Revista Espiritualidad

416.- "Si me hubieran hecho objeto sería objetivo, pero me hicieron sujeto."

Por Ignacionovo

Autor: José Bergamín.
“Mira, te lo explicare con una enfermedad, ¿Ok? Si tú vas al doctor porque padeces gripe, el doctor te va a preguntar si tienes fiebre, congestión nasal, tos… y estos síntomas serán los datos objetivos del curso de tu enfermedad.
Pero hay más: sientes malestar, dolor indefinido, cansancio, inapetencia y esos otros síntomas, serían los datos subjetivos. Lo que quiero decir con esto, es que lo objetivo es todo aquello que podemos percibir medir, tocar, etc. y lo subjetivo es todo aquello que solo tú sientes. Espero que me entiendas.”
Tal vez escasamente académica, pero me pareció curiosa esta explicación que un amigo le daba a otro, con el fin de hacerle comprender la diferencia entre objetividad y subjetividad.
Lo subjetivo se basa en nuestras opiniones, emociones y sentimientos y lo objetivo se fundamenta en la razón, la lógica y una realidad contrastable y verificable. El mundo tal y como nosotros lo vemos, o el mundo como realmente es.
Parece sensato, y prueba de buen juicio, esmerarnos en ser objetivos y no expresar nuestras opiniones únicamente desde la perspectiva personal; afectada por nuestras creencias, prejuicios y limitaciones. Sin embargo, creo que pocas veces se toma el trabajo de descender al terreno de los argumentos y quién tiene una opinión, tiende a defenderla ciegamente. Nos fiamos de nuestro criterio sin contrastes y es más, nos sentimos agredidos si alguien manifiesta una posición contraria, porque hacemos tan nuestras las posiciones y las convicciones que cuestionarlas lo entendemos como un ataque personal.
Es un hecho que a diario nos vamos a encontrar con personas incapaces de reconocer que tal vez (y aunque sea sólo tal vez) su postura no es exactamente la acertada. Incapaces de asumir que algo en lo que ellos creen, puede fallar. Fanáticos de la política, la religión, o mismamente el deporte, que no conciben que los que representan a ‘sus colores’ puedan haberse equivocado, ya que eso representaría reconocer implícitamente que ellos también... y eso jamás.
Debemos, o al menos eso creo, intentar ser más objetivos. Tener una mentalidad más abierta. Revaluar nuestras posturas cada vez que recibimos nueva información. Y, sobre todo, ser lo suficientemente maduros como para reconocer que el hecho de estar equivocados y conceder que la opinión contraria, y no la nuestra, es la que vale, no nos rebaja, ni nos humilla ni nos disminuye, sino que por contra, nos refuerza, porque la razón le hace falta más que a nadie, al que no la tiene.
Reflexión final: "Fanatismo, el falso incendio de las mentes sobrecalentadas." (William Cowper)


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