda de hermanos) o “heart of gold” (corazón de oro) se incorporaron a nuestro idioma sin que resulte necesario remitirlas a su contexto original. Shakespeare fue también pionero en el uso innovador de las formas y estructuras gramaticales, incluidos los versos sin rimas, los superlativos y las palabras nuevas surgidas de la unión de otras existentes, como por ejemplo “bloodstained” (ensangrentado) formada por “blood” (sangre) y “stained” (manchado). Por otra parte, la preponderancia de sus obras contribuyó también en gran medida a estandarizar la ortografía y la gramática.
Sin embargo, la influencia de Shakespeare va mucho más allá del idioma. Sus palabras, sus tramas y sus personajes siguen ejerciendo una gran influencia en nuestra cultura y en nuestra sociedad en general. Nelson Mandela, en sus años como prisionero en la isla Robben, adoraba esta cita de Julio César: “Los cobardes mueren muchas veces antes de su muerte; el valiente no saborea la muerte sino una vez”.
DAVID CAMERON
“Shakespeare vive”
(la nación, 07.01.16)