Así que vengo con un tag sencillito que vi en el blog Confesiones de una librófila y que me pareció muy interesante. Se trata de contar 50 cosas sobre ti, pero como lectora, que para algo esto es un blog sobre libros. Ya sabéis, hábitos, manías y pequeñas anécdotas un poco tontas que creo que nunca he mencionado. Espero que no os aburráis mucho y que si coincidimos en algo me lo digáis. Que me hace ilusión.
- Recuerdo que de pequeña sacaba bastantes libros de la biblioteca y mis padres me compraban colecciones estilo Barco de vapor y demás, pero no me interesaba demasiado la lectura. La mayoría los abandonaba a las pocas páginas.
- Mi primer amor lector, y el que consiguió que me aficionara a la lectura, fue La isla del tesoro.
- Aun así no leía demasiado. Bueno, quizá para una niña pequeña no estaba mal, pero si lo comparamos con mis hábitos de lectura posteriores o actuales, no.
- El encargado de convertirme en una devoradora de libros fue El niño que sobrevivió.
- He perdido la cuenta de las veces que he leído la saga de Harry Potter. En serio, es bastante perturbador.
- Cuando terminé de leer Harry Potter y las reliquias de la muerte lo pasé muy mal. Verdaderamente mal. Y me refiero a estar deprimida durante semanas. Supongo que en cierto modo supuso el final de de una época de mi vida.
- De todas formas mi libro favorito es, y seguirá siéndolo, La isla del tesoro ♥
- Odiaba las clases de literatura en el instituto, algo que siempre he achacado a los profesores que tuve. No hay otra explicación. O por lo menos no la encuentro.
- Llegué a renegar de La isla del tesoro -¡algo imperdonable!- simplemente porque también era el libro favorito de uno de mis profesores. Una, que tenía su orgullo.
- El único libro obligatorio en la escuela que llegué a disfrutar muchísimo y que tengo pendiente de releer en algún momento - cuando encuentre esta edición- es Rebeldes, de Susan E. Hinton. Me marcó mucho.
- En mi adolescencia no leía literatura juvenil, era más aficionada al género histórico.
- Desde hace unos cuantos años soy una adicta a la romántica adulta. Si paso mucho tiempo sin leer algo del género lo noto mucho. Mucho. Soy adicta, sin más.
- Odio que la gente llame a la literatura romántica novela rosa y la menosprecien sin ni siquiera haberla probado. ¡Y que las comparen con telenovelas!
- Antes me molestaban bastante las portadas estilo Fabio, con su melena teñida al viento, pero ahora me hace más gracia que otra cosa.
- No tolero los cuernos en las historias románticas. Si por algún motivo los hay, abandono el libro automáticamente. Punto.
- No suelo leer en la calle. Me gusta estar en mi casita cómodamente.
- Con el tiempo he desarrollado la extraña manía de leer con la televisión encendida pero sin volumen.
- De todas formas me puedo concentrar en la lectura sea cual sea el ruido que haya a mi alrededor.
- No aguanto que toquen mis libros. Mis estanterías, por muy caóticas que parezcan, tienen un orden. Más o menos.
- Coloco los libros por tamaños, de mayor a menor.
- Rara vez están por editoriales o autores. Bueno, si son del mismo tamaño, posiblemente sí.
- Por alguna razón kármica, nunca tengo marcapáginas a mano cuando los necesito. Siempre termino poniendo un trozo de papel, algún recibo, o incluso bolígrafos para no perder la página.
- Tengo idealizados los libros antiguos, me encanta pensar en la historia que pueden tener..., pero a la hora de la verdad si están un poco amarillentos no los compro.
- Aunque no me sucedió con Harry Potter, los booms literarios sólo consiguen que termine aborreciendo los libros. Véase Crepúsculo, 50 sombras de Grey, e incluso -que nadie me mate- Bajo la misma estrella. Por eso todavía no lo he leído.
- Intento por todos los medios contenerme y ver las adaptaciones después de leer el libro, pero soy débil y siempre acabo cayendo.
- Nadie de mi entorno lee. Nadie.
- Por eso adoro la blogosfera, porque puedo pasarme horas hablando de libros.
