La entrada de hoy, no trata sobre fotografía, aunque las hay. Tampoco sobre Photoshop o Lightroom, aunque un buen filtro licuar y algunos toques de pincel corrector andan bailando por ahí. Es una entrada muy personal.
Así que, si lo que te interesa son los temas anteriores, mucho más adecuados para ¿A qué saben las nubes? Photography, te aconsejo que visites esta otra entrada del blog.
Hoy cumplo, exactamente, 52 años. Aunque creo que me engañan. Lo llevan haciendo un tiempo. Quieren hacerme creer que esa es mi edad real, pero me he dado cuenta de que alguien conspira para intentar confundirme…
¿Qué cómo lo sé? Porque dentro de mi, no hay nada que así lo indique ¡Al contrario! En mi cabeza, todo me dice que tengo treinta y tantos. Y ya. Repito: dentro de mi.
Porque cuando veo a esta señora que me mira desde el espejo, sé que es la persona que tal vez llegue yo a ser en unos veinte o treinta años. Yo sé, positivamente, que esas arrugas no están ahí, que las ojeras que con cada nueva preocupación se marcan un poquito más serán las futuras, o que esa otra cana que descubro es nada más que una nueva batalla ganada (o perdida, pero aprendida).
¿Cómo van a ser reales si desde pequeñita he oído que lo que importa es el interior? Y en mi interior, te lo aseguro, los 52 quedan muy lejos.Así que por favor, señores anunciantes, dejen de incluirme en ese grupo objetivo de señoras mayores de 50, guapísimas, eso sí, pero con el pelo blanco, montadas en un yate rumbo a alguna isla griega, con otro estupendo señor de pelo muy blanco y sonrisa deslumbrante y un montón de nietos a su alrededor. Si tienes más de 50 y eres mujer, parece ser que ese es el lugar que te corresponde.
Por mi parte, mi pelo sigue siendo castaño (algo canoso, eso sí, pero no hay nada que un buen tinte no cubra), no tengo ningún yate, sino unas cuantas deudas, tres hijos y dos perros hambrientos (los hijos y los perros). Me bato el cobre diariamente por ganarme los garbanzos del cocido (que una es gata). Y por supuesto, de nietos ¡Ni hablemos! Aunque fíjate, de eso sí que tengo ganas…
Ahora bien, este engaño que intentan hacerme creer, no lo cambiaría por nada. Acepto mejor estas arrugas que todos esos granitos de mi juventud y adolescencia. Acepto estas ojeras, porque las preocupaciones me han ayudado a conocerme, ser mejor persona, y entender que cada uno de nosotros libra una batalla interior y exterior. Y acepto las canas (aunque me las tiña…) porque me recuerdan que gracias a los años amados, luchados, disfrutados, pensados, creados, reídos, llorados, olvidados, añorados, vividos… he llegado a ser la persona que ahora soy.
A mis 52 ( 51, dicen que aparento, como diría Sabina) tengo más ganas de vivir, aprender y disfrutar que nunca. Me quedan muchísimos países por recorrer, miles de fotos por hacer, un millón de libros más por leer, e infinidad de platos nuevos por probar. Bailo zumba y me río de mi misma a partes iguales (soy una nulidad). Tengo muy pocos amigos, pero muy buenos. Con mis hijos hablo de lo humano y lo divino, bailo bachata, hago kung-fu, puzles, juego al poker, veo pelis, lloro y río. Y sobre todo, a mi vera, siempre a la verita mía, un compañero de vida desde hace 35 años al que abrazar cada segundo del día (y de la noche, aunque sea gabacho) ¿Alguien puede pedir más?
Así que, donde quiera que estéis, sí, vosotros, los de la conspiración ¡Me da igual 52 que 25, que os enteréis! Yo seguiré bailando zumba, amando, bebiendo cerveza y creando todas las cosas bonitas que se me puedan ocurrir ¡Hasta que el cuerpo de esa señora que veo en el espejo aguante!
Gracias por leer todo este tostón. Prometo que la próxima entrada, tratará sobre Photoshop…
Sonia
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