Revista En Femenino
No hay nada como la infancia. Ser pequeña y ver el mundo con los ojos expectantes, donde todo está por descubrir, con la inocencia que solo la edad y las relaciones nos hacen perder. Por eso me gustaría tener las cualidades que observo en mis hijas, niñas felices y risueñas con ganas de aprender.
Quisiera ser tan compasiva como Alex, tener esa capacidad para sentir pena siempre por los demás, por los que no tienen techo, están enfermos o sufren. Como adulta, hay muchas cosas que me conmueven, pero también he aprendido a ponerme mi coraza, a tomar distancia del sufrimiento, tal vez como forma de supervivencia, tal vez como forma de distanciarme... Por eso admiro a mi hija cuando llora al ver a un indigente en la calle, porque es capaz de ver el sufrimiento que comporta.
Quisiera creer en la magia, en la magia de la navidad, en los magos del circo, en el hada de los dientes y en todos lo seres fantásticos que mis hijas creen... Porque ver la vida sin magia es muy aburrido. ¿ En que momento dejamos los adultos de creer ? Me emociona cuando Alex pierde algún diente y espera la llegada del hada con sus monedas, cuando piensa en la navidad y en Papa Noel y se pone frenética la noche antes sabiendo que al despertar la casa estará llena de juguetes. Por supuesto que disfruto estos momentos y soy feliz propiciando la magia, pero ese sentimiento que ellas tienen, es imposible para un adulto.
Quisiera tener su frescura y su vitalidad, enfrentarme a cada nuevo día como si de una aventura se tratara, no tener que pensar en responsabilidades, trabajo, compras, tareas del hogar.... Quisiera ser como ellas, levantarme con una sonrisa y salir a vivir un nuevo día, disfrutar intensamente de los amigos, el cole, la vida en general. Quisiera que mi mayor preocupación fuera decidir a donde ir a jugar con mis amigas o decidir que me habrá puesto mi madre para desayunar... simplemente vivir el momento, sin grandes problemas.
Quisiera poder " flipar " como ellas, flipar con las pelis de Star Wars o con Frozen, con los disfraces, la música... Cualquier cosa que las deje completamente maravilladas, que las sorprenda... Porque yo si que flipo a veces, pero con cosas muy diferentes, con la estupidez de la gente, los egos y las envidias... Preferiría poder alucinar con cosas más bonitas, más estimulantes y que me dejaran con la cara de asombro y de atontada, en lugar de la de cabreo que me queda normalmente.
Y sobre todo, quisiera amar como ellas, ese sentimiento puro y cálido, sin resentimientos, que siempre lo perdona todo, ese amor que una hija siente por su madre, donde no importan las palabras dichas ni los reproches, porque todo se perdona. Ese amor que nada espera a cambio, que está ahí siempre y que no podemos comprar a nada. Ese amor que queda atrapado en un abrazo de Ari, en su sonrisa picarona, en las lagrimas de Alex cuando nos hemos enfadado...
Siempre se dice que los padres deberíamos ser el ejemplo para nuestros hijos... Yo en cambio, creo que cada vez tengo más claro que, nuestros hijos son un gran ejemplo a seguir.