Lo sé, lo sé. Sé que no tendría que alargar más el chicle. Las segundas partes nunca fueron buenas, y esta seguramente no lo es, aunque sea breve.
Ahí donde los organizadores y concursantes exclaman: «¡Enhorabuena a los ganadores y a todos los participantes!», creo que no estaría de más añadir: «¡Ánimo a los perdedores!».
Así lo expresé por tercera vez, allá por el 2010, en la tercera gala de un concurso literario —hoy inexistente— de esos de andar por casa, y acabaron por decirme que no era bienvenido.
Lo entiendo, claro: a los que nunca ganan no les gusta que se lo recuerden. Pero los ánimos eran sinceros, os lo aseguro.
