Como mamá, intento que mis hijos tengan una infancia feliz y hago un gran pero gran esfuerzo por no pasarles mis traumas. En la casa en la que crecí, recién hubo un perro cuando yo me fui a vivir sola.
Mis hijos me vienen pidiendo mascotas desde hace años. En un momento llegaron los peces. Tuvimos todo: pecera, la luz para la noche, las sustancias que había que meterle al agua, comida especial y hasta juguetes. La experiencia no fue buena, quizás porque los chicos no lograban interactuar con los animales o porque no pude hacer que funcione. Después de unos años, dejaron nuestra casa.
Hace menos de un año decidimos adoptar a una gatita siamesa. Se llama Amanda y ahora sí todo cambió. La cuidamos, la disfrutamos y aprendemos entre todos.Porque nuestra querida Amanda hace que mis hijos sean más felices. Les cuento por qué:
- Le perdieron el miedo a los animales: antes les costaba hasta acariciar a un perro de algún amigo. Ahora pueden disfrutar el momento.
- Aprendieron a respetar los tiempos ajenos: nuestra gatita no siempre quiere caricias y los chicos comprendieron que hay que respetar las necesidades de otros y que todos en algún momento quizás queremos estar solos.
- Entendieron que no hacen faltan palabras para estar cerca de otro: Amanda adora sentarse a nuestros pies en la cama y va pasando por todas durante la noche. Una caricia ya la hace ronronear.
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