No nos da la gana de seguir las directrices de la memorabilia oficial, que se detiene en los treinta, cuarenta o cincuenta años. En junio se cumplirán 45 años de la publicación del primer elepé doble de la historia, Blonde on Blonde, la piedra angular de la discografía de Bob Dylan, tercera obra maestra consecutiva del juglar en un año y medio fundamental para el devenir de la música popular. El sonido "delgado, metálico, brillante y mercuriano" que ofrece el disco abrió y cerró toda una época. En agosto del 66, tras la caótica pero majestuosa gira de Dylan y The Band por el Reino Unido, un accidente de moto ya legendario frenó al artista pero también le ayudó a hallar nuevos caminos y a alejarse del mundanal ruido y de la presión. Digamos que Dylan aprovechó para matar su propio mito, y de aplicar una capa de silencio necesario.
Blonde on Blonde, que refrendó el impacto que causaron Bringin It All Back Home y Highway 61 Revisited, la transición del folk al rock que influyó a compañeros de generación de Dylan como Hendrix, Clapton, Beatles y Stones, se gestó a partir de octubre del 65, y fue grabado casi a empujones en estudios de Nueva York, Los Ángeles y Nashville, hasta marzo del 66. Cuentan que Dylan escribía febrilmente esos días en pos del nuevo sonido. Lo consiguió con Blonde on Blonde, obra cumbre de la imaginería poética y rockera del artista. Por una vez, sin que sirviera de precedente, Dylan logró plasmar en cintas lo que escuchaba su mente, un compendio de surrealismo, escritura automática, guiños freudianos, música celestial sin estridencias, con acompañamiento de lujo, The Band y el ubicuo Al Kooper al órgano Hammond.
Joyas y binoculares, la mirada triste de Sara, los hombres de las praderas, los sentidos abiertos de par en par, el dolor de la creatividad, la psicodelia, el underground, y Dylan en contramano. Dylan se resistió a seguir la onda hippie, de hecho inventó el country rock a renglón seguido y apostó de nuevo por la sencillez cuando casi todos se dedicaban en cuerpo y alma al hedonismo, pasión y muerte en el cementerio de autopistas.
Como es costumbre en su carrera, Dylan dio cajonazo a algunos temas gloriosos que no se publicaron oficialmente o lo hicieron años después en diversas antologías: Freeze Out, She's your lover now o las primeras tomas de Visions of Johanna. Pero dejó en su punto otros temas ya míticos como Just Like a Woman. I Want You, los Blues de Memphis que con tanta gracia versionó Kiko Veneno, o la traviesa Rainy Day Women.
A piñas con el calendario, Dylan cierra sus conciertos de estos días con Forever Young. No parece casual. Pronto cumplirá 70 años, mientras críticos y aficionados festejan el medio siglo de carrera del pequeño pero gran hombre que un día cambió los modos y maneras del rock. Elvis liberó el cuerpo, Dylan liberó la mente.
Posdata: la reciente publicación de las grabaciones originales en mono de sus primeros discos, ha hecho un favor a Dylan y, especialmente, a Blonde on Blonde, que suena crudo, hermoso, auténtico. Comparen entre el elepé primerizo, el nefasto compacto y, ahora, la pieza original. No hay color. Mentira, suenan colores nuevos.