No hacen falta muchos estudios para saber lo que está pasando y para entender que las cosas no pueden mejorar si esperamos que los que nos han llevado hasta donde estamos sean los que traigan el cambio.
¿Y dónde estamos? Miremos atrás primero. Nos situamos a principios de los 80 del siglo pasado. El capitalismo inicia una nueva etapa, marcada por la globalización financiera actual y su base teórica, el neoliberalismo. Reagan y Thatcher imponen en Estados Unidos y Gran Bretaña lo que el gran capital ya había aplicado en Chile y otras dictaduras del cono sur la década anterior (si queréis profundizar, ver: http://impensando.wordpress.com/2011/03/30/40-politizando-geografias-capitalismo-globalizacion-y-neoliberalismo-1%c2%aa-parte/ , y sobre todo, más específicamente: http://impensando.wordpress.com/2011/04/02/41-politizando-geografias-capitalismo-globalizacion-y-neoliberalismo-2%c2%aa-parte/). Y desde ahí, a partir del colapso del “bloque comunista”, el capital, liberándose de las “trabas” que en cuestiones laborales y sociales imponía la existencia del “peligro” del otro sistema, accede a decenas de países y sus mercados, a incontables recursos naturales, y a millones de personas. Ya no hay problema para mostrar con toda su crudeza su cara, la explotación, la violencia, el racismo, el despojo de los recursos, la concentración incesante de la riqueza en cada vez menos manos… y su cruz, la miseria y la explotación para la mayoría de la humanidad.
En todas partes retroceden las condiciones laborales, sociales y ecológicas. Las conquistas tan costosas de los trabajadores se van eliminando, los campesinos son despojados de sus tierras, los Estados pierden el control sobre sus recursos naturales y sobre su propia capacidad soberana, al tener que plegarse al verdadero poder, que exige además de estos Estados la reducción del gasto público en educación, salud, pensiones…, la privatización de todos los servicios públicos… en el marco de las políticas de ajuste estructural, más o menos encubiertas. Extender la democracia y la libertad, lo llaman algún@s.
Esta guerra del capital contra los más es llamada por los zapatistas Cuarta Guerra Mundial, que “está destruyendo a la humanidad en la medida en que la globalización es una universalización del mercado y todo lo humano que se oponga a la lógica del mercado es un enemigo y debe ser destruido. En este sentido todos somos el enemigo a vencer: indígenas, no indígenas, observadores de los derechos humanos, maestros, intelectuales, artistas. Cualquiera que se crea libre y no lo está” (Sup Marcos, “Entre el satélite y el microscopio”, nov. 1999).
Así pues, el sistema dominante ataca el bien común, en beneficio de una pequeña minoría que impone su voluntad. Un puñado de empresas transnacionales controlan el 40% de lo producido a nivel mundial. Despojo mundial que supone una concentración indecente de riqueza en muy pocas manos, mientras a día de hoy los hambrientos superan los 1000 millones de personas (¡¡¡1 de cada 6 habitantes del planeta!!!). Y el año pasado se reunían aquéllos mismos (o unos muy parecidos) que en 2000 planteaban los Objetivos del Milenio, tan miserables ya por definición que se quedaban en el principal de ellos en reducir a la mitad la pobreza en el mundo para el año 2015. Y no sólo no se ha avanzado, sino que se ha retrocedido. ¿En qué manos estamos?
