El gobierno brasileño está empeñado en construir una macro represa en Bello Monte, en plena Amazonía. Una gigantesca central eléctrica que provocará la inundación de más de 500 km2 y desplazará a 50.000 nativos. Todo ello sin haber consultado con los interesados y haciendo un daño irreparable según los ecologistas, que creen que existen alternativas menos dañinas para conseguir la energía que Brasil necesitará en los próximos años.
Se trata de otro crimen contra la Amazonía, hoy ya bastante devastada y donde diversas especies animales y vegetales han desaparecido por la acción devastadora del hombre. Millones de árboles talados y minas socavadas en plena selva. Ya son miles los indígenas que han tenido que abandonar su tierra y desplazarse a otras ajenas, por invasión de multinacionales que se instalan allí para obtener los recursos de esta tierra tan rica.
Todos los años desaparecen tribus y pueblos indígenas enteros, incapaces de aclimatarse a sus nuevas tierras. En este mercado mundial, el indígena tiene un valor muy inferior a las riquezas que allí obtienen las distintas transnacionales. Esa tierra suya es invadida por gente cuyo único propósito es negociar con lo que no les corresponde, a costa de los verdaderos habitantes y ocupantes de esa tierra.
No hemos aprendido nada de la historia. Con un desmedido afán etnocéntrico, cosificamos a los indígenas y les apartamos cuando molestan a nuestros espurios fines. Este es el progreso que nos mueve. No importan los medios, aunque sean criminales. Lo importante es “progresar”, al precio que sea.
Salud y República