El despertar nos hace conscientes de dos aspectos:
Que no hay nada ni nadie a quien culpar por nuestra infelicidad, nunca – ningún padre, ningún jefe, ningún acontecimiento, ningún ‘error’, ningún ‘problema’ que haya en el cuerpo, ningún gobierno, ninguna figura de autoridad, ninguna sustancia, ninguna presencia o ausencia de aquello que se desea o no se desea.
Y que la verdadera alegría y satisfacción no tienen causa y nunca dependen de ninguna circunstancia.
No existe ninguna excusa para la miseria, ni tampoco ningún requisito para la alegría.
Este tipo de libertad puede resultar abrumadora e incluso aterradora en un principio y generar una incertidumbre existencial bastante profunda. “¿No hay nadie a quien culpar? ¿Nada de allá afuera puede hacerme feliz?… Entonces, ¿De qué se trata? ¿Porqué habría de molestarme? ¿Quién diantres soy?”.
Sin embargo, les recomiendo que aguanten sentir esa incertidumbre. Permitan que el suelo que les sostiene se abra por completo. Quédense aquí, Respiren. Permítanse caer libremente hacia el asombro, hacia la maravilla.
Saboreen el placer de la vida, al desnudo.
Leído en Jeff Foster
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