Hola tod@s!, continúo con las presentaciones, en esta ocasión la de: ARTEMISA (Grazzia Rey Díaz) Este es su blog: http://artemisacuenta.blogspot.com.es/ De momento ha publicado allí:
- CARTA A MIS AMIGAS, POR CUENTA DE ZAPATOS LOCOS.
- LA LOBA
- ZAPATOS LOCOS
- CAFÉ y LIMÓN Por un simple accidente nuestra noche...
Aunque tiene escrito varios cuentos más y una novela terminada. Aquí os dejo uno de ellos de muestra:
LA LOBA
Su vida fue siempre la búsqueda de nuevas experiencias, le gustaba experimentar. Una de sus amigas decía que coleccionaba hombres como quien colecciona perlas. Por eso aquella noche bajó del auto en aquel bar, impulsada por un instinto casi animal.
El grupo “Calle 8” tocaba viejos temas de rock en aquel boliche. La presa tardaba en aparecer. Con un vaso de cerveza en la mano salió a fumarse un cigarro a la vereda.
Al rato, estaba apoyada en una mini barra cuando lo vió, en sí no era nada especial, pero tampoco era feo, y estaba solo. Eso era buena señal, un hombre solo un sábado de noche significaba caza fácil.
Haciéndose la tonta le hizo una pregunta cualquiera y enseguida entablaron conversación. En una ciudad pequeña como Montevideo no es raro lo que ocurrió: ambos compartían profesión, trabajaban en las mismas áreas, por lo tanto tenían conocidos en común.
La intuición de loba en celo le decía que el hombre no se le iba a escapar. Él ni por un momento intentó alejarse de ella, y le hacía preguntas mientras cigarro tras cigarro y cerveza tras cerveza la noche transcurría.
Entraban y salían cada tanto -cada vez que el grupo de rock hacia un break- y él se le acercaba cada vez más.
Ahora apoyaba sus manos en su cintura y le hablaba al oído.
Los efectos del alcohol la estaban poniendo más suelta, y ya casi segura de su objetivo logrado acercó su boca a la de él, dibujó el contorno de su boca con su lengua saboreando el gusto de la cerveza recién tomada.
Él se le acercó más y apretó su cuerpo contra ella. Estaba atrapada entre el hombre y la barra del bar.
Siguieron besándose; las manos de él acariciaban su cintura. Ella comenzó a sentir un fuego que subía por su entrepierna.
Y por fin la pregunta salió de la boca del hombre: ¿vamos a otro lado?
Sin contestar se puso el saco y cargó su cartera. Salieron abrazados por la puerta del bar. Subieron a su auto -ella siempre llevaba a la presa en su auto- era una manera de mantener el control, y comenzaron la búsqueda de hotel.
-Sábado de noche, se complica -fue el comentario del hombre, el cual acariciaba su pierna suavemente.
Finalmente luego de un recorrido no tan largo, encontraron un hotel pequeño, con nombre rimbombante: Windsor. El nombre contrastaba con lo ruinoso del lugar, paredes descascaradas, baño sin mampara, ni siquiera una estufa. El techo alto con manchas de humedad, y la ridícula veladora antigua con un dibujo estrafalario, completaban el panorama.
Ella pensó: bueno en peores lugares he estado.
Él la abrazó y la besó. Sus manos recorrieron su cuerpo, la fue desnudando lentamente mientras su lengua la lamía, como si conociera desde siempre la ubicación de sus puntos erógenos, el lugar exacto.
La llevó a la cama. Ahora, ambos desnudos se buscaban entre las sabanas.
La loba sentía el fuego subir desde su pelvis, sin embargo al tocarlo no lograba que el cuerpo de él le respondiera.
Pasaron largo rato entre caricias y besos. Nada. No había erección, el pene flácido en sus manos, el pene flácido en su boca, el pene flácido no entraba en su vagina.
-Ahora si que estoy jodida, ni esto me sale bien -se dijo entre dientes.
El hombre trataba de satisfacerla. Por un rato eso le gustó pero finalmente ya estaba hastiada de las manos del hombre.
La loba necesitaba un lobo, no un pene flácido.
Ya sentía nauseas y el cuerpo a su lado la molestaba. Hubiera querido tener un “teletransportador” para volar de allí, y no podía, no lograba separar las manos del hombre de su cuerpo, pero tampoco podía hacer entrar aquel hombre en el suyo. Lentamente la desazón se apoderó de ella.
La loba había sido convertida por ese medio hombre en una pequeña cachorra, que solo podía ser abrazada y besada. Ella se debatía entre esos besos, no era una lobezna, era una loba.
Cuando logró separar su cuerpo del suyo, se fue al baño, se lavo, se vistió y salió corriendo por la puerta, dejando atrás al Windsor, su triste pobreza, y su pene flácido.