- Desde que tengo blog leo muchísimo menos. Y eso que lo actualizo poquísimo.
- Cuando me obsesiono con un libro soy como un perro con un hueso. Da igual que me adviertan una y otra vez que no me va a gustar. Luego pasa lo que pasa.
- Tengo un Papyre desde hace muchos años pero he debido de leer menos de cincuenta libros en él. Soy de la vieja escuela... Papel, por favor. Aunque estoy pensando en comprarme un Kindle. Sin comentarios.
- No soy nada quisquillosa con las erratas en los libros -si son pocas, me refiero-, aunque por criticar que no quede.
- Cuando voy a las librerías tengo que tocar sí o sí los lomos. Voy pasando las manos por ellos mientras camino. De vez en cuando paro, saco un libro, lo ojeo, lo vuelvo a colocar en su sitio y sigo tocando lomos. Soy una pervertida, lo sé.
- Me pongo de los nervios cuando voy a una librería -véase la de El corte inglés-, pregunto por autores clásicos y ¡no los conocen! Me lo tomo como un insulto, la verdad. Es como si voy a un restaurante y el cocinero no sabe ni freír un huevo.
- Por alguna extraña razón, que todavía no comprendo, mis familiares y amigos -exceptuando los que he conocido en la blogosfera- nunca me regalan libros ni en mi cumpleaños ni en Navidad.
- Tengo más cara que espalda desde siempre. Así que me da igual que esté mal visto últimamente tener una wishlist de Amazon para que me regalen -aunque no los conozca-. Si cuela, cuela.
- Ahora bien, también me hace ilusión regalar libros, sobre todo Jane Eyres's *guiño, guiño*
- Lloro mucho mientras leo. A mares. Por cualquier tontería. Termino con un rollo de papel higiénico al lado del libro, entre sollozos y abrazando a la perra. Patético.
- Gruño cuando estoy leyendo y alguien me pregunta que qué estoy haciendo. ¿Ganchillo? ¿Tocar la guitarra? ¡Leer! ¿No es obvio? Interrumpirme para eso. Grrr.
- Tengo cientos de libros sin leer en casa. Si alguien mira mi lista en Goodread pone que tengo unos doscientos pendientes. Lo que nadie sabe es que casi nunca añado los que voy adquiriendo, así que puede que tenga más del doble. Shh, es un secreto.
- Me cuesta mucho deshacerme de los libros, incluso de aquellos que no me han gustado.
- Me encantan las lecturas conjuntas, lo juro por Snoopy. Pero siempre me acabo descolgando de ellas. Nunca, nunca, os fiéis de mí.
- Colecciono ejemplares de La isla del tesoro. Lo peor es que creo que me lo ha pegado Beleth. Yo antes era más normal.
- Releo mucho. Si un libro me ha gustado no me importa que hayan pasado dos días desde que lo terminé. Lo disfruto igual.
- Cada vez soporto menos la literatura juvenil.
- No me importa prestar un libro si me fío de la persona. Pero como no me fío de nadie..., pues eso.
- Tengo la costumbre de matar mosquitos o arañas con los libros que estoy leyendo - siempre que no tenga desodorante u otro objeto a mano-. Dios, no sé por qué he contado esto.
- No tengo un ritmo de lectura definido. Puedo tardar dos días en leer un libro denso y aburrido y veinte en terminar uno ágil de cincuenta páginas.
- Cada vez que compro algún libro mi madre me lo quita y lo huele, le recuerda a cuando era pequeña e iba a la escuela. Yo me río de ella, pero en secreto hago exactamente lo mismo.
- Cuando pica el carteo para traerme algún libro soy como una niña pequeña el día de reyes. No es broma. Espero que nadie, nunca, jamás, me vea.
- Tengo una manía que me encanta, y es que hay veces que me siento en mi habitación y voy leyendo los títulos de los lomos de los libros uno por uno y recordando la historia y lo que me hizo sentir. En la mayoría de las ocasiones me vienen a la mente escenas en concreto, tal y como me las imaginé en su momento. Es como visitar momentaneamente todos los mundo en los que has estado. Es una de las muchas razones por las que adoro leer.