El otro día fue martes 13 y, afortunadamente, no pasó nada malo, como señala la superstición. Esto lo escribí la semana pasada, pero la flojera me ha atacado y el tiempo vuela.
Hoy es miércoles y ya pasaron 14 días de mi segunda dosis, así que estoy inoculado o inmunizado o como se diga. No se preocupen, no saldré a lo loco ni nada, de hecho no salía a lo loco antes de la pandemia y lo haré ahora. Lo que sí haré es prepararme para estudiar bartender lo más pronto posible, si es que mis padres aceptan costear los últimos estudios que haré en toda mi vida, pues estoy aburrido de estudiar. Pero una vez termine y me convierta en un bartender certificado, espero poder encontrar trabajo, trabajar y luego disfrutar la vida sin culpas ni dudas.
Esta semana la dedicaremos a hablar de cómics: uno hoy miércoles, otro el viernes, el otro el domingo.
¿Recuerdan cuando hablé de la trilogía egoísta de Antonio Altarriba y Keko? No es lo único escrito por Altarriba que leí. El escritor de cómics realizó, junto al dibujante Kim, un díptico conformado por "El arte de volar" y "El ala rota", en donde narra la historia de vida de su padre y madre, respectivamente, prestando atención tanto a lo íntimo y/o individual como a lo histórico, lo colectivo, la historia de España, pues la vida del padre y la madre de Altarriba se relacionan estrechamente con los acontecimientos que sacudieron España durante el siglo pasado. Hoy hablaremos de "El arte de volar", publicado el año 2009.
"El arte de volar" parte del suicidio del padre de Antonio Altarriba, y cómo este hecho terrible y devastador empuja al autor a conocer la historia de su padre, para encontrarlo a él, para encontrarse a sí mismo, para cerrar un ciclo. El argumento es bastante simple: como dije, narrar la vida de su padre, pero este sencillo planteamiento le permite a Altarriba desarrollar una serie de mecanismos e intenciones que lleva a cabo con sutil profundidad y complejidad, es decir, el autor no recurre a las obviedades, no apunta con el dedo, no cae en la explicación pedagógica, lo suyo es más bien un retrato observacional que puede ser costumbrista, bélico, pero siempre humano, profundamente humano. Pasamos desde la dureza y rudeza de la vida de campo, especialmente de los más pobres, esos a los que les falta abrigo, comida, que se pelean por centímetros de tierra, contrastada con la candidez de un niño que quiere ser más que sólo un campesino, pero cuyos sueños son continuamente apaleados por su padre, sus hermanos, por esa brutal desigualdad que de manera inconsciente intuye injusta, por esa vida que poco a poco pretende hacerlo un canalla. Es el tema del cómic, pues el padre de Altarriba, es triste decirlo y lo digo con respeto, según lo narrado, fue un hombre frustrado y derrotado, aplastado por fracasos personales y colectivos, que vio sus sueños truncados por hombres malvados y una vida alejada de una camaradería que apenas pudo disfrutar. Los sueños versus la cruda realidad. El paisaje bucólico manchado por la ambición y pequeñez humanas. Un joven idealista envuelto en una guerra civil que, la verdad, no tengo idea cómo demonios sigue considerándose un conflicto "equilibrado" o "justificado", pues según tengo entendido, todo comenzó con un grupo de fascistas golpistas que hicieron un golpe de Estado a un gobierno legítimo (puede que no perfecto, pero dónde demonios encontramos gobiernos perfectos, a ver) que tenía todo el derecho a defenderse. El caso es que el joven muchacho se alistó con los republicanos, y el resto es historia. Luego la pobreza, el amor, la amargura, los trabajos, la corrupción, el franquismo, el tiempo, la vejez, y al final ese asilo de ancianos que es como la reproducción de su niñez: la inocencia y la candidez aprisionada por la rigidez mental, por las reglas de hierro, por unos administradores corruptos que detestan la individualidad, que prefieren la uniformidad. Un hombre, en definitiva, al que la realidad le escupió en la cara durante toda su vida.
Como digo, es un relato que te atrapa de inicio a fin por su honesta humanidad y porque desde esa mirada aborda todos los acontecimientos históricos. Además, y sin que haga falta detenerme mucho en este apartado, el arte de Kim es bellísimo y muy acorde a la propuesta del cómic, pues no es un estilo afiladamente realista (aunque no es un estilo caricaturizado tampoco, a mí me recuerda al estilo de Jacques Tardi) ni un blanco y negro contrastado, el trazo de Kim, en apariencia simple, captura y expresa lo esencial y lo natural: los rostros, los cuerpos, el paisaje, la ciudad, etc.
En definitiva, otro cómic esencial y recomendadísimo en donde hay un gran trabajo tanto en el guión como en el arte/dibujos.