Hambrientos que crecen ante la precariedad a que conduce la globalización, y ante la degradación de los servicios públicos esenciales. Los estados, garantes de los mínimos sociales allí donde pudieron ser puestos en marcha, pasan a convertirse en meros administradores del capital cuya casi única tarea es garantizar las inversiones de capital y la eliminación de obstáculos a los flujos financieros. Eso sí, también, cuando las cosas vienen mal, se les suma el utilizar el dinero de todos para salvar a los poderes financieros, incrementando brutalmente ese gasto público que, según los teóricos, debería contenerse. ¡¡Ah, sí, perdonen, que hay que contenerlo degradando la educación, sanidad, pensiones…, verdaderos “problemas” del mundo!!. En nuestro país, las políticas de un partido supuestamente de izquierda y que culminan con la contra-reforma laboral (que empezó castigando y continúa castigando a quiénes no provocamos la crisis) son claro síntoma de a qué amo sirven los lacayos. Caerán en las próximas elecciones, pero volverán a estar ahí en las siguientes. ¿Qué más da? Nada cambiará. Veámoslo: “de repente, a los partidos que se autodenominaban de izquierda se les había muerto la esperanza de otro mundo posible más allá del capitalismo. Por todos lados, el mensaje de los grandes medios de comunicación y de los ideólogos del capital era el mismo: había que pararse en la realidad y luchar dentro de las reglas y los límites que el capital establecía. A lo más que se podía llegar, decían los más audaces, era a limar las aristas con más filo del neoliberalismo”. ¿A que os suena? Es evidente. Pero sin embargo, el autor, J. Elorriaga, no está hablando de España, sino de México. Así pues, los mismos temas en todos los lugares. Los que supuestamente gobiernan en nombre del pueblo, hacen lo que les exige el amo, el capital. ¿Alguna duda de dónde está el verdadero poder?
Gobiernos que no gobiernan para los que deben y que ceden miserablemente al chantaje del capitalismo más salvaje. Lobos neoliberales disfrazados de ovejas socialdemócratas. ¿Hay esperanza, hay solución…?
Planteemos al menos una: “Pero también ABAJO podemos encontrar a compañer@s que luchan, y que no han dejado de luchar, por tratar de encontrar a otros que también se esfuerzan por ser rebeldes. A otros que no quitamos la vista a las comunidades zapatistas [no plegadas al poder desde 1994] y a quienes nos refuerza que otro mundo ya está siendo posible ahí. UN MUNDO DONDE EL MANDAR OBEDECIENDO ES UNA REALIDAD; donde el sistema básico de salud y educación funciona para todos parejo; donde no hay drogadicción ni prostitución ni trata de menores ni policías y ocupantes de puestos públicos corruptos por definición; un mundo asediado por la violencia gubernamental y con enormes necesidades materiales, pero CON UNA DIGNIDAD Y UNA SEGURIDAD EN UN FUTURO MEJOR PARA TOD@S que no tiene lugar a dudas” (EZLN).
Retomemos el párrafo que abría el artículo. ¿De verdad habría que ser muy listo para entender que mientras sigan los mismos no hay futuro para nosotros? ¿De verdad cambiará algo cuando cambiemos a estos políticos por otros? “Están podridos, pero siguen viviendo muy bien a costa nuestra. No sólo no dan de más, de por sí tampoco quieren dar de más”, nos dice J. Elorriaga, y completa, “pero no podemos esperar a que la rabia y el dolor que nos rodean, por sí mismas, sean el motor del cambio. PARA QUE LA RABIA FRUCTIFIQUE SE TIENE QUE CONVERTIR EN REBELDÍA. Y ésa se camina día a día, en colectivo, de manera consciente, DESDE ABAJO Y A LA IZQUIERDA”.
Dejemos que cierre el sup Marcos: “Contra lo que pueda pensarse, nuestra respuesta no es hasta la muerte o la victoria. Tiene plazo y meta perfectamente definidos: seguiremos luchando por democracia, libertad y justicia (…) Nosotros estamos dispuestos a llegar hasta el final. Bienvenidos todos aquéllos que tengan el mismo anhelo e idéntica terquedad (…) Seguiremos luchando porque (…) creemos que hasta para cometer errores hay que trabajar duro y mirar siempre hacia el mañana. NI PARA EQUIVOCARNOS DEBEMOS DETENERNOS. Sólo basta entender que, en la lucha, el principio y el fin son una trampa si se buscan separados. (…) Esta es nuestra idea. Algunos la llaman necedad. NOSOTROS LA NOMBRAMOS ESPERANZA…” (Sup Marcos, Discurso en la inauguración del Foro Especial para la Reforma del Estado, Chiapas, 1996).
[Todas las citas no señaladas explícitamente pertenecen al artículo de J. Elorriaga, “De la impotencia a la esperanza; de la rabia a la rebeldía”, en la revista Rebeldía, nº 72]