Cada día se envían más de 294 billones de correos electrónicos a lo largo del globo, pero ¿cuántos de estos correos electrónicos obtienen respuesta?
Con el auge de las redes sociales, nos hemos focalizado en la necesidades de respuesta ante cualquier interacción por parte del cliente en las redes sociales, dando importancia al hecho de que esta interacción será de carácter público. El caso del correo electrónico, aunque privado, no debería de ser diferente. Principalmente, por los siguiente motivos.
- Interés. Rellenar un formulario o abrir el gestor de Correo para comunicarse con nosotros no es un proceso precisamente rápido. El hecho de que esa persona lo realice, demuestra un interés. Este interés, puede ser transformado en una futura relación.
- Identidad. No sabemos quién hay detrás del correo electrónico y, menos aún, quien hay detrás de esa persona. En ocasiones, cometemos el craso error de priorizar o catalogar a las personas como “no relevantes”.
- Inversión. En continuidad al primer punto, el desarrollo de una relación (sobre todo a nivel empresarial) es una inversión a largo plazo que otorgará beneficios directos e indirectos.
- Imagen. Debemos de contemplar nuestra comunicación a través del correo electrónico no sólo como un aspecto de la atención al cliente, sino también de las relaciones públicas.
- Reciprocidad. Es una verdad bien conocida que, los que ahora somos receptores, mañana seremos emisores; el caso de los correos no es una excepción. Y, creedme, la gente no olvida tan fácilmente.
En resumen, debemos de contemplar cada correo electrónico que recibimos como una oportunidad para acercarnos a esa persona y a las personas que están influenciadas por ella. Una oportunidad para transmitir la imagen de nuestro grupo y sus valores.
Y, como siempre os recuerdo… ¿A cuantas personas cuenta su experiencia una persona insatisfecha? Hasta a 20. Y esas veinte a sus respectivas.
Y vosotros ¿Contestáis a todos los correos?