Revista Literatura

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Por Mizrain
El kinder garden nunca fue un problema para mi, el problema era para los demás. Su problema era que yo era un problema por que era un niño solitario. Nunca sentí la necesidad de estar en compañía con otros niños. A la hora del recreo me dirigía a cualquier sitio del patio donde hubiese sombra y ahí en compañía de mi lonchera y los alimentos que me ponía mi mama me los comía lo demás no lo recuerdo, pero supongo que no era algo de trascendencia. Mi lonchera era algo especial, recuerdo su textura, su color, su olor, lo que contenía era algo más que una lonchera, era verde con letras en relieve de las vocales, era el cariño de mis padres depositado en un embace.
La maestra les dijo a mis papas que yo no tenía amigos, así que mis papás me dijeron que tuviera amigos por que eso de andar solo en la escuela era bastante extraño, así que lo intente y llegue a tener un par de amigos de los cuales no recuerdo su nombre. Nunca me gusto ser el mas popular o el mas guapo, recuerdo que había muchos niños que ya ha esa edad eran muy famosos en la escuela y consentidos por la maestra. Mi maestra no era fea pero tampoco era bonita, aún así recuerdo que me gustaba aunque su boca oliera a podrido.
Nos ponían a hacer anualidades con gelatina en polvo y pegamento, recuerdo que entusiasmado se los enseñaba a mis conocidos y después me lo chupaba hasta casi desaparecerlo del papel. Cantábamos canciones y nos enseñaban el color de las cosas. No estaba tan mal y al principio he de confesarlo me gustaba. Hasta que empece a conocer la sincera crueldad de los demás niños.  
Un día mi madre me compro unos zapatos blancos que según un niño parecían de niña, me daba mucha pena llevarlos a la escuela y siempre los intentaba esconder, pero cuando me subía a la resbaladilla o  las columpios era imposible y ahí comenzaba la burla. Le dije a mi mama que ya no quería esos zapatos y ella me dijo; 
-¡por que?
le dije - por que un niño dice que son de niña
mi mama me dijo que esos eran unos zapatos muy bonitos y que no le hiciera caso, pero el que no le hizo caso fui yo, y los desgaste y los desgaste hasta que finalmente se rompieron ¡viva! finalmente me he desecho de ellos, pensaba feliz, pero el siguiente día mi madre me compro unos iguales ahora en negros. Bueno supongo que tendré que cargar con esta carga, así que acepte mi cruel destino y hacía caso omiso de lo que los demás compañeros dijeran.
Desde ahí las escuela no fue mucho de mi agrado, no tanto por la escuela misma sino por sus habitantes. No todos eran malos recuerdo a 4 o 5 compañeros que eran buenos amigos, quien sabe que habrá pasado con ellos, es difícil recordar el nombre de algún amigo que tuve. Quizás, como yo, están sentados en algún lugar escribiendo recuerdo viejos y recordando aquel niño solitario de cuyo nombre no se acuerdan.

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