En las últimas décadas la tecnología ha cambiado la forma en cómo nos comunicamos, en cómo compramos, cómo jugamos y en cómo aprendemos. La propia tecnología usada en el contexto de la formación en general, y en el sector e-learning en particular, ha ido variando en los últimos años. Hemos pasado de los cursos "enlatados" con pantallas basadas en texto plano, a la interactividad de los contenidos multimedia, a la incorporación de videos en streaming, y más recientemente, al aprendizaje social vía entornos colaborativos. Paralelamente todos estos cambios se han ido produciendo al ritmo que crecía la ubicuidad del aprendizaje gracias al uso de dispositivos móviles.
Echando la vista atrás, y a pesar de las carencias que siguen teniendo algunos programas de formación basados en la modalidad online, podemos decir que el sector e-learning ha alcanzado un cierto nivel de madurez. Desde mi cuestionable punto de vista, en los últimos años, los cambios de paradigma más significativos que evidencian esta madurez son los siguientes:
- Del e-learning total al blended. Los contenidos online funcionan mejor cuando van acompañados de sesiones presenciales que permiten trabajar otras capas del aprendizaje.
- De la impartición de la formación a la gestión del conocimiento y del talento. Muchas plataformas han ido incorporando funciones más vinculadas a los departamentos de recursos humanos de las empresas y al desarrollo de negocio.
- Del contenido "enlatado" al live e-learning, es decir, sesiones virtuales en vivo y en directo (o grabadas). El concepto de "aquí y ahora" (inmediatez + tiempo real) se ha ido imponiendo lo que obliga a pasar de un modelo de formación just in case (contenido estructurado previamente) a la formación just in time.
- Del alumno que lee, al alumno que participa. Esta concepción del alumno ha impulsado el rediseño del entorno formativo y el propio rol del docente.
- De la evaluación tradicional a la búsqueda de evidencias de aprendizaje desde un enfoque más abierto, integrador y social (evaluación por pares, analíticas de aprendizaje, etc.).
Implicaciones de la mitoinformación en el sector e-learning
En la actualidad se da una importancia sobredimensionada al acceso a la información pensando que eso es suficiente para provocar el aprendizaje. Esto ha propiciado un cierto infomercantilismo educativo basado en producir una ingente cantidad de cursos de e-learning que son meros paquetes de información concebidos para un consumo rápido e irreflexivo pero ¿qué solidez de conocimientos aporta este modelo? Me temo que poca o ninguna. En este punto me gustaría recordar que los factores que permiten que se produzca el aprendizaje son básicamente tres: motivación, tiempo y posibilidad de practicar.
En relación a la motivación del alumno, suelo recurrir a una categorización que hacía Íñigo Babot. Según este autor, están los alumnos "coleccionistas de títulos", es decir, aquellos que solo persiguen obtener un diploma y a los que el informercantilismo educativo les viene como anillo al dedo. También encontramos a los alumnos que, en realidad, son meros "compradores de sueños". Se trata de personas que tienen la sana ilusión por aprender algo, como hobby, por puro placer. Y finalmente tenemos a los alumnos que podríamos denominar "grandes sufridores", es decir, personas que necesitan instruirse y aplicar los contenidos que se le ofrecen. Para estos últimos, las soluciones de formación basadas en contenidos prediseñados no suelen responder a sus necesidades.
En cuanto al tercer factor que comentaba antes, la posibilidad de practicar, los mayoría de los cursos que encontramos en el mercado se centran en que el alumno escuche, y a veces, que hable o escriba algo pero más raramente se centran en que el alumno ponga en práctica lo aprendido. Bien es cierto que determinados contenidos como los relacionados con el manejo de algún software suelen incorporar simulaciones interactivas pero, en cambio, los contenidos relacionados con otro tipo de habilidades siguen cojeando en el aspecto práctico en su mayoría. Esto nos lleva nuevamente al problema de base en la formación teórica (ya sea presencial, e-learning o blended) que consiste en que después de escuchar, los participantes no saben hacer.
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