Muchas de las veces en las que me miro en el espejo tengo conversaciones con mi orgullo; con el negativo y el positivo. Siempre intento que sea el segundo el que tome el mando. Pero nunca acabo de averiguar cuál de los dos prepondera más en mí. «Por si acaso, tengo que trabajar más en el positivo», me digo, «y que además lo parezca».

