Revista Opinión
En uno de tantos debates o tertulias que pueblan el espectro de esa imposición audiovisual colectiva llamada TDT, se hablaba de la penosa situación económica que atenaza y extenúa las vidas de muchos trabajadores de buena fe. En concreto de la gran dificultad de encontrar trabajo para las personas que eran despedidas en las empresas con 50 años de edad para arriba. Cierto tipo con aire presuntuoso que integraba la mesa bajo cuyo nombre era colocado el rótulo de "Economista", profesión tan vista últimamente en las tertulias de la pequeña pantalla, intervenía en ese momento.
El tal señor alegaba que las empresas que no daban beneficios en sus cuentas de resutados no podían hacer otra cosa que despedir a sus trabajadores. Acto seguido, realizó un crudo análisis que venía a decir en esencia que en general en este sistema las empresas consideran al trabajador como un mero número en la cadena de producción (¡qué reminiscencias nazis lleva esto!) y que los trabajadores se convierten en "cadáveres" al haber rebasado el medio siglo de vida. Vamos, que las empresas te usan y utilizan a su antojo y cuando ya no les sirves para nada te dan la patadita en el culo. Cruel y amarga realidad, ni más ni menos.
A todo ello, este frío economista con buen remunerado trabajo añadía que con su dinero no estaba dispuesto a pagar los seguros por desempleo con unas actuales cuentas públicas exhaustas. En definitiva, que es lo que hay, las cosas son así, que "¡se siente!", -y con irónica compasión-, que él no podía hacer nada y que al afectado le daría una palmadita en la espalda de consolación. Conformista antropológico. Por suerte, ante la frialdad y furor con que lanzaba estos dardos, los restantes compañeros de mesa se dirigieron a él calificándole como un ultraliberal y le achacaron su falta de escrúpulos y sensibilidad para con este tipo de afectados por la situación de desempleo. También le lanzaban su propia arma dialéctica: qué haría él cuando el mercado le calificara como cadáver, ante lo cual adoptaba una actitud indiferente.
Lamentablemente, y es otra cosa que también manifestaba el inmisericorde economista, desde antes de 2008 se vienen realizando estas prácticas por los empresarios sin tener disminución de ingresos en sus empresas, como también venía haciendo Grecia, jubilando a los trabajadores con 50 años, habiendo sido ésta una de las múltiples causas que ha llevado al país a la dramática situación en que actualmente se encuentra. Como ejempo en el nuestro recordemos el despido masivo (vale: ERE, eufemísticamente) producido en RTVE que envió al INEM a cientos de competentes profesionales que llevaban toda su vida en el Ente Público y que, vaya por Dios, cometieron la imprudencia de haber cumplido los 50 y tantos. Hay que reconocer que, en el momento presente a los empresarios se les ha dado la excusa perfecta para reducir plantilla. Y no sólo a aquellos trabajadores nacidos de 1960 para atrás.